¿Quiénes deberían hacer Teología?
Dr. Ekkehardt Müller
Director asociado, Biblical
Research Institute
El pensamiento teológico es un privilegio,
una necesidad, y un proceso constante que puede llevar hacia un entendimiento siempre
más profundo y a una mayor apreciación de Dios y la salvación.
¿Quiénes
deberían hacer teología? Antes de responder esta pregunta es necesario definir
qué es teología. Una simple definición declara que es “enseñar acerca de Dios y
su relación con el mundo desde la creación hasta la consumación, exponiendo las
informaciones en una manera ordenada y coherente”.[i]
Con el objetivo de ganar conocimiento acerca de Dios y entrar en una relación
con él, es necesario estar involucrado en un pensamiento teológico, esto es,
observar y estudiar lo que Dios ha revelado a la humanidad. Hacer teología es
un privilegio. Implica un proceso constante que desarrolla una comprensión
creciente y profunda de Dios y la salvación. Idealmente, el pensamiento
teológico no es llevado a cabo en aislamiento, sino que todos los creyentes
están involucrados en este proceso, aun cuando la iglesia tiene empleados
especializados que han sido entrenados en teología y estudios bíblicos.
El problema de hacer teológica
Es sabido
que la investigación teológica –sea hecha por miembros de iglesia,
administradores, o teólogos/eruditos profesionales– conlleva el potencial de
crear tensiones e incluso producir divisiones. El arribo a ciertas convicciones
puede fracturar relaciones humanas, levantar desunión y polarizar o aún separar
iglesias y sociedades.
Esto
puede ser sustentado analizando la historia y la situación mundial actual. La
controversia arriana en el siglo IV d.C. –sobre la divinidad de Cristo y la Trinidad–
dejó ganadores y perdedores. El nacimiento del protestantismo surgió mediante
un retorno a la Biblia y a una búsqueda intensa de Dios, lo que provocó una
ruptura con la Iglesia Católica. Los anabaptistas no estaban de acuerdo con la
iglesia romana sobre ciertas doctrinas –ni tampoco con el protestantismo– lo
que produjo que fueran perseguidos por ambos grupos. Es un hecho que actuar
sobre convicciones teológicas ha fragmentado a la cristiandad en numerosas
denominaciones.
Ya
en el Nuevo Testamento encontramos tensiones teológicas. Luego del Concilio de Jerusalén
(Hechos 15) se creó un conflicto entre algunos grupos que adherían a la Ley
Mosaica y otros que enseñaban que los cristianos gentiles no estaban sujetos a
esa ley. Por detrás del tema debatido se asomaba uno aún mayor: la salvación
por la fe en Cristo o la salvación a través de la observancia de la ley
(Gálatas 2-5). Este conflicto ayudó a la iglesia a definir con mayor claridad
su posición bíblica. De todas maneras, el resultado no fue siempre positivo.
“Disputas sobre los significados rápidamente levantaron divisiones y sismas
dentro de la comunidad cristiana. Esto es ya evidente en los libros del Nuevo
Testamento, especialmente las cartas de los apóstoles, en las cuales la
argumentación teológica es ampliamente desplegada, para poder distinguir entre
la verdad y el error”.[ii]
Por ejemplo, las cartas del apóstol Juan nos informan acerca de diferentes
percepciones que existían acerca de quién era Jesús y la lucha del apóstol para
defender la completa humanidad y divinidad de Cristo Jesús (1 Juan 2 y 4; 2
Juan). En este caso, la teología llegó a provocar división, pero los apóstoles no
retrocedieron para complacer a sus oponentes. La herejía debía ser confrontada mediante
la teología, aun cuando esto significara que las falsas posiciones serían
expuestas y que existía la posibilidad de provocar como consecuencia, una
separación de la iglesia.
Hoy
en día existen enormes tensiones entre y dentro de las religiones mundiales,
incluyendo a los tres grupos de religiones monoteístas: islamismo, judaísmo y
cristianismo. Aun dentro de la mayoría de sus denominaciones estas tensiones
son manifiestas y pueden estallar en extrañas decisiones o aun en actos
violentos contra aquellos que sostienen posiciones teológicas diferentes. Por
ejemplo, la decisión del papa Benedicto XVI de admitir nuevamente dentro de la
Iglesia Católica Romana oficial, entre otros, al obispo ultraconservador Richard
Williamson, quien niega los alcances del Holocausto, ha complicado no solamente
las relaciones de la iglesia con los judíos causando críticas en relación a
líderes de la arena política, sino que también ha llevado a que diversas
personas decepcionadas, abandonen el catolicismo. W. Jeanrond apunta al
espectro de los métodos teológicos actuales y hace la siguiente pregunta: “¿Puede
existir algún tipo de llamado a la unidad, cuando no existe un marco de
comunicación unificado?”.[iii]
Andrew
Linzey señala otros peligros asociados a esta actividad ya que se trata de un
emprendimiento humano que puede tender a extremos como pretender muy poco, o
exageradamente, tal como el fundamentalismo teológico que “absolutiza el agente
humano, la autoridad o el credo, por sobre Dios”.[iv]
Otro peligro se presenta cuando la teología, que debería servir a las
necesidades de la iglesia, se transforma en servilismo. El servicio se
transforma en servilismo “si llega a buscar el mantenimiento de posiciones
religiosas o cristianas per se en
vez de buscar la verdad de Dios”.[v]
Opciones
para hacer teología
Si
hacer teología puede provocar problemas y discordancias, ¿qué se podría hacer
para evitarlo? Existen varias opciones:
1.
Abstenerse de hacer teología y volcar la energía a practicar algún tipo de
espiritualidad que evite aspectos doctrinales; esto implicaría entrar en una
fase práctica como el evangelismo, la ayuda humanitaria o el cuidado del
ecosistema.
2.
Darle a los teólogos vía libre.[vi]
Asignar los procesos teológicos solamente a los especialistas y dejar que ellos
usen cualquier aproximación hermenéutica que crean conveniente.
3.
Permitir al liderazgo de la iglesia que tome las decisiones utilizando procesos
administrativos, con poca o ninguna injerencia teológica.
4.
Animar a variados grupos de miembros de iglesia para que se involucren en el
estudio de la escritura y realicen investigaciones teológicas. Mantener un equilibrio
en el cual todos sean escuchados, y asegurarse de que la toma de decisiones no
sea dejada solamente sobre unos pocos individuos.
La
ventaja de la primera opción, es que además de hacer algo práctico el cristianismo
se mantiene con los pies en la tierra. La gente no se empantana en debates interminables
acerca de minucias teológicas no esenciales. La desventaja es que la
espiritualidad y la práctica pueden no tener un fundamento bíblico sólido y lo
que es proclamado y/o experimentado puede degenerar hacia el sentimentalismo,
el tradicionalismo, el relativismo o el pragmatismo, y no alcance a ser el
mensaje bíblico. ¿Cómo pueden los creyentes dejar de pensar acerca de Dios y
estudiar su Palabra, lo que les ayuda a afinar su compromiso con la humanidad,
evaluar sus métodos y el resultado de su labor, y alcanzar nuevos
conocimientos?
La
ventaja de la segunda opción, es que especialistas entrenados se ocupan de los
conceptos teológicos importantes. Son conscientes de los desafíos impuestos por
la cultura, el material bíblico y las variadas interpretaciones o posiciones
teológicas acerca del asunto a tratarse, y pueden trabajar en una manera seria
y responsable. Algunos tomarán como una ventaja el que los miembros de iglesia
y los administradores no tengan que involucrarse en la interpretación de la
Escritura y en el pensamiento teológico profundo. Pero tal postura llega a ser
una gran pérdida y una desventaja. Aceptar la segunda opción es colocar sobre
los teólogos y eruditos bíblicos la exclusiva responsabilidad de hacer
teología, y privar al pueblo de Dios de ejercitar su privilegio divinamente
concedido, de ser un real sacerdocio universal y de participar en la
maravillosa tarea de la investigación y el estudio. Aunque los teólogos y los eruditos
bíblicos están entrenados en sus respectivos campos, ellos no son ni infalibles
ni están libres de las tentaciones de seguir modas teológicas, de ceder al
punto de vista de la mayoría del mundo erudito, o de adherir a las presuposiciones
filosóficas que son cuestionables desde una perspectiva bíblica.
La
tercera opción demanda a los administradores de la iglesia que tomen decisiones
teológicas sin tener en cuenta la opinión de otros, por ejemplo el tomar
decisiones apoyadas en el pragmatismo en lugar de bases teológicas. La ventaja
de esta alternativa es semejante a la de la primera opción. Incluso puede
parecer una aproximación efectiva. Las decisiones pueden ser tomadas rápidamente;
los administradores pueden ser capaces de frenar la ola de herejía con la cual
la iglesia lucha permanentemente.
Pero
el precio es bastante elevado.[vii]
Aunque podría ser un proceso rápido, los resultados podrían no soportar la
prueba del tiempo y aún podrían conducir en una dirección equivocada y terminar
siendo rechazada por la iglesia. Tal enfoque podría ser un intento de
domesticar la teología, pero, ¿quién dice que los administradores de la iglesia
están automáticamente en lo correcto, mientras que los teólogos de la iglesia
están automáticamente en lo incorrecto y deben ser tratados con sospecha? Si
decisiones importantes son tomadas sin la participación de los teólogos y
eruditos, tarde o temprano existe el peligro de que ya no estén basadas en la
enseñanza bíblica, y la iglesia se transforme en una empresa de negocios, con
un presidente mutando a ser director ejecutivo. Se podría llegar al punto de
usar métodos seculares pero rechazar de plano las opiniones en que hay
divergencias. Otro peligro es que los administradores pueden evitar tomar
decisiones teológicas y optar por una indeseable mezcla de opiniones dentro de
la iglesia, con el agravante de que podrían paralizar o aún amenazar la
proclamación del mensaje y el cumplimiento de la misión de la iglesia.
La
cuarta alternativa tiene la desventaja de que muchos creyentes pueden no estar
interesados en participar en “un recorrido teológico”.[viii]
Además, el proceso es largo y más engorroso, y el voto de una simple mayoría
podría no ser la solución a todos los problemas. Sin embargo, las desventajas
son superadas por el hecho de permitir a la iglesia en pleno que participe. De
esta manera se evitaría cualquier tipo de conducción oligarca o autocrática, en
la iglesia. Puede también contribuir a un sentimiento de pertenencia.
Entre
las opciones enumeradas aquí (y pueden haber otras), la cuarta pareciera ser la
más deseable, porque es la que más se acerca a las enseñanzas bíblicas acerca
de la naturaleza de la iglesia. Esta puede ser también la posición tradicional
entre los adventistas ya que dejar de estudiar e investigar la Biblia, no
parece ser una opción que nos atrae; pero asignar la teología solo a personal
entrenado no es mucho mejor; tampoco lo es el otorgar todo el poder a los
líderes de la iglesia. Entonces, si no podemos evitar hacer teología menos aún
podemos evitar involucrarnos. Las preguntas surgen así: ¿Cuál es el precio?
¿Cómo hacemos esto de una manera responsable, especialmente cuando las
divisiones en teología son algunas veces necesarias y buenas, y otras
innecesarias y dañinas?
El
costo de la investigación teológica
El
hacer teología requiere:
•
La voluntad del individuo de involucrarse en esta experiencia de aprendizaje.
•
Tiempo, oración, estudio, vivir de acuerdo a las convicciones propias y algo de
entrenamiento provisto por la Iglesia Adventista a través de las clases de
estudio bíblico del sábado por la mañana, grupos de estudio bíblico durante la
semana, y diversos seminarios a nivel de la iglesia local y en reuniones regionales.
•
Un abordaje individual y grupal, porque como cristianos no somos islas, desconectados
unos de otros, sino partes del cuerpo de Cristo: la iglesia.
•
La aceptación de ciertas paradojas de la Escritura, sin intentar resolverlas: por
ejemplo hay un solo Dios, pero tres personas; somos salvos pero aún no definitivamente
salvos.
•
Una disposición a suspender los juicios y vivir con ciertos interrogantes. Para
esto se requiere humildad y modestia.[ix]
Nosotros no conocemos todo, ni siquiera todo lo que puede conocerse.
•
Tener en cuenta que las opiniones sobre la interpretación de algunos pasajes
bíblicos y aspectos teológicos, pueden diferir entre los miembros de la iglesia
y los teólogos. Esto, sin embargo, no se aplica a cuestionar las Creencias Fundamentales.
Se podría citar como ejemplo la difícil interpretación de pasajes tales como
Daniel 11 y la cuestión sobre la naturaleza de Cristo –si poseía la de Adán
antes de su caída, luego de su caída o una combinación de ambas.
•
El reconocimiento de que algunas tensiones teológicas necesitan ser atendidas, de
otra manera podrían llegar a provocar cambios fundamentales en la posición de
la iglesia y a un conflicto abierto. Podemos citar por ejemplo la posición de
la iglesia sobre la creación y la práctica de la homosexualidad.
Resumiendo,
las tensiones teológicas no son necesariamente malas si existe una disposición
a trabajarlas y a encontrar soluciones bíblicas. Mantener un diálogo teológico
continuo no es un signo de debilidad o de una iglesia muerta.[x]
Por el contrario, puede ser indicio de un saludable compromiso respecto a los
asuntos de la fe. Sería desastroso para los administradores reprimir toda
discusión en asuntos teológicos, prohibir cuestionamientos sobre las razones de
nuestras posiciones, o fallar en apreciar la necesidad de mejores y más claras
interpretaciones de los pasajes bíblicos y las enseñanzas teológicas, prefiriendo
enfocarse solamente en asuntos prácticos.
Sin
embargo, conflictos teológicos innecesarios pueden discapacitar y paralizar a
la iglesia y producir facciones. Así como la iglesia primitiva tuvo que luchar
contra herejías que iban contra la Palabra de Dios, en nuestros días sucede
algo similar. Cuando Jesús, Pablo y los apóstoles tuvieron que confrontar
falsas enseñanzas acerca de las principales doctrinas bíblicas, no permitieron
el pluralismo dentro de la iglesia (Mateo 10:34-36; Gálatas 1:8-9). Mientras la
discusión de ciertos aspectos teológicos es normal y saludable, la promulgación
de herejías abiertas debe ser rechazada. Aquí es donde la apologética, como
disciplina teológica, aparece y tiene un lugar legítimo (Filipenses 1:16; 1
Pedro 3:15).[xi] Como escribe Gordon
Lewis, “Si el conocimiento es necesario para la fe, entonces la defensa de la
verdad es ‘indispensable para el evangelismo cristiano’”.[xii]
Sugerencias
de carácter general para hacer teología
No
preguntemos si existirán tensiones teológicas, sino cómo manejarlas y cómo
investigar en forma responsable evitando así tensiones innecesarias. Aquí hay
algunas sugerencias:
Mantenerse
lejos de los extremos. Así
como no es bueno abocarse solo a la teología y descartar la vida cristiana, tampoco
hay que disminuir el valor de la teología. “A menudo –escribe Roy Adams– en los
congresos y otras reuniones, podemos escuchar a algún orador que dice: ‘No
necesitamos teología; ¡todo lo que necesitamos es a Jesús!’ Un comentario tal,
lanzado con pasión y convicción, levanta un coro de amenes, y a veces también un
aplauso”.[xiii] Este tipo de acometido puede
tener un efecto negativo sobre los miembros de iglesia. Hablar negativamente acerca
de hacer teología puede desalentarlos en el estudio de la Biblia y la reflexión
en asuntos de fe, llevándolos a asumir que no es importante. Incluso una
comparación de la teología con los asuntos “de más peso” de la vida cristiana
práctica, puede ser un mensaje equivocado. Los que están interesados en la
teología podrían distanciarse de quienes hacen comentarios negativos y termina
provocando una polarización dentro de la iglesia.
No
poner barreras. La Biblia
no hace separación entre el aprendizaje y el camino del cristiano. Los
apóstoles enfatizaron la necesidad de crecer en conocimiento (Filipenses
1:9;
Colosenses 1:9-10; 2 Pedro 3:18) tanto en aspectos cognitivos como relacionales.
Necesitamos evitar que se creen dicotomías entre la teología y la
espiritualidad; doctrinas y misión; teólogos y administradores; personas con
entrenamiento teológico formal y sin él. El respeto mutuo permite a las personas
florecer, sentirse apreciadas y ser creativas.
Afirmar
tanto la teología como la vida cristiana. El hacer
teología es tan esencial como su práctica
(evangelismo, preocuparse por los demás, asistencia humanitaria,
etc.). La teología forma el cimiento. La práctica construye sobre ese cimiento.
Se necesitan mutuamente. Es verdad que la teología puede ser errónea y
destructiva,[xiv] pero también la práctica
puede serlo. Si existen abordajes cuestionables a la teología o a la práctica,
no podemos por ello descartar uno o ambos. Debemos afirmar la teología y la
práctica.
No
maneje las diferencias teológicas haciendo uso del poder.
Mientras la herejía abierta debe ser tratada –y a largo plazo puede ser
necesario apartarla– en primer lugar debe dialogarse. No se puede asumir que un
cargo hace que una persona sea infalible. La iglesia primitiva no manejó las
diferencias teológicas simplemente volcándose al poder eclesiástico. Esta
manera de pensar primó más tarde y preparó el camino para una iglesia con
sistema jerárquico y estricto que culminó en el papado.
Sugerencias
más específicas
Pero,
¿qué podría ayudarnos a evitar tensiones y batallas innecesarias? Estar
de acuerdo con el marco de referencia adventista de cómo hacer teología.
Esto es: (a) aceptar el propio testimonio de la Escritura como revelación divina,
inspiración y autoridad bíblica; (b) aceptar que la Biblia es el recurso
primario para la teología y la vara de medir por la cual todos los otros
recursos como la revelación general, profecía extra bíblica, cultura y
experiencia personal son evaluados;[xv]
(c) ser orientados bíblicamente en vez de ser un emprendimiento filosófico, sociológico,
psicológico o científico;[xvi]
(d) hacer exégesis y teología utilizando métodos derivados de la Escritura y en
concordancia con su naturaleza; (e) hacer teología con un objetivo definido: una
mejor comprensión de Dios y su plan de salvación (que puede ser comunicado a
otros) y una relación más profunda con el Señor. De esta manera, el pensamiento
teológico adventista es orientado a la práctica sin ser pragmático en el
sentido negativo;[xvii] (f) desarrollar una
teología centrada en Cristo;[xviii]
toda verdad debe estar relacionada con
Jesús
y con la totalidad del mensaje bíblico; (g) reflexionar en el contexto del gran
conflicto con un claro énfasis escatológico; (h) desarrollar un pensamiento teológico
sistemático que describe, analiza y organiza doctrinas bíblicas buscando en la
totalidad de la Biblia. Si bien no nos oponemos al razonamiento, mientras
valoramos la razón como un regalo de Dios, también reconocemos que es falible y
debe ser santificada;[xix]
(i)
poseer un pensamiento teológico que toma en cuenta cuestionamientos contemporáneos
e intenta responderlos. Simplemente porque la cultura moldea a los seres
humanos en gran medida, no significa que la Escritura es culturalmente condicionada
y no aplicable directamente a nuestra situación, por lo menos en la mayoría de
los casos.
No
concentrarse en un tema teológico único. Debe
existir una alerta sobre el peligro de aferrarse a un “caballito de batalla”
teológico. Ser capaces de distinguir los asuntos esenciales de los menos
importantes o incluso oscuros, y concentrarse más en lo primero que en lo
segundo, evitará que se pierda el equilibrio.
No
ser drástico en las conclusiones. Es
mejor presentar una “sugerencia” y estar dispuesto a ser corregido, antes que
ser dogmático acerca de las ideas propias.[xx]
Reconocer
que el pensamiento teológico adventista no es llevado a cabo en soledad. Los
resultados del estudio personal deben ser compartidos con personas de
experiencia, para conocer su opinión. Es de gran importancia escuchar a otros
cuidadosamente y con actitud abierta.
Expresar
bondad y cristianismo en toda circunstancia. No ser
severo al criticar a aquellos con los que disentimos; no burlarse, sino mostrar
bondad y amor cristiano. Los que aparentan ser adversarios necesitan ser
tomados en serio. Muchos tienen asuntos que pueden y deben ser apreciados.
Conclusión
Aunque
la teología es necesaria, algunas veces puede provocar división. Al seguir las
orientaciones mencionadas se pueden evitar brechas. Si los que hacen teología
están de acuerdo entre sí en referencia a presuposiciones básicas y a la
metodología de trabajo, el peligro de que sus teologías puedan llegar a provocar
divisiones se reduce considerablemente. A esto hay que agregar una buena dosis
de humildad y respeto por los demás. En la Iglesia Adventista las decisiones
sobre aspectos teológicos no son tomadas solamente por administradores o
teólogos, ni tampoco por ambos grupos juntos, sino por la iglesia en su
totalidad.[xxi] Repetimos: el pensamiento
teológico es un privilegio, una necesidad, y un proceso constante que puede
llevar a aquellos involucrados hacia un entendimiento siempre más profundo y a
una mayor apreciación de Dios y la salvación.
[i]D. F. Wright, “Theology,” in
New Dictionary of Theology, ed. S.B. Ferguson, D.F. Wright, and J.I. Packer
(Downers Grove, Illinois: InterVarsity, 1988), p. 680.
[ii]S.W. Sykes, “Theology,” in The
Westminster Dictionary of Christian Theology, ed. Alan Richardson and John
Bowden, (Philadelphia: Westminster, 1983), p. 567.
[iii]Werner G. Jeanrond,
“Theological Method,” in A New Handbook of Christian Theology, ed. Donald W.
Musser and Joseph L. Price (Nashville, Tennessee: Abingdon, 1992), p. 486.
[iv]Andrew Linzey, “Theology,” in
Dictionary of Ethics, Theology, and Society, ed. Paul Barry Clarke and Andrew Linzey, (New York: Routledge,
1996), p. 820.
[v]Ibid.
[vi]A related suggestion may be to
create a small body of scholars and theologians, a kind of magisterium, and let
them make all-important theological decisions.
[vii]Cf. Understanding Christian
Theology, ed. Charles R. Swindoll and Roy B. Zuck (Nashville, Tennessee: Thomas
Nelson, 2003), 1136.
[viii]Richard Rice, “Theology as
Topical Bible Study,” Spectrum 29/2 (2001): 64.
[ix]Linzey, 820.
[x]Cf. Jan Paulsen, “Heavenly
Mission of Hope: Christ’s Mission Is Our Mission,” Adventist
Review, September 24, 2009, 3.
[xi]Cf. Norman R. Gulley,
Systematic Theology: Prolegomena (Berrien Springs, Michigan:
Andrews University Press, 2003), 172-173.
[xii]Ibid., 173.
[xiii]Roy Adams, “In a Time of
Confusion,” Adventist Review, November 2000, 19.
[xiv]Roy Adams, “Grappling With
Destiny,” Adventist Review, April 25, 2002, 24.
[xv]Therefore, we cannot agree with
the principle prima scriptura, as suggested by Fritz Guy,
Thinking Theologically: Adventist Christianity and
the Interpretation of Faith (Berrien
Springs, Michigan: Andrews University Press, 1999),
137, but uphold sola scriptura and tota
scriptura. The implications of Guy’s approach become
more evident on pp. 144, 146.
[xvi]Ángel Rodríguez, “Doing
Theology in the Adventist Church: Role of the Theologian,”
unpublished paper, February 2003, 7.
[xvii] Cf. Millard J. Erickson,
Christian Theology (2d ed.; Grand Rapids, Michigan: Baker, 1998), 24.
[xviii]This should not be confused
with the Christological principle employed, for exam ple, by Martin Luther.
[xix]Cf., Frank Hasel, “Theology and
the Role of Reason,” Journal of the Adventist Theological Society, 4/2 (1993): 172-198.
[xx]Cf. Rodríguez, 18.
[xxi]Cf. Rodríguez, 15.
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