LOS SERES NO CAÍDOS EN EL CONFLICTO CÓSMICO[i]
CoPastor de la Iglesia
Adventista del Séptimo Día "Miraflores"
Asociación Peruana
Central, Lima, Perú
Siempre se
tendrá en mente al patriarca Abraham, “el padre de la fe”; sin embargo, más por
obedecer a Dios que le mandó sacrificar a su único hijo, que por cualquier
otra cosa. Aquel día en el monte Moria, que registra el capítulo 22 de Génesis,
es la más grandiosa prueba de fe que se haya visto jamás. Imagina que el Dios
de amor te mande asesinar a tu único
hijo y tú, fiel y obediente, decides obedecerle. ¿No parece algo inaudito y
paradójico? Por un lado, se podría decir que Dios obró mal al dar esa orden;
por otro lado, que Abraham fue demasiado inocente. Sin embargo, más que probar
la fe de Abraham, de pensar cuán razonable fue el pedido de Dios; en realidad, el
Señor tenía otro propósito para esta magna prueba. Elena de White lo resume con
estas palabras:
El sacrificio exigido a
Abraham no fue sólo para su propio bien ni tampoco exclusivamente para el
beneficio de otras generaciones; sino también para instruir a los seres sin
pecado del cielo y de otros mundos. El
campo de batalla entre Cristo y Satanás, el terreno en el cual se desarrolla el
plan de la redención, es el libro de texto del universo. Por haber demostrado
Abraham falta de fe en las promesas de Dios, Satanás le había acusado ante los
ángeles y ante Dios de no ser digno de sus bendiciones.[ii]
Los seres celestiales
fueron testigos de la escena en que se probaron la fe de Abraham y la sumisión
de Isaac… todo el cielo presenció, absorto y maravillado, la intachable
obediencia de Abraham […] se demostró que las acusaciones de Satanás eran
falsas.[iii]
Esta misma
situación se experimentó en los días de Job. Este patriarca fue acusado de ser
convenido, de adorar y alegrar el corazón de Dios para que él le bendiga; según
Satanás, dicha adoración era “convenida y egoísta” (Job 1:9-11). Siglos más
tarde, pasó algo similar. El sumo sacerdote Josué, quien representaba a todo el
pueblo de Dios, fue también acusado por el enemigo de ser pecador y no
merecedor de las promesas divinas (Zac 3:1, 2). Como se percibe, siempre el maligno acusó a los
hombres fieles de Dios que en algún momento vivieron sobre este planeta.
Pero ¿Delante de quiénes acusaba Satanás? Job 1:6
responde: “delante de los hijos de Dios”, los seres angelicales y los seres
creados en otros mundos que se presentan ante la presencia de Dios en el cielo.[iv] El enemigo
acusó a Job delante de los seres no caídos con el propósito de que ellos
cuestionen no solo su fidelidad, sino también la palabra de Dios y su gobierno.
Estas acusaciones, no obstante, más que ser dirigidas
a los fieles, eran dirigidas al mismo Dios. ¿Cómo es posible que el Señor
bendiga a Abraham quien dudó de sus promesas, a pesar de haber recibido muchas?
¿Es aceptable que Dios justifique a
un pecador como el sumo sacerdote Josué, cambiándole sus “ropas sucias” por
otras limpias? Esta sería la primera acusación diabólica: será posible que Dios dé algo a alguien que no lo merece. En esto
se le acusa a Dios de ser injusto.
Surge una segunda acusación: ¿Cómo es posible que
Dios, que dice ser amoroso y misericordioso, no bendiga y perdone al pecador?
¿Por qué él no perdonaría y justificaría al sumo sacerdote Josué? ¿Dónde está
el amor que tanto pregona? ¿Ama realmente a los seres creados, o solo los usa
para que le adoren? En otras palabras ¿Es
posible que el Dios amoroso no perdone al que comete errores? En este caso, a Dios se le acusa de no ser misericordioso.
Nadie puede negar la astucia de Satanás como acusador,
siempre lo fue. Él, al acusar a los santos que viven en la tierra, estaba
realmente acusando a Dios. Cuando él incriminaba a Abraham, Job y el sumo
sacerdote Josué, estaba acusando al Creador. ¿No se inició el gran conflicto
por las acusaciones de Satanás contra el carácter y la justicia de Dios,
delante de las huestes angelicales? En sí, Dios siempre ha sido el acusado
principal.
Cuando Satanás acusa el carácter de los santos, acusa
el carácter de Dios. ¿Dios, es amoroso y justo? Esta respuesta no la tendrían
que dar los seres humanos, porque ellos son los pecadores, los que reciben la
acusación de forma indirecta. Tampoco
la puede proveer Dios, porque a él se le acusa de manera directa. Los únicos que merecen respuestas son los seres que no
cayeron: los seres creados de otros mundos y los ángeles. A ellos no se les cuestiona su carácter, sino solo a Dios.
Tampoco se les cuestiona su pecado, sino únicamente a los hombres. Pero ellos
sí pueden dudar del carácter de Dios y de la fidelidad de los santos. El objetivo es dudar del carácter y de la
justicia del único Señor del universo.
Entonces, la respuesta la recibirán los no caídos.
Ellos son los que ven a Dios si realmente es justo y misericordioso, y son
ellos los que reflexionan y concluyen si las acusaciones de Satanás son
verdaderas o son falsas.
Ante las acusaciones del enemigo, Abraham no fue la
excepción. Fue acusado delante de Dios y de los seres no caídos. Los seres
creados tendrían que ver el carácter de Dios, la fidelidad de Abraham a su
Señor y analizar si las acusaciones de Satanás son falsas o verdaderas. ¿Cómo
reaccionaría Dios en situaciones como éstas?
Al final, Satanás quedó chasqueado y los seres
celestiales se dieron cuenta de que sus acusaciones eran erradas. Al mismo
tiempo, se dieron cuenta que el carácter de Dios y la fidelidad de Abraham no
eran como Satanás pretendía presentar. Dios
y Abraham quedaron declarados justos ante el universo expectante.
Pero, la Biblia registra estos casos: Abraham, Job y
el sumo sacerdote Josué. Solo ellos, ¿y nosotros? ¿Dónde queda la iglesia en
todo esto? ¿Satanás, al igual que
acusó a Abraham, Job y al sumo sacerdote Josué, no acusa a la iglesia? Apocalipsis 12:10
responde: “porque el
acusador de nuestros hermanos, el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche, ha sido arrojado”. ¡Nuestros
hermanos! ¡La iglesia! Por lo tanto, la respuesta a la última pregunta es “si”.
Satanás nos acusa día y noche. La situación que experimentaron Abraham, Job y
Josué, las experimentamos también nosotros. Mientras que el juicio no termine,
el enemigo seguirá incriminando a los seguidores de Cristo. Elena de White
explica:
Así como Satanás acusó a
Josué y a su pueblo, él también, por todas las edades, acusa a quienes buscan
la misericordia y el favor de Dios […] En cada alma que se ha librado del poder
del mal, y cuyos nombres están registrados en el libro de la vida del Cordero,
la controversia se repite […] Pero él, quien entonces fue la esperanza de
Israel, su defensa, su justificación y redención, es la esperanza de la iglesia
de hoy.[v]
Por otra parte, el universo expectante –los seres no
caídos– al poner sus ojos sobre la tierra, revela que ellos están interesados
en el plan redentor de la raza humana; y esto permite ampliar el tema del
juicio y del mismo evangelio. Clifford Goldstein indica:
La cruz, el servicio del santuario, el juicio, el
remanente, la ley, el desarrollo del carácter: casi todas nuestras doctrinas
parecen no ser completamente comprensible a menos que se las considere a la luz
del interés que todo el universo inteligente tiene en el gran conflicto.[vi]
El gran conflicto es más que una mera lucha entre dos
seres celestiales por el ser humano caído. No se limita sólo al planeta tierra,
trasciende al universo cósmico. Por una sencilla razón: el pecado y el gran
conflicto no se iniciaron en la tierra, sino en el cielo. Recuérdese que Satanás
fue el que originó el pecado a través de su rebeldía, ¿y en dónde? En el cielo
¿Delante de quiénes? De las potestades celestiales. Por lo tanto, los seres sin
pecado están inmersos en esta batalla. Si el pecado se hubiera originado en la
tierra, los seres celestiales no estarían involucrados en esto; pero, como se
originó en el cielo, ellos son partícipes/expectantes de esta lucha. Por lo
tanto, ellos tienen mucho que ver en el plan de salvación. Ellos están viendo
cómo el gran conflicto se está resolviendo en la tierra. Al respecto, el
apóstol Pablo y Elena de White señalan:
Porque hemos llegado a ser un espectáculo para el
mundo, los ángeles y los hombres (1 Co 4:9).
El plan de redención tenía un propósito todavía más
amplio y profundo que el de salvar al hombre. Cristo no vino a la tierra sólo
por este motivo; no vino meramente para que los habitantes de este pequeño
mundo acatasen la ley de Dios como debe ser acatada; sino que vino para
vindicar el carácter de Dios ante el universo.[vii]
Recordemos que como individuos trabajamos totalmente a
la vista del universo celestial.[viii]
Puesto que Satanás acusó a Dios poniendo en tela de
juicio su carácter ante los demás seres no caídos, Cristo, al venir a la
tierra, su principal propósito fue vindicarlo. Restablecer y reflejar el
carácter de Dios, glorificarlo (Jn 17:1, 4). ¿Y de qué maneras lo hizo? A
través de su vida, muerte y resurrección. Actualmente, en el santuario
celestial, el Señor Jesús continúa vindicando el carácter de Dios. Estos
ministerios, terrenal y celestial, tendrían también como propósito revelar el
carácter de Dios y responder a las acusaciones de Satanás. Ángel Manuel
Rodríguez señala:
Las acusaciones formuladas contra Dios vinieron a
ocupar un lugar central en el conflicto cósmico. La doctrina de la expiación
debe abordar en una forma plenamente satisfactoria la naturaleza cósmica del
mal y del pecado. Debe ser capaz, sobre la base de la vida, la obra, y el
ministerio de Cristo, de responder plenamente a todas las preguntas planteadas
por el querubín rebelde relativas a la naturaleza de Dios, su carácter, la
justicia, el amor y la integridad de su gobierno y su señorío cósmico.[ix]
¿La muerte, sin embargo, terminó y respondió todas las
acusaciones de Satanás? ¿El sacrificio de Cristo culminó el gran conflicto? No.
Uno de los puntos que se logró en la cruz fue desenmascarar a Satanás ante el
universo no caído, pero no resolvió las acusaciones de Satanás ni terminó el
gran conflicto (ya está la condena final, pero aun continúa esta lucha).
Recuérdese que el diablo aún está como león rugiente sin saber a quién devorar
(1 Ped 5:8) ¿Qué, acaso, Cristo ya no murió? ¿No se supone que el gran
conflicto terminó y que las respuestas a las acusaciones se resolvieron? Una
vez más, no. A pesar que Cristo nos substituyó por su muerte, no se ha resuelto
por completo el problema. A través de la cruz no se llegó a responder las
acusaciones diabólicas declaradas delante de los seres celestiales. Realmente,
es a través de otro medio. El apóstol Pablo responde:
A fin de que la infinita sabiduría de Dios sea ahora
dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los
lugares celestiales (Ef 3:10).
Se puede aprender dos cosas a través de este
versículo. En primer lugar, “la sabiduría de Dios sea ahora…”. Esta carta fue escrita más o menos en los primeros años de
la década de los 60 del primer siglo, después
del calvario; esto quiere decir
que dicha sabiduría aun necesitaba, después de la cruz, ser aprendida.
Conocer realmente el conflicto cósmico, el plan de salvación y responder a las
acusaciones de Satanás ante los seres celestiales son complejos, porque no
quedaron comprendidas solo con la cruz. Es en estos tiempos, posterior a la cruz, que se está aprendiendo aquella sabiduría. Pero, una vez más ¿A
través de qué medio?
En segundo lugar, este versículo responde a la
siguiente pregunta: ¿A través de qué medio y cómo se manifestaría la sabiduría
de Dios? Por medio su iglesia. Es por medio de nosotros que se
responderá a las acusaciones de Satanás y el universo en su totalidad
comprenderá la multiforme sabiduría divina. Dios se valdrá de su iglesia para
resolver la gran controversia.[x] Elena de
White consuma esta idea:
La iglesia es la depositaria de las riquezas de la
gracia de Cristo; mediante la iglesia se manifestará con el tiempo, aún a los
principados y potestades en los cielos (Ef 3:10), el despliegue final y pleno
del amor de Dios.[xi]
¿Qué hubiera pasado si el gran conflicto se hubiera
terminado en la cruz y las acusaciones de Satanás se hubieran resuelto solo en
ese lugar? Sencillo, Dios hubiese quedado mal. Considérese lo siguiente ¿Qué
pasaría con aquellas personas que solo se centran en la cruz para su salvación?
Está bien, el Señor, a través de la cruz, hace una invitación para la redención;
pero ¿La salvación del ser humano es únicamente por la cruz? ¿Y si Dios hubiese
llevado, después de morir, a todos que solo piensan en la salvación únicamente por la muerte de Cristo? Una
vez más, Dios quedaba mal. El pecado se volvería a iniciar en el cielo, y las
acusaciones de ser injusto y únicamente misericordioso, por parte de Satanás, serían ciertas.
Para comprender mejor ¿Qué sucede con aquellos que
alegan “una vez salvo por la cruz, siempre salvo”? Ellos piensan que una
persona que cree sólo en la cruz ya está salva y que el veredicto de su
salvación eterna está asegurado, a pesar de haber pecado, pecar y seguir
pecando. Es más, muchos sostienen que Cristo, por medio del bautizo, perdona
los pecados pasados, presentes y futuros. Una vez más, si se acepta esta teología mal interpretada, la acusación
de Satanás sería verdad: Dios solo tiene misericordia, pero ¿y su justicia?
Acaso ¿Sería justo que un hombre que continúa en el pecado vaya al cielo, a pesar que dice ser salvo por la cruz?
Una vez más, Dios quedaría mal y se le tildaría de injusto. Pero, hacerlo, sería injusto; no de parte de Dios, sino de
nosotros.
La cruz no solo reveló el amor de Dios, sino también
su justicia.[xii] Pero, esta justicia
también tendría que ser revelada por aquellos que la recibieron: la iglesia. No
es posible que la persona que declara ser salvo por la cruz, salvo por gracia,
permanezca en el pecado o vuelva a cometerlos. Pablo y Goldstein amplían esto
señalando:
Iluminados, que probaron del don celestial y fueron
hechos partícipes del Espíritu Santo, que gustaron la buena palabra de Dios y
los poderes del siglo venidero, pero después cayeron, es imposible renovarlos
otra vez para arrepentimiento, puesto que de nuevo crucifican para sí mismos al
Hijo de Dios y lo exponen a la ignominia pública (Heb 6:4-6).
Aunque el Calvario hizo provisión para la salvación de
todo el mundo, lo que allí sucedió no fue tan completo como para salvar
automáticamente al mundo entero. Habrá gente que se perderá.[xiii]
[i]Para este tema,
el libro Desequilibrio fatal, de
Clifford Goldstein, ha sido de gran ayuda.
[ii]Elena de White, Patriarcas y
profetas (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2007), 150-1.
[iii]Ibid.
[iv]William Shea, “Vida extraterrestre”, Diálogo
8, no. 3 (1996): 19; Marvin Moore, “Ovnis
¿Estamos solos en el universo?”, El Centinela,
abril, 2009.
[vi]Clifford Goldstein, Desequilibrio fatal, trad. Mario A. Collins (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana,
1995), 55.
[vii]White, Patriarcas y profetas, 55.
[viii]Elena de White, Testimonies for the Church (Mountain View, CA: Pacific Press, 1948),
8:164.
[ix]Ángel Manuel Rodríguez, Cruzando el abismo, trad. (Buenos Aires: Asociación Casa Editora
Sudamericana, 2008), 39.
[x]Goldstein, 59.
[xi]Elena de White, Hechos de los
apóstoles (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2007), 9.
[xii]“En la cruz se vio tanto la
justicia
como la misericordia
de Dios. Por un lado la justicia, puesto que el ser humano
tenía que morir. La raza humana pecó y tenía que recibir la consecuencia del
pecado, a saber, la muerte eterna (Ro 6:23). Sin embargo, Jesucristo entregó su
vida por nosotros, convirtiéndose así en nuestro sustituto. Por este sacrificio la
paga del pecado humano fue saldada y la justicia de Dios fue revelada. Por otro
lado la misericordia, porque fue Dios mismo el
que envió a su Hijo a morir por nosotros. Él nunca desamparó al ser
humano. Por su misericordia, el hombre tuvo un sustituto. De esta manera, en la
cruz, Dios fue justo y misericordioso
a la vez” (Oscar
Mendoza Orbegoso, “El ‘evangelio eterno’ en el mensaje del primer ángel en
Apocalipsis 14:6”, Estrategias 7, no.
1 [2010]: 116).
[xiii]Goldstein, 60-1.
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