La purificación del
santuario[*]
Clifford Goldstein
Con
referencia al santuario, Levítico 16,19 dice que el sacerdote “lo limpiará, y
lo santificará de las inmundicias de los hijos de Israel”
¿Cómo
podían contaminar el santuario los hijos de Israel siendo que al pueblo ni
siquiera se le permitía entrar en sus recintos? Aunque ellos no podían entrar
al santuario, los sacerdotes “llevaban” sus pecados hasta él en la sangre de
los animales. El sacerdote depositaba los pecados simbolizados por la sangre
“contaminada”, dentro del santuario. Una vez al año, sin embargo, los pecados
acumulados eran transferidos nuevamente; pero esta vez para ser eliminados del
santuario. Mediante este servicio, el santuario era “purificado”. Los pecados
eran completamente desterrados del campamento, lo cual era una sombra de la
manera en que Dios se propone extirpar los pecados del universo.
“Y además de esto,
[Moisés] roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del
ministerio. Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin
derramamiento de sangre no se hace remisión. Fue, pues, necesario que las
figuras de las cosas celestiales [el santuario terrenal] fuesen purificadas
así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que éstos.
Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero,
sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios” (Hebreos
9:21-24).
El
contexto de Daniel 8:14 (“Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el
santuario será purificado”) indica que puede referirse únicamente al santuario
celestial y al proceso de purificación que
en él se llevaba a cabo al tiempo señalado.
¿Por
qué necesitaba ser purificado el santuario celestial? A causa de nuestros
pecados que habían sido llevados hasta allí. Bajo el nuevo pacto, inaugurado a
la muerte de Jesús, el pecado es transferido del pecador a Jesús –primero como
sacrificio (Cordero), luego como Sumo Sacerdote– y finalmente es depositado en
el santuario celestial, razón por la cual éste necesita ser purificado.
No
obstante, llegará el tiempo cuando Jesús dejará de ser nuestro Sumo Sacerdote
que ministra en el santuario celestial. Entonces, cuando regrese por segunda
vez, lo hará “sin pecado” (Hebreos 9:28). Después que el santuario es
purificado y los pecados son transferidos sobre Satanás (véase más abajo),
Jesús no los lleva más sobre sí, como Sumo Sacerdote. De la misma manera, en el
servicio del Antiguo Testamento el sumo sacerdote tampoco llevaba los pecados
sobre sí después que el santuario terrenal era purificado y aquéllos
transferidos al macho cabrío emisario.
Varios
pasajes del libro de Levítico se refieren al pecador que llevaba al santuario
un animal para sacrificarlo con el fin de que “el sacerdote [hiciera]...
expiación por su pecado”. Esta frase se repite a través de todo el libro. Las
personas necesitaban expiación porque habían pecado. Mediante el sistema
sacrificial se había provisto .una forma de separarlos de sus pecados y
concederles el perdón. Podemos comprender que los pecadores necesitan que se
haga expiación por ellos.
Sin
embargo, ¿qué significa Levítico 16:15, 16? “Después degollará el macho cabrío
en expiación por el pecado del pueblo, y llevará la sangre detrás del velo
adentro, y hará de la sangre como hizo con la sangre del becerro, y la
esparcirá sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio. Así purificará el
santuario” (la cursiva es nuestra).
¿Expiación
por el lugar santo? La gente peca. Las personas quebrantan la ley. La gente
necesita expiación. ¿Pero un edificio? ¿Por qué un edificio, una estructura
inanimada, habría de necesitar expiación?
“Así purificará el
santuario, a causa de las impurezas de los hijos de Israel, de sus rebeliones y
de todos sus pecados” (Levítico 16:16).
¿Por
qué necesita purificación el santuario? A causa de todas las transgresiones de
los hijos Israel, que los sacerdotes traían a él día tras día. Los pecados eran
quitados del pecador y depositados en el santuario (recuerde la ilustración del
virus). Del mismo modo, como el pecado contaminaba al pecador también
mancillaba el santuario cuando era depositado allí por medio de la sangre. “El
hecho de que durante el Día de la Expiación el santuario fuera purificado de
todos los pecados del pueblo de Israel –escribe el erudito Ángel M. Rodríguez–,
sugiere que los pecados del pueblo habían sido transferidos, mediante el
sacerdote, al santuario”.
Una
vez al año, en el Día de la Expiación el mismo santuario debía ser purificado.
Así como la expiación que se hacía en favor de un pecador involucraba la
remoción del pecado de la persona misma, también la expiación por el santuario
involucraba la eliminación del pecado del edificio
El
proceso del santuario contemplaba dos aspectos especiales: El ministerio en el
primer departamento, que era un procedimiento diario, continuo, mediante el
cual el pecado era transferido al santuario; y el ministerio en el segundo
departamento, el día de la expiación, que desalojaba el pecado de allí. El Día
de la Expiación -que en el pensamiento judío es el día del juicio (también
conocido como el “día de las purificaciones”)– los animales eran sacrificados y
su sangre llevada al santuario, como durante el ritual cotidiano Pero había
diferencias cruciales entre los rituales de Día de la Expiación y los
sacrificios diarios. En primer lugar, este día es especial anual la sangre era
llevada al segundo departamento, el lugar santísimo, y se asperjaba delante del
propiciatorio, que estaba detrás del segundo velo. Ese era el único momento del
año en que se introducía la sangre hasta allí.
Una
segunda diferencia, destacada tanto por eruditos adventistas como por no
adventistas, surge de hecho de que en ninguna parte se menciona que durante el
Día de la Expiación alguien colocara las manos sobre la cabeza del macho cabrío
del sacrificio
No
se hace ninguna referencia a confesión alguna de pecados sobre él.
“Degollará el macho
cabrío en expiación por el pecado del pueblo, y llevará la sangre detrás del
velo adentro, y hará de la sangre como hizo con la sangre del becerro, y la
esparcirá sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio. Así purificará el
santuario, a causa de las impurezas de los hijos de Israel, de sus rebeliones y
de todos sus pecados” (Levítico 16:15, 16).
En
otras palabras, la sangre introducida en el lugar santísimo para hacer
propiciación por el santuario no contenía pecado, como en el caso de la sangre
de los sacrificios diarios. En un sentido, era “sangre limpia”. Se ha sugerido
que esta “sangre limpia” recibía todos los pecados acumulados en el santuario
durante el año. Volviendo a la analogía del virus, un frasco limpio y vacío (la
sangre limpia) era llevado al almacén (el santuario), donde ahora se colocaba
el virus (el pecado) para ser llevado afuera, “purificando” así el santuario.
“Los ritos cotidianos transferían el pecado y la impureza al santuario –escribe
el erudito Alberto Treiyer–, y el rito anual (Día de la Expiación) transportaba
este depósito fuera del santuario”.
Como
parte del ritual del Día de la Expiación, después que se había hecho la
purificación del santuario mediante la sangre “limpia” del chivo sacrificado
(recuerde que la expiación involucra la transferencia del pecado), un segundo
macho cabrío era introducido en el servicios sumo sacerdote pondrá sus “dos
manos –ensangrentadas por haber asperjado la sangre– sobre la cabeza del macho
cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel,
todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del
macho cabrío, y lo enviará al desierto por manos de un hombre destinado para
esto. Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a
tierra inhabitada” (Levítico 16:21, 22).
La
secuencia es clara: el pecado era transferido del pecador al animal mediante la
confesión y la imposición de las manos. Entonces el animal era sacrificado, y
el sacerdote, mediante la sangre contaminada, depositaba el pecado en el
santuario. El Día de la Expiación, el sacerdote llevaba sangre limpia al
santuario, la cual recibía todos los pecados (transformándose así en sangre
cargada de pecado), y entonces éstos eran colocados sobre la cabeza del macho
cabrío vivo, que a su vez era enviado al desierto. Mediante este procedimiento,
que comenzaba con el pecador, el pecado era conducido fuera del campamento, con
la resultante purificación del santuario, el campamento y el pueblo.
Los
detalles de estos ritos pueden sufrir mucha elaboración (y especulación). Lo
que más debe interesarnos aquí es la transferencia del pecado. En el servicio
del santuario, el pecado no se desvanecía simplemente. No era sólo cuestión de
que fuese perdonado y luego olvidado. En lugar de ello, el Señor desarrolló un
elaborado ritual, simbólico del procedimiento mediante el cual el pecado es
realmente eliminado.
“Así
como en la antigüedad los pecados del pueblo eran puestos por fe sobre la
víctima ofrecida, y por la sangre de ésta se transferían figurativa-mente al
santuario terrenal, así también, en el nuevo pacto, los pecados de los que se
arrepienten son puestos por fe sobre Cristo, y transferidos, de hecho, al
santuario celestial. Y así como la purificación típica de lo terrenal se
efectuaba quitando los pecados con los cuales había sido contaminado, así
también la purificación real de lo celestial debe efectuarse quitando o
borrando los pecados registrados en el cielo”.
La
purificación del pecado en el templo terrenal no era sino una ilustración de la
purificación del pecado en el santuario celestial: “Hasta dos mil trescientas
tardes y mañanas; luego el santuario será purificado” (Daniel 8, 13). “Fue,
pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales [el santuario
celestial] fuesen purificadas así” (Hebreos 9:23). En el santuario terrenal,
esta purificación era simbolizada mediante la remoción del pecado; en el
celestial, el registro de los pecados será borrado. “Así que, arrepentíos y
convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hechos 3:19). Los
resultados, ya sea en símbolo (terrenal) o en realidad (el celestial) son los
mismos: el santuario es purificado.
Por
fin, ¿qué sucede con los pecados después que el registro de los mismos es
borrado y eliminado del santuario? El pecado se deposita sobre el macho cabrío
emisario quien, en el pensamiento judaico, representa al jefe de los ángeles
rebeldes. Elena de White escribió:
“Se vio además que, mientras que el holocausto señalaba a Cristo como sacrificio, y el sumo sacerdote representaba a Cristo como mediador, el macho cabrío simbolizaba a Satanás, autor del pecado, sobre quien serán colocados finalmente los pecados de los verdaderamente arrepentidos. Cuando el sumo sacerdote, en virtud de la sangre del holocausto, quitaba los pecados del santuario, los ponía sobre la cabeza del macho cabrío para Azazel. Cuando Cristo, en virtud de su propia sangre, quite del santuario celestial los pecados de su pueblo al fin de su ministerio, los pondrá sobre Satanás, el cual en la consumación del juicio debe cargar con la pena final. El macho cabrío era enviado lejos a un lugar desierto, para no volver jamás a la congregación de Israel. Así también Satanás será desterrado para siempre de la presencia de Dios y de su pueblo, y será aniquilado en la destrucción final del pecado y de los pecadores”.
En
el sistema terrenal, el pecado era transferido del pecador al animal, al
sacerdote, al santuario, al sacerdote nuevamente, y por fin al macho cabrío,
que a su vez era llevado al desierto “por mano de un hombre destinado para
esto”. (Aunque la Biblia no lo menciona, este hombre debía encontrarse en
excelente condición física para conducir al macho cabrío tan lejos del
campamento que no pudiera regresar nunca: un ejemplo de cuán lejos y
permanentemente el Señor se propone alejar el pecado de su pueblo). En el
verdadero servicio del santuario, simbolizado por el sistema terrenal, el
pecado es transferido del pecador a Jesús como Cordero, a Jesús como Sacerdote,
al santuario celestial y finalmente a Satanás, quien es desterrado de la
presencia del pueblo de Dios, sólo para ser erradicado definitivamente junto
con el pecado y los pecadores en el juicio final.
El Señor pudo destruir a Satanás el mismo día
en que éste se rebeló. En lugar de hacerlo, y en armonía con su carácter de
amor, justicia y misericordia, el Señor escogió –a un costo infinito para sí
mismo– eliminar el pecado de esta forma, un paso a la vez, ante el universo
observador. En el santuario terrenal había ángeles bordados en las paredes del
primer departamento; dos querubines de oro habían sido colocados en el lugar
santísimo, la culminación del procedimiento expiatorio: Y todo esto no era sino
un símbolo del interés que el universo manifiesta en el plan de salvación.
Mediante un procedimiento abierto y ordenado, que incluía su muerte, y luego su
ministerio sumo-sacerdotal en un santuario físico literal, el Señor contestará
para siempre todos los interrogantes acerca de la gran controversia y el origen
del mal. El santuario del cielo es literal, no porque Dios necesite que así
sea, sino porque las inteligencias celestiales la necesitan para ver de qué
manera Dios trata con el pecado. Mediante una estructura física visible, Dios
permite al universo observador que vea claramente cada paso en la solución del
conflicto.
“En
el ritual típico –escribe Ángel M. Rodríguez, el pecado confesado por el
penitente y su responsabilidad eran transferidos al santuario mediante la
victima sacrificial y el sacerdote. Se puede aseverar que por el momento el
santuario asumía su culpa, y el pecador era perdonado, El día de la expiación
el santuario era purificado, y así la posición de Dios (en el santuario) quedaba
aclarada”.
Todavía
quedan por contestarse otras preguntas importantes concernientes a todo este
asunto de los ritos del santuario celestial. ¿Cómo afecta nuestras vidas el día
de la expiación celestial? ¿Qué significado tiene esto para nosotros en la actualidad?
El capítulo que sigue se aboca a la investigación de estos asuntos porque lo
que sucede en el santuario celestial es extremadamente relevante para los que
se encuentran en la tierra y cuyos pecados están registrados allá.
Clifford Goldstein, (M.A,
Johns Hopkins University)
Director de la Guía de estudio para adultos para la Escuela
Sabática.
Se le puede escribir a: goldstein@gc.adventist.org
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