31 mar 2013

El Baile
Carlos A. Steger
Universidad Adventista del Plata


¿Habrá un tipo de baile que sea aceptable para el cristiano?

La Iglesia Adventista del Séptimo Día tradicionalmente ha enseñado que el cristiano no debe bailar, debido a que dicha práctica tiende a menoscabar y destruir la vida espiritual y moral.  Sin embargo, muchos se preguntan: ¿Por qué no podemos bailar? Posiblemente conocen lo que enseña la iglesia, pero tienen dudas en cuanto a la base bíblica de tal enseñanza. ¿A caso la Biblia no menciona al baile como una práctica aceptable? Si David bailó delante de Jehová, ¿por qué no lo podemos hacer nosotros?
El baile o la danza se mencionan un poco más de veinte veces en las versiones castellanas de la Biblia. Por ejemplo, la Reina-Valera Revisada (RVR), versión 1960, utilizada por la mayoría, se refiere al baile o la danza en 27 pasajes. El número de veces varía según la versión, debido a que las ocho palabras hebreas utilizadas tienen más de un significado y pueden traducirse de distintas maneras. De un total de 139 veces que se usan estas palabras en el texto original, no alcanzan a 30 las veces que se pueden traducir como baile o danza. La mayoría de las referencias están en el Antiguo Testamento (22 veces en la RVR), mientras que las 5 referencias del Nuevo Testamento se circunscriben a los Evangelios sinópticos.

Bailes o danzas con fines religiosos o de diversión

Un análisis de los 27 pasajes en los que la versión RVR se refiere al baile o la danza muestra que, con una sola excepción, en todos los casos se trata de una expresión de sano gozo y alegría, generalmente asociada a la adoración religiosa. Muchos pueblos vecinos de Israel practicaban el baile o la danza con otros fines, como el baile orgiástico y excitante de los cultos idólatras, o la danza fúnebre acompañando las ceremonias mortuorias. Pero los israelitas fueron diferentes. No se registra ni un solo ejemplo de danza sensual, ni tampoco de danza fúnebre en la Biblia. Por el contrario, la danza o el baile eran manifestaciones puras e inocentes de júbilo, la mayoría de las veces asociadas con la alabanza a Dios. Consideremos los textos más representativos.
Un buen pasaje para comenzar nuestro estudio se encuentra en el capítulo 3 de Eclesiastés, donde Salomón ilustra poéticamente el principio de que “todo tiene su tiempo”.  Para ello se vale de una serie de contrastes bellamente arreglados en pares paralelos, un recurso típicamente hebreo. En el versículo 4 dice que hay “tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar”. La idea es clara: bailar es una expresión de alegría en contraposición a endechar, así como reír denota gozo en contraste con llorar. La palabra hebrea que aquí se ha traducido como “bailar” significa básicamente Asaltar, y así se traduce en siete de los nueve pasajes donde aparece en todo el Antiguo Testamento. En realidad, aun en nuestra cultura es muy común la manifestación de alegría mediante pequeños saltos, conducta que se puede observar en los niños cuando reciben una buena noticia, o en los jóvenes y adultos cuando festejan un gol en un partido de fútbol. Similarmente, en Salmos 30:11 y en Lamentaciones 5:15, la danza se presenta como sinónimo de alegría en contraste con el lamento o el luto, que en estos textos se considera un resultado de la providencia divina.
El Antiguo Testamento presenta varios ejemplos de manifestaciones de alegría valiéndose de esta expresión. Uno puede imaginar a una adolescente, la hija de Jefté, que al recibir a su padre victorioso expresa su júbilo brincando inocentemente, como lo registra Jueces 11:34. De la misma manera, las mujeres de Israel salieron a recibir a Saúl y a David cantando y danzando para festejar el triunfo sobre Goliat y los filisteos (1 Sam. 18:6). En una oportunidad anterior, las mujeres israelitas habían expresado su gozo por la liberación milagrosa en el Mar Rojo mediante cantos y danzas (Exo.15:20, 21). En este caso, el canto y la danza fueron una manifestación de gratitud y alabanza a Dios.
Este y otros casos evidencian que, contrariamente a lo que ocurre en la cultura occidental, la danza en los tiempos bíblicos estaba estrechamente asociada con la adoración y la alabanza a Dios. El ejemplo más conocido es el de David encabezando la procesión que llevaba jubilosamente el arca a Jerusalén.  Vestido con un efod de lino, atuendo característico de los sacerdotes, “David danzaba con toda su fuerza delante de Jehová” (2 Sam 6:14).  Se puede entender mejor el significado de esta frase al leer en el versículo 16 que David “Saltaba y danza delante de Jehová”.  Nuevamente se presenta la danza como una manifestación física de alegría mediante saltos.  Efectivamente, el relato enfatiza que el traslado del arca se realizó con gran alegría y júbilo (vs. 12, 15).
Es en este contexto que se aclara el sentido de las invitaciones del salmista a alabar a Jehová con danza, registradas en Salmos 149:3 y 150:4. Los últimos capítulos de Salmos utilizan un lenguaje figurado para llamar a la creación entera, animada e inanimada, a alabar a Dios. Si bien no se puede tomar en forma literal todo lo dicho, estas expresiones referidas a la danza como parte del culto divino eran perfectamente normales para la mentalidad oriental. “La danza en los tiempos bíblicos era una manifestación externa de gozo santo, que se realizaba con el mismo espíritu con que se elevaban cantos de alabanza u oraciones de agradecimiento” (Comentario bíblico adventista, t. 1, p. 584; ver también el t. 2, p. 626).

Características de las danzas bíblicas

Del análisis de los textos bíblicos surgen claramente dos características del baile o la danza tal como la practicaban los israelitas en tiempos del Antiguo Testamento.
En primer lugar, nunca bailaban en grupos mixtos. Danzaban las mujeres solas (Éxo. 15:20; Juec. 21:21, 23; 1 Sam. 18:6, 7; 21 :11, 29:5); o la hija de Jefté sola (Juec. 11:34); o David solo (2 Sam. 6:14, 16, 21; 1 Crón. 15:29); pero nunca en grupos mixtos.[1] La única excepción se encuentra en Éxodo 32:17-19, donde Moisés dice que el culto al becerro de oro estaba acompañado de cantos (que de lejos padecían “alaridos de pelea”) y danzas. Los israelitas habían aprendido a rendir este tipo de culto en Egipto, donde se adoraba al buey Apis, que representaba a Osiris, el dios Sol. El baile que usaban los egipcios en la adoración al buey Apis era indecente y sensual, e iba acompañado del más grosero libertinaje. Con los sentidos embotados por la ingestión de bebidas alcohólicas (Éxo. 32:6), los israelitas se entregaron a una orgía desenfrenada. Dios la sintetizó diciendo que el pueblo se había “corrompido” (v. 7). La palabra traducida “corrompido” es la misma que se utiliza en Génesis 6:12 para describir la condición del mundo antediluviano: “Toda carne había corrompido su camino sobre la tierra”. Evidentemente el Señor tenía sobrados motivos para desaprobar enérgicamente este único caso que se registra en la Biblia de un baile realizado por hombres y mujeres juntos. En todas las otras referencias bíblicas, el baile o la danza era realizada por un solo sexo.
En segundo lugar, el baile o la danza de los israelitas no se realizaban como una diversión sensual sino como una expresión de gozo o una manifestación de alabanza y adoración a Dios. En contraste con el baile desenfrenado que practicaban las naciones vecinas como parte de sus cultos idólatras, la danza de los israelitas no era pasional ni licenciosa. No existe pasaje bíblico que insinúe una connotación sexual para la danza.[2]  Si ese hubiera sido el caso, se encontrarían alusiones a la danza en el Cantar de los Cantares; pero en este libro el baile o la danza no se mencionan siquiera una vez. Por otro lado, hay suficientes indicaciones en cuanto a la forma como se bailaba o danzaba en Israel como para descartar completamente todo propósito lujurioso. Las palabras hebreas dan la idea de saltos y movimientos circulares, sea en rondas o en forma individual, o como parte de las procesiones religiosas. Tampoco hay referencias a bailes realizados de noche, sino de día y al aire libre. Además el atuendo de los participantes consistía normalmente de túnicas largas y sueltas, que no llamaban la atención a las formas del cuerpo.
Por todas estas características, entonces, es evidente que el baile o la danza de los tiempos bíblicos no era una diversión licenciosa. El único caso de baile excitante y sensual mencionado en la Biblia es el de la hija de Herodías, quien danzó seductoramente para el rey Herodes y sus huéspedes en el día de su cumpleaños (Mat. 14:6; Mar. 6:22). De hecho, no es éste un ejemplo digno de imitar, pues tuvo como consecuencia inmediata la muerte de Juan el Bautista, y la extinción de la última oportunidad para arrepentirse que tenía Herodes.

Si los tiempos cambiaron, ¿no deberían cambiar los principios?

Hasta aquí el análisis de las referencias bíblicas acerca del baile y la danza. Lo realizado por los israelitas, ¿justifica que los cristianos del siglo XX  participen de los bailes? Por lo ya expuesto podemos contestar simplemente que NO (ver Patriarcas y profetas, p. 766).
Pero alguien podría preguntar: ¿No podríamos hacer bailes religiosos, como en los tiempos del Antiguo Testamento? La respuesta nuevamente es negativa, por varias razones. En primer lugar, porque vivimos en una cultura diferente que la del Antiguo Testamento. Aunque el ser humano tiene las mismas emociones y sentimientos en todas las culturas, la forma de expresar esas emociones o sentimientos varía entre una cultura y otra. Las diferencias culturales se ven en todos los aspectos de la vida. Los principios que rigen la vida del creyente y su adoración son universales, pero la forma de aplicarlos varía. Por ejemplo, los hebreos manifestaban reverencia ante la presencia de Dios quitándose los zapatos, cosa que en nuestra cultura se considera una grave falta de reverencia y de respeto. Otro ejemplo es la exteriorización de tristeza y arrepentimiento, que los israelitas indicaban rasgando sus vestidos y colocando ceniza sobre sus cabezas, lo que en nuestra cultura sería visto casi como una expresión de desequilibrio mental. Una diferencia similar ocurre en relación con el baile y la danza, que para la mentalidad israelita tenía un sentido muy diferente al que tiene en la sociedad con temporánea occidental.
Hay otras razones. Mientras que la danza se relaciona con el culto más de una vez en el Antiguo Testamento, no ocurre lo mismo en el Nuevo Testamento, que no contiene ninguna referencia al baile como parte de la adoración. El baile se menciona solamente en los tres primeros Evangelios, y está totalmente ausente del resto del Nuevo Testamento. Los apóstoles se refirieron a la organización de la iglesia y la forma de realizar el culto, incluyendo el canto, la oración la predicación y la Cena del Señor, pero no dijeron ni una palabra acerca de la danza como parte integrante del culto. El baile o la danza tampoco se mencionan al describir la tierra nueva ni al detallar la adoración futura de los redimidos en el cielo.

Orientaciones del espíritu de profecía

A pesar de esto, a principios de nuestro siglo hubo un grupo de creyentes que procuraron introducir el baile en el culto. Elena de White escribió que las reuniones de este grupo se realizaban con Amucha excitación, con ruidos y confusión, mientras muchos de los presentes Asaltaban, danzaban y gritaban (Mensajes selectos, t. 2, p. 38). Inmediatamente, él la presentó en el nombre del Señor un reproche contra esas manifestaciones, y advirtió: “Esas mismas cosas que habéis explicado que ocurrían en Indiana, el Señor me ha mostrado que volverían a ocurrir justamente antes de la terminación del tiempo de gracia. Se manifestará toda clase de cosas extrañas. Habrá vocerío acompañado de tambores, música y danza... Y a esto consideran como la actuación del Espíritu Santo. El Espíritu Santo nunca se manifiesta en esa forma. . . Y agregó: “No debería estimularse esta clase de culto” (Ibíd., pp. 41, 42). Sin lugar a dudas, ningún tipo de danza es apropiado para la adoración a Dios en nuestra iglesia.
Al aplicar el principio basado en Filipenses 4:8 y su contexto al baile secular de nuestros días, es evidente que no podemos aceptarlo como una recreación apropiada para un cristiano. No es una actividad pura y de buen nombre, dado que busca esencialmente la excitación sexual mediante el contacto físico y movimientos insinuantes y provocativos. De esta forma, el baile abre la puerta para quebrantar el límite señalado por Dios en cuanto al sexo para el bien de sus hijos (véase El hogar adventista, p. 452). “La diversión del baile, como se practica actualmente, es una escuela de depravación, una terrible maldición para la sociedad” (Mensajes para los jóvenes p. 397).
Al considerar por qué un cristiano debe mantenerse puro, a veces se puede caer en el error de pensar que hay que evitar la inmoralidad; solamente porque Dios la prohibió. Por supuesto que esto es cierto, pero es necesario entender la razón por la cual el Señor la negó. Por un lado, porque sabe que la inmoralidad es terriblemente destructiva para el creyente. Por otro lado, porque la impureza moral nos impide tener comunión plena con él. De ahí que no obedezcamos el mandamiento solamente para evitar el castigo de la muerte eterna sino, además, y por encima de todo, porque al haber aceptado a Cristo nos unimos a él y comenzamos a vivir en estrecho compañerismo con él (1 Cor.6:17).
La orden bíblica de huir de la fornicación (1 Cor. 6:18) significa abstenerse de todo lo que induce a la inmoralidad. Huir en este caso no es evidencia de cobardía, sino de valentía y fidelidad a Dios. Como seres humanos pecadores nos cuesta huir de la tentación porque nos atrae, pero también porque tememos el ridículo y nos da vergüenza ser diferentes. Al entregarnos a Cristo como nuestro Salvador, el Señor hace en nosotros lo que nosotros no podemos hacer. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Tim. 1:7).

Fuentes sanas de esparcimiento

Creo que, felizmente, la gran mayoría de los adventistas no asistimos a los bailes; pero, quizá, no huimos totalmente de la tentación, y nos detenemos a mirar como otros bailan, ya sea personalmente o, lo que es más común, en la pantalla. Parece un placer inofensivo que no nos afecta moralmente. Sin embargo, Jesús explicó que se puede transgredir el séptimo mandamiento sin necesidad de cometer ninguna acción: “Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adultero con ella en su corazón” (Mat. 5:28). Tan serio es esto que el Señor continuo diciendo: “Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mat. 5:29). Esta imperiosa necesidad de evitar la contemplación de escenas impuras se ejemplifica en el testimonio de Job registrado en el capítulo 31 de su libro, los versículos 1, 2 y 4: “Hice pacto con mis ojos: ¿Cómo, pues, había yo de mirar a una virgen? Porque ¿qué galardón me daría de arriba Dios, y qué heredad el Omnipotente desde las alturas?... ¿No ve él mis caminos, y cuenta todos mis pasos?”.
Luego de analizar las razones por las cuales consideramos que el baile es inconveniente para un cristiano, quisiera sugerir que tenemos acceso a una gran cantidad de recreaciones sanas que pueden ocupar su lugar brindándonos mucho más que el baile. La necesidad de relacionarnos socialmente puede ser atendida mucho mejor mediante otras actividades que nos permiten cultivar amistades profundas y duraderas dentro de un marco de respeto hacia los demás y de pureza moral, que cuenten con la aprobación de Dios.
Al profundizar nuestra amistad con Cristo, vamos aprendiendo a encontrar recreaciones en las que él puede participar. Nos acostumbramos a preguntarnos si él se sentiría cómodo de acompañarnos en tal o cual recreación. Y nos habituamos a gustar más y más de lo que él puede aprobar. Al contemplar diariamente a Cristo se renueva y transforma nuestro entendimiento, y llegamos a comprobar que la buena voluntad de Dios es “agradable y perfecta” (Rom.12:2).
La verdadera felicidad no se logra mediante placeres como el baile, sino mediante la comunión con el Señor. Porque “el hombre, creado para ser compañero de Dios, puede hallar su verdadera vida y desarrollo únicamente en ese compañerismo. Creado para hallar en Dios su mayor gozo, en ninguna otra cosa puede hallar lo que puede calmar los anhelos de su Corazón, y satisfacer el hambre y la sed interiores” (La educación, p. 120).

___________________________

[1] La traducción de la versión Reina Valera Revisada de 2 Samuel 6:5: "Y David y toda la casa de Israel danzaban delante de Jehová", es incorrecta.  La palabra sahaq, que aparece 36 veces en el Antiguo Testamento, no significa danzar sino “reírse”, divertirse, burlarse o jugar.  Las mejores versiones en castellano la traducen “regocijarse” o “celebrar en este pasaje, no danzar.  De modo que este texto no indica que el pueblo en su conjunto, hombres y mujeres, hayan danzado en la procesión que trasladó el arca.  El hecho de que el autor de 2 Samuel utilizó palabras diferentes para referirse por un lado a la danza de David y por otro a la alegría de todo el pueblo, debiera prevenirnos de traducir “sahaq” por “danzar”, lo que se corrobora por el significado de esta palabra en el resto del Antiguo Testamento.

[2] Alguno podría pensar que Isaías 3:16 se refiere a una danza de carácter sensual. En este pasaje Dios condena a las hijas de Sion porque se ensoberbecen, y andan con el cuello erguido y con ojos desvergonzados; cuando andan van danzando (tafaf), y haciendo son con los pies. El término hebreo tafaf aparece sólo esta vez en todo el Antiguo Testamento, y significa literalmente “dar pasos cortos” o “caminar” con paso menudo, lo cual no necesariamente es danzar. La actitud de las hijas de Sion, sin embargo, dejaba mucho que desear y aparentemente era provocativa.

Copyright: Biblical Research Institute General Conference of Seventh-day Adventists
Fuente: https://adventistbiblicalresearch.org/es/materials/el-baile

0 comentarios: