19 sept 2012

La crisis espiritual a la hora de la muerte

  
Rafael Montesinos

Algunas personas, al llegar a la edad avanzada o al experimentar los estragos de una enfermedad terminal, ven su fe tambalearse. En ese momento se preguntan si valió la pena ser cristianos o si Dios realmente existe. Este fenómeno se conoce como “angustia espiritual”. Ésta, se define como “disturbio del sistema de creencias de una persona” (North American Nursing Diagnosis Association, (NANDA), 1999, p. 67). Este disturbio sacude las creencias básicas que han sido aprendidas durante toda la vida. ¿Cuáles son los síntomas o señales de este disturbio? Según la Asociación de Enfermeros de Hospicio y Paliativos, una persona afectada por este disturbio cuestiona el significado de la vida, tiene miedo de quedarse dormido de noche u otros miedos, siente ira contra Dios, cuestiona sus propias creencias, se cree abandonado por Dios, siente un vacío en su vida y cuestiona el significado del sufrimiento.

Job es un claro ejemplo de una persona que experimentó este disturbio. Durante su angustia dijo: “Perezca el día en que yo nací, y la noche en la que se dijo: Un varón acaba de ser concebido... ¿Por qué no morí yo en la matriz, o expiré el día que salí del vientre?” (Job 3:3,11). Job culpó a Dios de su desdicha. Respondiendo a la reprensión de Elifaz, Job dijo: “Porque las saetas del Todopoderoso están clavadas sobre mí, cuyo veneno bebe mi espíritu; y los terrores de Dios me combaten” (Job 6:4). Cuando Job se vio al borde de la muerte exclamó: “Abomino mi vida” (Job 7:16), “Si he pecado, ¿qué mal puedo hacerte a ti, oh Guarda de los hombres? ¿Por qué me pones por blanco tuyo, hasta convertirme en una carga para tí?” (Job 7:20). Luego dijo: “Vivía yo tranquilo, y me desmenuzó; me agarró por la nuca y me despedazó, y me puso por blanco suyo” (Job 16:12). También afirmó lo siguiente: “Si yo le invocara, y él me respondiese, aún no creería que hubiese escuchado mi voz, porque me ha quebrantado con tempestad, y ha aumentado mis heridas sin causa” (Job 9:16,17). En esta ocasión Job culpó a Dios de su desgracia. Job inclusive no encontraba a Dios en su aflicción (Job 24:3, 8, 9). Durante su crisis Job reafirmaba su integridad delante de Dios (Job 31:1-40) y por otro lado lamentaba su desdicha (Job 30:1-31). Finalmente, Dios le habló a Job desde un torbellino y le convenció de su ignorancia (Job caps.38-41). Job reconoció que “hablaba sin discernimiento” (Job 42: 3) y se retractó de sus palabras (Job 42:6).

Job es un claro ejemplo de los conflictos que experimentan aquellas personas que están cercanas a la hora de la muerte. Durante su crisis Job cuestionó el significado de la vida, manifestó su ira hacia Dios, cuestionó sus creencias y el significado del sufrimiento, sintió un vacío espiritual y en un momento dado perdió el sentido de dirección. Lo peor de todo fue que sus amigos empeoraron su crisis al criticarlo y juzgarlo. Hoy en día muchos hacen lo mismo que los amigos de Job. En vez de dar palabras de apoyo a quienes están en crisis, se convierten en jueces y críticos de ellos, empeorando aún más su disturbio emocional. Mejor fuese que estas personas no le hablasen al que esté experimentando angustia espiritual, ya que no tienen las herramientas para poder ayudarles. Si usted no puede dar apoyo espiritual a una persona que esté pasando por una crisis física y espiritual, sería mejor que no dijera ni una palabra.

Debe ser terrible para un cristiano, llegar al momento cuando se pregunte si vale la pena orar a un Dios que se ha olvidado de él, u orar a un Dios que no escucha. No se puede juzgar la espiritualidad de una persona por un momento de crisis. De ser así, Job hubiese sido un caso perdido. Pero aún en nuestras crisis, Dios está con nosotros aunque no lo creamos. Cuando se ministre a estas personas en crisis hay que decirles que “Dios nos consuela de todas nuestras tribulaciones” (2 Corintios 1:4) y que ninguna tribulación nos separará jamás del amor de Dios (Romanos 8:35). Estas personas necesitan entender que Dios está con ellos aún durante su tribulación y que nunca los desamparará (Isaías 41:10). Las personas que están pasando por esta angustia espiritual deben entender que lo que ellos experimentan no es el abandono de Dios. Hay que motivarlos a verbalizar sus sentimientos, percepciones y temores. Además, hay que darles tiempo para el duelo, y se debe motivar a hacer una lista de los valores que deben guiar su comportamiento en tiempos difíciles.

En mi experiencia personal, he descubierto que las personas encuentran alivio cuando pueden hablar de lo que experimentan. De ahí la importancia de escuchar. Esa es una buena oportunidad para reforzar su sistema de valores, su fe y sus creencias cristianas. Estas personas quizás estén al borde de la muerte y muchas cosas ocupan su mente. Esta es una buena oportunidad para reforzar su seguridad de salvación, y decirles que aunque anden en valle de sombra y de muerte no deben temer mal alguno porque Dios está con ellos (Salmo 23:4). No estamos al lado del lecho del moribundo para predicarles, juzgarles o criticarles, sino para ayudarles a procesar su muerte y para fortalecer su fe. 


Rafael Montesinos
Master en Religión de la Universidad de Andrews
Trabajó 20 años como pastor en la Asociación Adventista del Oeste de Puerto Rico (1979-2009). 
Produjo programas de radio y televisión para la Asociación Adventista del Oeste de Puerto Rico y para la cadena de Los Tres Ángeles (3ABN).
Además, también apoya como consejero editorial de la revista digital bíblico-teológica Didajé.

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