El mensaje de los tres ángeles: Apocalipsis 14:1-12*
Ángel Manuel Rodríguez
Apocalipsis 13 termina
con una nota triste. Apoyado por sus principales agentes, los poderes
representados por las bestias que surgen del mar y de la tierra y todos los
habitantes del mundo que han prometido aliarse con él, Satanás parece tener
controlado el destino del remanente. Su plan mundial parece tener éxito. Él
cree que muy pronto habrá borrado al remanente del planeta, y que él será el
único gobernante de la raza humana. Lo que parece haber pasado por alto es que
Dios también tiene un plan mundial, y que el pueblo remanente es indispensable
para su cumplimiento. Por lo tanto, nadie será capaz de destruirlo.
El Cordero y el
remanente sobre el monte de Sión
Sobre el monte de Sión.
El remanente es indestructible porque se halla junto al Cordero de Dios sobre
el monte Sión, escondido bajo las alas del Omnipotente, de los ataques del
dragón. Esta visión no se centra en el remanente sino en el Cordero que está en
pie sobre el monte de Sión. Dios redimió a su pueblo a través del Cordero, y él
lo hará victorioso gracias a la sangre del Cordero en la última batalla
apocalíptica. Aunque amenazado de muerte por el dragón, al pueblo remanente se
lo describe más allá del alcance de las fuerzas del mal. Aun cuando están
todavía sobre la tierra, se hallan espiritualmente en el lugar más seguro del
universo: en compañía del Cordero.
El monte de Sión era en
el Antiguo Testamento el lugar donde se encontraba el templo y donde Dios
reinaba y habitaba entre su pueblo. El Salmo 2 describe una situación en la
cual las naciones de la tierra han conspirado juntas contra el ungido de Dios,
el Mesías. El Señor se burla de ellos y proclama la derrota de las naciones, “porque,
dice él, yo he puesto mi rey sobre Sión, mi santo monte” (Sal. 2:6). Sión es el
lugar de refugio del remanente: “Porque saldrá de Jerusalén remanente, y del
monte de Sión los que se salven. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”
(2 Rey. 19:31). El remanente lo conforman los sobrevivientes dejados en Sión
(Isa. 4:2-3), preservados por Dios de los ataques del enemigo. La misma
asociación de ideas aparece en Apocalipsis 14:1, donde el Mesías y el remanente
son el blanco del dragón y sus asociados; pero el remanente halla refugio en el
Mesías.
El sello de Dios. El
símbolo de los 144 mil que tienen el nombre del Cordero y de Dios escrito sobre
sus frentes también representa al remanente. Dicho símbolo parece describir de
manera especial a quienes estarán vivos sobre la tierra cuando Cristo regrese:
una interpretación apoyada por el hecho de que Apocalipsis 6:14-16 describe la
segunda venida de Cristo seguida por la pregunta: “porque el gran día de su ira
ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Apoc. 6:17). La respuesta a esa
pregunta se da en el capítulo 7: los 144 mil. Elena G. de White dice de ellos
que, “habiendo sido trasladados de la tierra, de entre los vivos, son contados
por ‘primicias para Dios y para el Cordero’”.[1] Es una
tentación especular respecto a este tema, pero debemos resistirla, porque la
información que tenemos es extremadamente limitada.
Los 144 mil tienen el
nombre del Cordero y de su Padre escrito sobre sus frentes. Si, de acuerdo con
Apocalipsis 7:3, Dios puso su sello sobre las frentes de sus siervos, entonces
el sello y el nombre de Dios deben referirse a la misma cosa. El nombre, de
Dios y el del Cordero representan sus caracteres, lo que ellos son. Por lo
tanto tener su nombre sobre nuestra frente es reflejar el carácter de Dios en nuestra
vida. Él nos lo reveló a través de su ley y en la vida de Jesús, quien la
ejemplificó para nosotros. Ya indicamos que en el libro de Apocalipsis quienes
pertenecen a Dios obedecen sus mandamientos. Sus vidas de sumisión obediente a
la voluntad de Dios revelan que en realidad le pertenecen y están bajo su
cuidado protector. Este firme compromiso con Dios y con la verdad los distingue
de quienes siguen a la bestia y tienen su marca. Aceptar a Cristo como nuestro
Salvador no es algo que pueda hacerse sin una vida de obediencia amorosa a
todos sus mandamientos. Su ley contiene el sello de Dios en el cuarto
mandamiento, una señal de creación (Éxo. 31:17), redención (Deut. 5:15) y
santificación (Éxo. 31:13). La obediencia del remanente a ese mandamiento durante
las escenas finales del conflicto cósmico lo distinguirá de quienes adoran al
dragón y a la bestia. A través del poder del Espíritu esa obediencia resulta en
un carácter santo.
Un coro y
cántico nuevos
Juan escucha un cántico
maravilloso y sonoro que para él es como el sonido refrescante de muchas aguas,
como el sonido poderoso de un trueno y como el sonido inspirador y armonioso de
un arpa. Las imágenes que él usa indican que la música es extraordinaria, que
él nunca ha estado en un programa musical como éste, y busca las palabras para
expresar su experiencia. El coro parece consistir de un número simbólico de 144
mil seres que conforman el remanente que canta ante el trono de Dios. Nadie más
puede aprender este canto, porque nadie ha pasado por esta experiencia.
Juan da varias
características claves de los 144 mil. En primer lugar, Dios los ha redimido de
entre los de la tierra. Apocalipsis 14:3 y 4 nos dice dos veces que éstos
fueron “redimidos de entre los de la tierra/de entre los hombres”. El mismo
verbo aparece en Apocalipsis 5:9 donde unos seres celestiales cantan: “Porque
tú [el Cordero] fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de
todo linaje y lengua y pueblo y nación”. El Nuevo Testamento testifica
claramente que Cristo nos compró o redimió, y que el precio que pagó fue su
propia sangre/vida (2 Ped. 2:1; 1 Ped. 1:18, 19). Cristo ganó el derecho del
pueblo de Dios para que pueda estar en pie ante su trono y para que lo alabe
por su muerte expiatoria. No es la recompensa por nuestra Fidelidad a él. Así
que ya no nos pertenecemos más a nosotros mismos, porque Cristo, nuestro nuevo
propietario, pagó el precio de nuestra redención (1 Cor. 6:20). Le somos leales
porque él cubrió el costo de nuestra salvación.
En segundo lugar, son
vírgenes. La frase “no se contaminaron con mujeres” clarifica la metáfora. La
imagen que se usa es la de una mujer desposada que se mantiene sexualmente pura
para su futuro esposo. En 2 Corintios 11:2 Pablo aplica la misma metáfora a los
cristianos: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo
esposo, para presentaros como una virgen pura para Cristo”. Los 144 mil se han
mantenido fieles a Cristo al no contaminarse con la prostituta descrita en
Apocalipsis 17.
En tercer lugar, siguen
al Cordero. El remanente no adora a la bestia ni al dragón. La estrecha
relación entre los 144 mil y el Señor comenzó cuando ellos todavía estaban
sobre la tierra y continuará por la eternidad.
En cuarto lugar, Israel
dedicaba los primeros frutos a Dios como una expresión de gratitud por la
cosecha. Ellos pertenecían a Dios. Los 144 mil son de Cristo en forma especial
debido a su experiencia singular al cierre de la batalla cósmica, cuando tienen
que enfrentar el engaño y la persecución por parte de las fuerzas del mal en
una manera nunca vista antes en la historia humana. Ellos siguen al Cordero
donde quiera que él vaya. La imagen de las primicias también señala hacia el
hecho de que muchos más experimentarán la salvación. Los 144 mil son el
anticipo de la inmensa cosecha de Dios. Los redimidos de todas las edades se
unirán a Cristo y al remanente escatológico para disfrutar de su presencia por
siempre.
En quinto lugar, no fue
hallada mentira en sus bocas. Una de las características básicas de los
redimidos es que han proclamado la verdad. No hay nada en sus palabras o
acciones que refleje algún tipo de engaño. Mentir es identificarse con las
fuerzas del mal y con el falso profeta (Apoc. 16:13; 19:20). Quienes aman la
falsedad serán excluidos de la nueva Jerusalén (Apoc. 22:15).
Finalmente, el remanente
es sin mancha, es decir, sin defectos morales. Ellos se identifican con Cristo,
quien se ofreció sin mancha (Heb. 9:14). A través de su muerte expiatoria él
hizo posible que todos puedan presentarse sin mancha ante Dios (Efe. 5:27). La
última generación tendrá una relación íntima con el Salvador y crecerá
constantemente en santificación al confiar únicamente en el poder de Cristo
para salvarlos de sus enemigos.
Los mensajes de
los tres ángeles
Podemos explicar
fácilmente la conexión entre Apocalipsis 14:6-12 la sección previa (Apoc.
14:1-5) como una descripción y del proceso y los medios por los cuales Dios
reúne al remanente escatológico. El capítulo comienza mostrándonos a ese grupo
reunido ante el trono de Dios. Luego nos informa cómo los llamó Dios de entre
los habitantes de la tierra. Apocalipsis 13 discute el plan mundial y la
estrategia que usa el dragón para unir al mundo contra Cristo y su remanente.
Ahora tenemos un vistazo del plan mundial de Dios y su propósito. Dos fuerzas
actúan a escala mundial para lograr la lealtad de la raza humana, y es
importante que nosotros estemos del lado correcto del conflicto.
Aunque hay algunas
similitudes entre los dos planes, las diferencias son fundamentales. Ambos usan
tres medios de comunicación. Dios emplea tres seres angélicos (Apoc. 14:6-9) y
el dragón recurre a tres demonios (Apoc. 16:13), quienes son mensajeros de vida
y muerte respectivamente. El método que Dios usa consiste en proclamar el
evangelio de salvación y el juicio a toda nación, tribu, lengua y pueblo (Apoc.
14:6). El dragón se basa en la realización de milagros y en la obtención del
apoyo de los reyes de la tierra (Apoc. 13:13; 16:14). Dios apela a la razón
humana y a las necesidades espirituales reales de los individuos y se asegura
que toda persona escuche el mensaje y tome una decisión. El dragón apela a las
emociones e impone su voluntad por la fuerza a través de la autoridad y el
poder político.
Los dos planes tienen
fundamentalmente diferentes. Dios desea preparar a su pueblo contra el engaño,
reunir a su pueblo remanente de todas las naciones en el monte de Sión y
desenmascarar los verdaderos planes del dragón (Apoc. 14:1, 6-9). El dragón
intenta engañar a todo el mundo (Apoc. 13:13; 16:14), reunir a los reyes de la
tierra en Armagedón (Apoc. 16:14) y derrotar al remanente (Apoc. 13:15). El
resultado final de los dos planes es diametralmente opuesto. El plan de Dios
triunfará y su pueblo saldrá victorioso (Apoc. 14:4), mientras que el dragón y sus
confederados terminarán siendo vencidos y destruidos (Apoc.16:19). Uno no puede
sobre enfatizar la importancia, la necesidad y la urgencia de la proclamación
de los mensajes de los tres ángeles al mundo. Dios le ha confiado este gran
privilegio y responsabilidad a la Iglesia Adventista y nada debiera distraernos de
cumplir nuestra misión.
El mensaje del
primer ángel (Apoc. 14:6, 7)
Contenido del mensaje.
En la proclamación del último mensaje de Dios para la raza humana participan
agencias tanto humanas como celestiales. La Escritura define el
contenido del mensaje presentado por el primer ángel como el “evangelio eterno”.
Las “buenas nuevas” de salvación a través de la fe en la muerte expiatoria de
Cristo se hallan en el corazón de la proclamación de este ángel. Evangelio
significa “buenas nuevas” y el uso que Juan le da presupone su sentido
apostólico; por lo tanto, nosotros debiéramos interpretarlo a la luz del resto
del Nuevo Testamento. “El evangelio no requiere que los hombres logren su
propia salvación mediante un acto de arrepentimiento. El evangelio es la
declaración de que ‘Cristo, Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores’ (1
Tim. 1: 15); que ‘de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito’ (Juan 3:16); que ‘siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros’
(Rom. 5:8); y el evangelio de Juan es el mismo: ‘Al que nos amó, y nos lavó de
nuestros pecados con su sangre... a él sea gloria e imperio por los siglos de
los siglos’ ([Apoc] l:5-6)”.[2] (Véase
también Apocalipsis 5:9.) Este evangelio es válido eterna y permanentemente
para todas las épocas y personas.
Blanco, del mensaje. El
blanco o audiencia del evangelio es de naturaleza universal, porque el problema
que el evangelio busca solucionar es universal y afecta a cada individuo del
planeta. El ángel dirige el mensaje a los “moradores [lit. ‘que se sientan’] de
la tierra”, más específicamente a “toda nación, tribu, lengua y pueblo”. El
pasaje presupone que la polarización final de la raza humana todavía no ha
ocurrido y que para entonces muchos, después de escuchar el evangelio, elegirán
seguir al Cordero. Ellos serán parte del remanente escatológico de Dios. De
hecho, Cristo compró al remanente a través de su sangre “de todo linaje y
lengua y pueblo v nación” (Apoc. 5:9; cf. 14:3). Dios usa la expresión
histórica del remanente, los que quedaron después del ataque del dragón contra
la mujer durante 1260 años, para reunir al resto del remanente escatológico:
los que estarán vivos cuando Cristo regrese.
Respuesta al mensaje. El
ángel extiende a todos una invitación, un “temed a Dios”, “dadle gloria” y “adorad”.
Esta sucinta invitación resume la respuesta que Dios espera de la raza humana
al enfrentar las fuerzas del maligno en la última batalla del conflicto entre
el bien y el mal. El temor de Dios deriva del hecho de que él es grande,
majestuoso y único. Su presencia inspira temor porque él está más allá de
nuestra total comprensión (Deut. 7:21; 10:17; Mar. 9:2-6). Pero él nos dice “no
temáis”, porque su presencia no pone en peligro nuestra existencia; más bien
puede enriquecería superando nuestras expectativas. Así que la frase “temed a
Dios” expresa la idea de una sumisión confiada a Dios. Siendo que su presencia
también trae salvación a su pueblo, el “temor” que produce resulta en alabanza
y adoración a Dios. Quienes temen a Dios son aquellos que le alaban, confían en
él y guardan sus mandamientos (Deut. 8:6). El llamamiento a temer a Dios nos
invita a estar listos para encontrarnos con nuestro majestuoso y único Dios en
un estado de sumisión y compromiso con él a través de la obediencia a su buena
voluntad.
Con frecuencia en la Biblia el temor a Dios guía
al individuo a glorificarle (Apoc. 15:4; Mat. 9:8). En el Antiguo Testamento la
palabra hebrea traducida como “gloria” (kabod) significa “peso”. La gente creía
comúnmente que la función de una persona en la sociedad estaba determinada por
su “peso”, es decir, por la importancia e influencia del individuo. Las
personas sabias o ricas tenían una gran influencia; sus palabras y acciones
tenían “peso social e inspiraban respeto y honor. La sociedad admitía
públicamente su ‘gloria/peso’ al reconocer lo que habían hecho por otros. En
consecuencia, el verbo llegó a significar “ser honrado o reconocer la
importancia de alguien. Por lo tanto, dar gloria a Dios significa reconocerlo
como la persona más importante del universo. Nadie tiene mayor “peso” o
influencia que él en nuestra vida. Dar gloria a Dios es asignarle a él el
primer lugar en nuestra vida y oponerse al plan mundial del dragón que desea
robarle a Dios su gloria.
La urgencia de la
proclamación a temer a Dios y darle gloria resulta del hecho de que la hora de
su juicio ha llegado. El pregón de los mensajes de los tres ángeles tiene lugar
mientras el juicio anunciado por Daniel está todavía en progreso. El Juicio es
buenas nuevas porque nos informa que Cristo todavía está intercediendo en
nuestro favor en el santuario celestial y que aún queda tiempo para que nos
unamos a él en la batalla contra el dragón. Es la última oportunidad que tiene
la raza humana de unirse al Cordero en oposición a las fuerzas del mal.
El ángel convoca a la
humanidad a “adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes
de las aguas”. La adoración es un elemento clave en el conflicto cósmico porque
hace surgir el importante tema del objeto verdadero y correcto para adorar. El
dragón intenta colocarse, tanto él cómo la bestia que surge del mar, en el
mismo centro de la existencia humana al convertirse en el foco de su adoración
(Apoc. 13:4; 14:9). El remanente se compone de aquellos que han decidido adorar
sola y exclusivamente al Creador. El mandamiento del sábado describe a Díos
como digno de adoración porque él es nuestro Creador (Éxo. 20:11) y Redentor
(Deut. 5:15); v Juan usa parte de su lenguaje a fin de establecer la razón de
adorar a Dios.
El mensaje del
segundo ángel (Apoc. 14:8)
El mensaje del primer
ángel proclama esencialmente el triunfo del plan de Dios para el mundo,
mientras que el mensaje del segundo ángel anuncia el fracaso del plan del
dragón. La Escritura
utiliza el símbolo de una ciudad –Babilonia– para representar los logros del
dragón, de la bestia que surge del mar y de la bestia que surge de la tierra.
La caída de la ciudad describe la victoria de Dios sobre esos poderes malignos.
La Biblia
también describe a Babilonia como una mujer a fin de ilustrar que no es sólo un
poder político: una ciudad; sino también un poder religioso: una mujer. Ya
hemos visto que la Escritura
emplea a la mujer como símbolo de] pueblo de Dios, ya sea como una comunidad
fiel (Apoc. 12:1) o como una comunidad infiel: una prostituta (Apoc. 17:5). La
ciudad será destruida y la prostituta quemada con fuego (vers. 16).
En el Antiguo Testamento
Babilonia representa la arrogancia humana y la rebelión contra Dios. La
construcción de la torre de Babel (Gén. 11:1-9) representó tanto un rechazo de
la dirección divina como un intento de autopreservación mediante el esfuerzo
humano. Los babilonios llamaron a la ciudad Babilu, “puerta de los dioses”,
sugiriendo que a través de la ciudad tenían acceso a los dioses. La Biblia prefirió interpretar
ese nombre sobre la base de la palabra hebrea balal, confundir (vers. 9). La
ciudad, lejos de ser un lugar de acceso a Dios, era un centro de confusión.
Babilonia llegó a ser un símbolo apropiado para el archienemigo de Dios y de su
pueblo (Jer. 50:24, 28, 29).
El libro de Apocalipsis
usa el término Babilonia para describir al archienemigo de Dios y el remanente
en el tiempo del fin. Juan aplica la imagen de una prostituta a Babilonia para
recordarnos su verdadera naturaleza. Tal como se indicó anteriormente, el
símbolo de una prostituta representa a una comunidad infiel a Dios. Dicha
infidelidad se manifiesta en dos formas. En primer lugar, la comunidad rechaza
la verdad de Dios y practica un sistema sincretista de adoración que es
fundamentalmente un acto de idolatría (Jer. 2:23-25; Ose. 1-3). Pablo anunció
que este proceso de apostasía entraría en la iglesia (2 Tes. 2:3; Hech. 20:28,
29) y llevaría a la pérdida o distorsión de importantes verdades bíblicas.
En segundo lugar, la
infidelidad espiritual se manifiesta en un intento por depender del poder civil
en lugar del poder divino para lograr las metas de la comunidad (Eze. 16:26-29;
Lam. 1:21 9), desplazando a Dios y colocando su autoridad en manos del estado.
El libro de Apocalipsis describe a los poderes malignos buscando el apoyo de
los reyes de la tierra para impulsar sus planes contra Dios y el remanente
(Apoc. 17:12, 13).
El proceso de la
apostasía que Pablo predijo comenzó inmediatamente, se desarrolló durante la Edad Media , y alcanzará
dimensiones universales en el tiempo del fin con el apoyo del protestantismo
apóstata y el espiritismo. Luego la Babilonia escatológica amenazará la misma
existencia del remanente (Apoc. 13:15). Pero el mensaje del segundo ángel
proclama la caída de esa infame ciudad y el colapso de la coalición contra el
pueblo de Dios. Esta caída es, en primer lugar, de tipo espiritual al unir sus
fuerzas la bestia de] mar y el falso profeta con el dragón y los reyes de la
tierra en contra del remanente y su mensaje. Esto resultará en la polarización
de la raza humana. En segundo lugar, la caída es también la separación de la
coalición y el fracaso del dragón (Apoc. 17:15, 16). Nos estamos acercando
rápidamente hacia ambos eventos.
El mensaje del
tercer ángel (Apoc. 14:9-11)
El mensaje del tercer
ángel es una amonestación hecha a la raza humana para que despierte: una
advertencia acerca de los peligros que se hallan ante nosotros. Describe vívidamente
la experiencia de quienes se unirán a la coalición del dragón para pelear
contra el Cordero. Quienes adoren al enemigo y acepten voluntariamente la marca
de la bestia beberán del vino de la ira de Dios. El simbolismo de una copa de
vino conteniendo la ira judicial de Dios contra el mal aparece con frecuencia
en los escritos de los profetas Osa. 51:17; Jer. 25:15; Hab. 2:16), y señala
hacia la destrucción final y definitiva de los pecadores. “Como una bebida
embriagante, ésta priva de sus sentidos a quien deba tomarla, y lo hace
tambalearse y caer, al punto de que no puede ponerse en pie nuevamente. La
imagen transmite la idea de un juicio progresivo que lleva a la inconsciencia
total”.[3] El grado
del castigo depende de los actos de la persona (cf. Apoc. 22:12). El árbitro
moral del universo acabará con el conflicto cósmico. Los malos perecerán en
presencia del Cordero y de los ángeles; en otras palabras, serán testigos del
domino del Cordero antes que mueran.
El libro de Apocalipsis
toma prestado el lenguaje del anuncio profético de la destrucción de Edom para
describir la erradicación total del mal y de los pecadores que no se
arrepintieron en el universo. Isaías escribió: “Sus arroyos [de Edom] se
convertirán en brea, y su polvo en azufre, y su tierra en brea ardiente. No se
apagará de noche ni (le día, perpetuamente subirá su humo; de generación en
generación será asolada, nunca jamás pasará nadie por ella” (Isa. 34:9, 10). Es
un lenguaje de destrucción permanente y no de un tormento eterno. Juan emplea
la misma imagen para anunciar la exterminación total y final de los malos. No
hay descanso para ellos porque rechazaron el descanso que Cristo les ofreció
(Mat. 11:28-30). Sin embargo, nadie necesita pasar por tal experiencia dolorosa
porque Cristo ya bebió la copa de la ira de Dios por todos nosotros (Mar.
14:36).
Características
del remanente
Después de describir el
destino final de quienes siguen a la bestia y al falso profeta, el libro de
Apocalipsis exhorta al remanente a permanecer leal a Dios. Una vez más
encontramos el término “paciencia/resistencia” (véase Apoc. 13:10) y la
necesidad de guardar los mandamientos (véase Apoc. 12:17). Pero también surge
un nuevo elemento: ellos tienen la fe de Jesús. Podemos entender esa frase como
que deben permanecer leales al mensaje de Jesús (véase 2 Tim. 4:7). Pero
también podría indicar que ellos mantienen su fe en Jesús, es decir, ponen su
fe en la obra que Cristo logró en su favor en la cruz. La ambigüedad de la
frase sugiere la presencia de ambas ideas: que el remanente permanece leal al
mensaje de Jesús, incluyendo el reconocimiento de que la salvación viene sólo
por medio de la fe en él, Ellos creen que la ley y el evangelio no deben
separarse uno de otro. Aquellos que han aceptado la salvación sólo a través de
Cristo también guardan los mandamientos.
¡El plan de Dios
triunfará, y nosotros somos parte de él!
Ángel Manuel Rodríguez (Th D.
Andrews University)
Ex-director del Instituto de
Investigación Bíblica de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo
Día.
*Publicado originalmente en inglés
en Ángel Manuel Rodríguez, Future Glory. The 8 Greatest End-Time Prophecies in the Bible
(Hagerstown, MD: Review and Herald, 2002), 125-136. Véase
también en español publicado por la Asociación Casa Editora Sudamericana en el
año 2001.
[1]Elena G. de White, El conflicto de
los siglos, pág. 707.
[2]G.B. Caird, A Comentary on the
Revelation of St. ¨John the Divine (Nueva York: Harper and Row, 1966), 182,
183.
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