Tengo
una consulta con respecto a la adoración: ¿Qué elementos son apropiados y
cuáles no?
Ángel Manuel Rodríguez
Su
pregunta es extremadamente importante. Uno de los mayores elementos de nuestra
misión es exhortar al mundo a adorar a Dios (Apoc. 14:7). En la búsqueda de
lineamientos relevantes para nosotros actualmente, abordaré algunos de los
mayores temas de la adoración bíblica y sus expresiones.
1.
Dios es el centro. La adoración está definida por el reconocimiento personal y
colectivo de los creyentes de que Dios es el único ser digno de honra suprema.
En la Biblia, Dios es el único, legítimo y exclusivo objeto de adoración (Éxo.
20:2, 3; Luc. 24:53). Este hecho está fundamentado en su poder creador y
redentor (Apoc. 4:11; 5:12). La adoración es la respuesta del ser interior ante
la percepción de la majestad, el misterio y lo incomparable del Dios revelado
en su obra de creación; confrontados con él, nuestra vida encuentra su lugar de
origen y vibra por el gozo, el agradecimiento y el temor reverente que sólo
Dios puede inspirar. Dado que todo en el universo pertenece al orden de lo
creado, es reprensible, incluso hasta una abominación, desplazar a Dios del
centro de adon bíblica debería reglar cualquier actividad que forme parte de
ella.
2.
El papel de las emociones. La adoración es más que una actitud; también es una
acto. Ya que somos seres emocionales, es imposible separar nuestras emociones
de la práctica de la adoración. En ese acto santo, adoramos y agradecemos a
Dios (Sal. 118:28), y expresamos nuestro gozo y gratitud por medio de ofrendas
(1 Crón. 16:29) y cánticos (Sal. 147:1). Incluso clamamos a él en busca de
liberación, perdón y guía (Sal. 139:23, 24; 142), como una respuesta a su
presencia en nuestra vida. La tentación es utilizar la adoración como una
avenida sociopsicológica para "sentirnos bien" con nosotros mismos y
ser aceptados por los demás; cuando esto sucede, hemos cambiado,
imperceptiblemente, el centro y el foco de la adoración desde el Creador y
Redentor hacia nosotros mismos, con el riesgo de caer en la idolatría. Llevamos
hasta él nuestra gratitud, nuestras necesidades, nuestros temores y nuestras
preocupaciones con el fin de adorarlo por lo que ha hecho y hará por nosotros.
3.
El papel del cuerpo. No podemos separar nuestras emociones de su expresión
física. En la adoración, venimos ante el Señor como seres emocionales y
físicos. El acto de adoración involucra nuestro cuerpo como un vehículo a
través del cual nuestras emociones se expresan. En la Biblia, los adoradores
elevaban sus manos para ofrecer peticiones a Dios (Sal. 141:2; 1 Tim. 2:8),
permanecían de pie (2 Crón. 7:6), se arrodillaban (1 Rey. 8:54) o se inclinaban
con su rostro hasta el suelo para adorar (Neh. 8:6). Utilizaban su lengua y sus
labios para alabar a Dios (Col. 3:16), y sus oídos para capturar la belleza de
los instrumentos musicales (Sal. 33:2, 3) y de la lectura de las Escrituras (1
Tim. 4:13). Además, los adoradores se unían en procesión hasta el templo para
adorar al Señor (Sal. 68:24, 25).
La
manera en la que el cuerpo es utilizado para expresar emociones varía de
cultura en cultura. Lo que es apropiado en una cultura puede ser ofensivo en
otra; por lo tanto, es importante tener en mente que el propósito de la
adoración no es estimular nuestras emociones y sus expresiones corporales (como
suele suceder por medio de la música estridente) con el objetivo de crear un
sentimiento de bienestar en el adorador. Eso podría desplazar a Dios del centro
exclusivo de adoración, situando allí la satisfacción de nuestras necesidades
psicológicas. La participación moderada de nuestras emociones y su expresión a
través del cuerpo en la adoración comunitaria no debería distraer nuestra
atención ni la de los demás de lo que probablemente sea lo más importante: oír
la palabra de Dios y su proclamación.
Concurrimos
a la iglesia con el fin de adorar a Dios, alabarlo y agradecerle por todas sus
bendiciones, para ser instruidos por su Palabra, para celebrar la Santa Cena,
para ser entrenados en la proclamación del evangelio y para confraternizar con
otros creyentes. La adoración no es una forma de entretenimiento que necesita
ser adaptada al gusto de los individuos por medio de prácticas de mercadeo. La
música que interpretamos, los cánticos que entonamos, las oraciones que
ofrecemos son nuestros lánguidos intentos por adorar al Señor, y expresar nuestro
amor y nuestro agradecimiento a aquél que ha hecho tanto por nosotros por medio
de Cristo.
Ángel Manuel Rodríguez
Ex-director del Instituto de Investigación Bíblica de la
Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día.
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