Volviendo
a los orígenes: Génesis 1-3 y el centro teológico de las Escrituras
Richard Davidson
Universidad Andrews, Michigan, USA
Introducción
En tiempos modernos los eruditos bíblicos han
propuesto muchas sugerencias con respecto a lo que constituye el centro teológico
de las Escrituras. Personalmente he reunido más de treinta propuestas
diferentes que en el ámbito de la erudición se supone que sea el centro del AT
o de la Biblia como un todo[1] y
aquí les presento una lista parcial de dichas propuestas (y un erudito
representativo para cada propuesta):
1. El Pacto (Walter Eichrodt)
2. La santidad de Dios (Ernst Sellin)
3. La “experiencia de Dios” (O. J. Baab)
4. Dios como Señor (Ludwig Koehler)
5. La elección de Israel como pueblo de Dios
(Hans Wilberger)
6. El dominio de Dios (Horst Seebass)
7. El reino de Dios (Guenther Klein)
8. La “comunión” (Th. C. Vriezen)
9. El gobierno de Dios y la comunión entre Dios y el hombre (Georg
Fohrer)
10. Pacto-reino (Rudolph Schnackenburg)
11. Yahveh el Dios de Israel; Israel el pueblo de Yahweh (Rudolf
Smend)
12. La exclusividad de Dios (W. H. Schmidt)
13. El nombre de Yahweh (el primer mandamiento, Walter Zimmerli)
14. El libro de Deuteronomio (H. Herrmann)
15. Promesa-bendición (Walter Kaiser)
16. La fe en la creación (H. H. Schmid)
17. Justicia (Walter Dietrich)
18. Justicia y rectitud (Rolf P. Knierim)
19. La presencia elusiva de Dios, con una dialéctica de la crítica
y la estética (Samuel Terrien)
20. Yahweh. Con la teología deuteronomística de la historia como
el centro secreto (Gerhard von Rad en sus últimos años)
21. Dios como el centro dinámico unificador (Gerhard Hasel)
22. No tiene centro (Gerhard von Rad en sus primeros años y George
Ernest Wright)
23. Dios-Hombre-Salvación (G. A. F. Knight)
24. Cristo (H. L. Elison)
25. La dialéctica de la liberación y bendición (Claus Westermann)
26. La dialéctica de la providencia y la elección (Walter Brueggemann
en sus primeros años)
27. La dialéctica de la ley y la promesa
(Ronald E. Clements)
28. Un centro múltiple “expresado diagramáticamente por un
cilindro elíptico. El centro es Cristo, los puntos focales son Dios (Yahweh) y
el pueblo (Israel); los estratos concéntricos del cilindro son la elección, la promesa,
el pacto, el reino, etc.; y la longitud del cilindro es el tiempo en el cual
Israel tuvo su experiencia con Dios en la historia” (D. F. Baker)
29. Un centro cuádruple de liberación, comunidad, conocimiento de
Dios y vida abundante (Elmer Martens)[2]
30. La imagen metafórica de la sala de la corte judicial: reclamos
legales, —testimonio, disputa, intercesión— afirmada por Yahweh, el Dios de
Israel (Walter Brueggemann)[3]
31. Monoteísmo —la existencia y la adoración de un solo Dios (Oaul
R. House)[4]
32. La hermenéutica de la gracia (J. McCann, Jr.)[5]
33. La historia de la salvación (Oscar
Cullmann)[6]
Pareciera, según esta lista, que algunos
eruditos sugieren un tema singular como el centro teológico, otros proponen un
centro bipolar (dialéctico), y otros todavía arguyen por un conjunto de varios
temas. Otros incluso niegan la existencia de algún centro teológico de la
Biblia.
Una metodología sugerente que permita mostrar el centro
teológico de la Escritura
En medio de esta plétora de propuestas para
el centro teológico del AT y de la Escritura como un todo, ¿cómo puede uno
decidir cuál, si es que lo hay, es el correcto? Yo he meditado largamente este
asunto. En este estudio sugiero que tal vez hemos hecho de la elección del
centro de la Escritura un asunto muy complicado, y hemos pasado por alto la
localización más obvia para el descubrimiento de este centro. ¿Cómo encuentra
uno la tesis principal de cualquier libro que no sea de ficción? Como profesor
de seminario, yo necesito mantenerme al tanto de muchas disertaciones que aparecen
cada año en mi disciplina. Muchas de ellas no son dignas de gastar horas
leyendo cada página de la tortuosidad de su argumentación. De manera que ¿cómo
descubro yo el argumento principal? En un libro regular que no sea de contenido
ficticio, uno descubre el argumento principal del libro leyendo su introducción
y su conclusión. ¿Por qué no hacer lo mismo con la Biblia? ¿Acaso Dios no
inspiró la Biblia para que fuera escrita de modo que pudiera ser entendida por
los humanos? ¿No habría él usado la manera familiar que tenemos al leer otros
libros al aclararnos su mayor centro? Así pues, yo sugiero que el asunto
central de la Biblia aparece en sus capítulos iniciales y finales.
Esta posibilidad de sentido común es sugerida
por una tendencia relativamente reciente en la erudición bíblica. En los últimos
treinta años, o algo parecido, se ha dado una atención renovada a la forma
final de la Escritura, y Gén 1-3 ha sido de manera creciente reconocida como
algo aparte de la Escritura, constituyendo una especie de prólogo o
introducción. Estos capítulos iniciales de la Escritura son ahora considerados
ampliamente como los que nos proveen el paradigma para el resto de la Biblia.[7]
Así, por ejemplo Phyllis Bird escribe:
Canónicamente,
el entendimiento de la naturaleza humana expresado o implicado en las leyes, la
literatura sapiencial, las narraciones, los textos proféticos y otros géneros
de las Escrituras hebreas pueden ser vistos como un comentario de los textos de
la creación... La primera declaración de la Biblia concerniente a la humanidad
permanece como la declaración normativa que gobierna a todos los demás.[8]
John Ranking resume la convicción creciente
entre los eruditos bíblicos, declarando: “ya sea uno liberal o evangélico, es
claro que Gén 1-3 es el fundamento interpretativo de toda la Escritura”.[9]
Yo he llegado a la convicción de que en estos
capítulos introductorios de Gén 1-3 está resumido el centro multifacético de
las Escrituras. Así pues, le invito a ir “de vuelta al principio”, para
vislumbrar las grandes pinceladas del centro teológico de las Escrituras a
medida que éste surge de la introducción canónica de la Biblia.
El centro teológico, tal como emerge de Gén 1-3
1. Al abrir uno la primera página de la
Biblia y leer sus dos primeros capítulos ¿qué tema es aparente de inmediato?
Sí, la creación divina. Y no solamente la creación per se, sino el diseño original
de Dios para su creación: para Adán y Eva, su hogar, su trabajo, su dieta, su
relación social con cada una de las especies animales, su día de descanso, etc.
De manera que la creación es una primera faceta obvia del diamante
multifacético que abarca el centro teológico al comienzo de la Escritura.
2. Pero una mirada más cercana nos revela un
asunto aún más resaltante. ¿Por qué el relato de la creación es presentado en
dos partes? Al mencionar la semana de la creación en Gén 1 (que en realidad
continúa en Gén 2:4a), el Creador es denominado “Dios”, usando el sustantivo
hebreo Elohim; en tanto que en el resto del capítulo 2, que abarca la segunda
parte del relato de la creación, el autor menciona al Creador con el nombre de Yahweh en hebreo, que
generalmente es traducido como “Señor”.
Los críticos han alegado que esta
peculiaridad proporciona la evidencia que existen dos fuentes para dos relatos
distintos, pero al alegar de este modo ellos pasan por alto el punto central profundo
que es bosquejado en estos dos capítulos. Estudios recientes han mostrado que
las dos partes no presentan dos conjeturadas fuentes, sino más bien forman una
unidad compuesta por un solo autor.[10]
En Gén 1 y 2 Moisés no sólo está describiendo el acto divino de la creación
original de Dios diseñado para la humanidad. Él también está revelando
elocuentemente el carácter de Dios.
En Gén 1 Dios aparece como Elohim. Éste es el nombre
genérico de Dios. El significa
“poderoso”, y el plural probablemente sirve como un superlativo, significando
“el Todopoderoso”. Él es el Dios omnipotente. Él habla y es hecho. Él es el Trascendente,
totalmente separado y por encima de su creación. Él es el Infinito, el Creador
todopoderoso y soberano. Él es Elohim.
En Gén 2 es introducido el nombre Yahweh junto con Elohim. Yahweh es el
nombre personal, o el de pacto de Dios. Él es quien desciende para estar con
sus criaturas, que se inclina sobre un trozo de arcilla, y sopla en las narices
de Adán el aliento de vida; el que toma una de las costillas de Adán y diseña
arquitectónicamente una hermosa criatura para que sea su compañera.
Él es el Dios íntimo y cuidadoso. Dos nombres
de Dios —y un doble retrato del carácter de Dios. Sólo el verdadero Dios de la
tradición judeo-cristiana es tanto infinito (Elohim) como personal (Yahweh). Los dioses de las religiones orientales son infinitos, pero no
personales; los dioses de los griegos en el occidente son personales, pero no
infinitos.
Solamente el Dios de las Escrituras es ambas
realidades. Él es todopoderoso; Él puede hacer cualquier cosa; Él es el
sustentador de todo; Él es todo misericordioso.
De esta manera en el acto dramático de la
creación en Gén 1 y 2 Moisés describe la creación de Dios y su propósito
original para el hombre y este planeta. Ésta es la primera faceta teológica central
de la Escritura. Pero lo que es más, como una segunda faceta, es que Moisés
indica claramente el carácter de Dios. ¿Por qué es tan importante enfatizar el
carácter del Creador justo aquí al comienzo de la Escritura? Solamente contra
este trasfondo podemos captar el punto en Gén 3.
3. Gén 3 describe el surgimiento de un
conflicto moral sobre la tierra. Y ¿cuál es el asunto de este conflicto? El
asunto es el carácter de Dios. La serpiente arroja dudas sobre la bondad del
Creador, con sus preguntas insinuantes a Eva. En esencia, la serpiente sisea:
“¿Crees tú que Dios haya dicho realmente eso? Mírame, yo he comido el fruto y ahora puedo
hablar. ¿Te imaginas lo que serías capaz de hacer si comieras? ¡Serás semejante
a Dios! En realidad Dios está tratando de privarte de algo, porque no quiere
compartirlo. Pero tú en realidad no morirás al comer.
Porque ¿no es él acaso el todopoderoso y
misericordioso Dios que dice ser?” Adán y Eva creyeron la insinuante mentira de
una serpiente y las puertas del diluvio se abrieron para inundar el mundo. La
tercera faceta del centro teológico de la Escritura es el surgimiento de la
controversia moral; y este conflicto se ensaña contra el carácter de Dios.
Leemos en la primera parte de Gén 3:15 las palabras de Dios: “Yo pondré
enemistad entre ti (la serpiente) y la mujer, y entre tu descendencia y la
descendencia de ella”. Aquí está la predicción del conflicto moral continuo a
lo largo de la historia entre los descendientes espirituales de Satanás y los
descendientes espirituales de Eva.
4. Pero éste mismo versículo revela también
una cuarta faceta de este diamante que es el centro de la Escritura. ¿Es la enemistad
descrita en el versículo 15 un odio natural? ¡No! Después que Adán y Eva
pecaron, no había más enemistad natural entre ellos y la serpiente. Ellos
mismos se habían vendido a la serpiente, y sus corazones se convirtieron
depravados e inclinados hacia el mal tal como el de la serpiente. Ellos no
odiaban el mal; ellos eran atraídos por el mal. Pero en este versículo Dios mismo
promete implantar enemistad entre Eva y la serpiente y entre los descendientes
espirituales (una “simiente” colectiva) de ambos.[11]
Aquí está la primera promesa evangélica. La estructura de todo el capítulo tres
de Gén es quiásmica, y exactamente en el centro, y en el ápice del quiasmo, vv.
14-15,[12]
se encuentra lo que los teólogos denominan el protoevangelio —¡la primera
promesa evangélica!
La mitad de Gén 3:15 va al corazón de esta
promesa y muestra que está centrada en una persona. Dios dice a la serpiente: “Él
te aplastará la cabeza, y tú aplastarás su calcañar”. En una disertación
doctoral acuciosa, Afolarin Ojewole, muestra cómo en este versículo el
conflicto se estrecha desde muchos descendientes (una “simiente” colectiva) en
la primera parte del versículo a un pronombre singular masculino en la última
parte del versículo —Él— la Simiente representativa final de la mujer, posteriormente
revelada como el Mesías, herirá tu cabeza; Satanás, y tú herirás su talón.[13]
Ésta es la cuarta faceta del centro teológico de la Escritura —la promesa de
redención centrada en la persona de la simiente mesiánica. El lenguaje de pacto
encontrado en conexión con Gén 3:15, hecho incluso más explícito posteriormente
en el canon bíblico, indica que esta promesa es en realidad el primer anuncio
de pacto eterno entre el Padre y el Hijo, que una solución para el problema del
pecado sería establecida.[14]
Así la cuarta faceta del centro teológico es la promesa del pacto evangélico de
una solución al conflicto moral, centrado en la simiente mesiánica.
Resumen
Ha habido muchas sugerencias de parte de los
eruditos bíblicos acerca de qué es lo que constituye el centro teológico de las
Escrituras. En los últimos años, una cantidad de académicos han reconocido que
los primeros capítulos de la Biblia, Gén 1-3, proveen un paradigma canónico
para el Pentateuco, así como para todas las Sagradas Escrituras. En este
trabajo, yo sugiero que una cuidadosa lectura de Gén 1-3 permite emerger el
multifacético centro teológico de las Escrituras. Este centro encuentra además
un substancial apoyo en la introducción cronológica de su compañero bíblico, el
libro de Job, el cual fue escrito alrededor de la misma época cuando se
escribió el Génesis, y también en la conclusión de las Escrituras, Apocalipsis
20-22. Los comentarios inspirados de Elena de White también apoyan a las
conclusiones arribadas en Gén 1-3. El multifacético centro teológico de las
Escrituras no es para ser usado como un principio organizativo reduccionista
para la teología bíblica, sino como un punto de orientación, desde el cual ver
holísticamente los contenidos del resto de la Biblia.
[1]La mayoría de estas propuestas, con referencias bibliográficas,
están resumidas en Gerhard F. Hasel, Old
Testament Theology: Basic Issues in the Current Debate, 4ta. Edición
revisada y aumentada (Grand Rapids: Eerdmans, 1991), 139-171. Henning Graf Reventlow,
Problems of
Biblical Theology in the Twentieth Century, trad. John Bowden (Philadelpia: Fortess,
1986),145-178: D. L. Baker, Two Testaments, One Bible: A Study of Some Modern Solutions
to the Theological Problem of the Relationship between the Old and the New
Testaments (Downers
Grove: InterVarsity, 1977), 377-386. Los
centros propuestos que no aparecen en estos estudios básicos aparecen en notas
de pie de página por separado.
[2]Elmer A. Martens, God’s Design: A
Focus on Old Testament Theology (Grand Rapids: Baker, 1981), 11-24.
[3]Walter Brueggemann, Theology of
the Old Testament: Testimony, Dispute, Advocacy (Minneapolis: Fortress, 1997), xvi-xvii.
[4]Paul R. House, Old Testament
Theology (Downers Grove:
InterVarsity Press, 1998), 56-57.
[5]J. Clinton McCann,
Jr., “The Hermeneutics of Grace: Discerning the Bible´s ‘Single Plot,’” Interpretation
57 (2003) 9-15.
[6]Oscar Cullmann, Salvation in
History (New York: Harper
& Row, 1967), 294ss. Aunque Cullmann era un erudito
neotestamentario, él sugirió que la historia de la salvación era el centro
teológico de toda la Biblia.
[7]Ver, e.g., Deborah F.
Sawyer, God, Gender
and the Bible (London:
Routledge, 2002), 24, 29.
[8]Phyllis A. Bird,
“‘Bone of my Bone and Flesh of my Flesh’” , ThTo 50
(1994) 525, 527.
[9]John Ranking, “Power
and Génder at the Divinity School” en Kelly Monroe, ed., Finding God at
Harvard: Spiritual Journey of Thinking Christians (Grand Rapids: Zondervan, 1996), 203.
[10]Ver especialmente los
siguientes: Jacques Doukan, The Literary Structure of the Génesis Creation Story, Andrews University
Seminary Doctoral Dissertation Series, vol. 5 (Berrien Springs: Andrews
University Press, 1978); William Shea, “Literary Structural Parallels between
Génsis 1 and 2”, Origins 16
(1989) 49-68. Para la evidencia que apoya la unidad y/o la
autoría mosaica del Gén (y del Pentateuco como un todo), ver por ejemplo, Gleason
L. Archer, A Survey of Old Testament Introduction
(Chicago: Moody Press, 1974) 81-176 (y de
manera especial 127-128); Umberto Cassuto, The
Documentary Hypothesis (Jerusalem: Magnes
Press, 1961); idem, A Commentary on the Book of Génesis, vol. 1, trad. Israel Abrams (Jerusalem: Magnes Press, Hebrew University, 1961), 7-20;
84-100; Duane Garrett, Rethinking Génesis: The Sources and Authosship of the
First Book of the Pentateuch (Grand Rapids: Baker Books, 1991); R. K. Harrison, Introduction
to the Old Testament (Grand Rapids: W. E. Erdmans, 1969), 495-541; Gerhard Hasel, Biblical
Interpretation Today (Washington: Biblical Research Institute, 1985); I. M. Kikawada y A.
Quinn, Before Abraham
Was: The Unity of Génesis 1-11 (Nashville: Abingdon, 1985); Kenneth A. Kitchen, Ancient Orient
and Old Testament (Chicago: Inte Varsity, 1968), 112-135; John Sailhamer, The Pentateuch
as Narrative: A Biblical- Theological Commentary (Grand Rapids: Zondervan, 1992), 1-79:
Herbert M. Wolf, An Introduction to the Old Testament (Chicago: Moody Press, 1991), 51-78.
[11]Apoyo exegético para esta interpretación se puede encontrar en
Afolarin O. Ojewole, “The Seed in Génesis 3:15: An Exegetical an Intertextual
Study”, tesis doctoral en la Universidad Andrews, 2002, 155-165, 183-190.
[12]Ojewole, “The Seed in Génesis 3:15”, 97-98.
[13]Ibíd.,
190-207.
[14]Ver O. Palmer
Robertson, The Christ of
the Covenants (Philipsburg:
Presbyterian and Reformed Pub. Co., 1980), 93-107.
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