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6 jul 2015

Doctrinas bíblicas

29 nov 2012

Apocalipsis: Terremotos, maremotos, guerras, crisis… ¿Será que se acerca el fin?


Fernando L. Canale

“Todo —los pueblos y ciudades aplastadas por un torrente de barro y muerte— es abrumador y casi incomprensible”.[1] Con estas palabras Paul Theroux expresaba la impresión de millones frente a la devastación del épico maremoto que recientemente arrasó a Japón. Pero eso no era todo lo que sucedía en el mundo. En un artículo titulado, “Aumenta el caos total: Catástrofes nucleares, revoluciones, y tensiones económicas”, la periodista Tina Brown reflexionaba: “¿Se ha enloquecido el mundo?”.[2]

Sintetizando los desastres que se sucedieron rápidamente durante los primeros meses de este año, la portada de la revista Newsweek anunciaba ominosamente: “Llegó el Apocalipsis: maremotos, terremotos, desastres nucleares, revoluciones, economías al borde de la ruina. ¿Qué nos depara el futuro?”.[3] A pesar de los extraordinarios avances de la ciencia y la tecnología, las perspectivas no parecen alentadoras para la humanidad.

La pregunta ¿qué nos depara el futuro? nos confronta con nuestro destino personal y colectivo. Muchos suponen que pensar en el futuro no es posible ni importante porque, de acuerdo con el dicho, “lo que será, será”; el futuro está fuera de nuestras manos. Sin embargo, vivir implica anticipar el futuro. Consecuentemente, todos tenemos algunas ideas acerca de lo que ocurrirá. Aunque a simple vista nuestras expectativas parezcan meras opiniones personales para compartir entre amigos, ellas determinan en gran manera lo que hacemos y llegaremos a ser. Por lo tanto conviene que pensemos en lo que puede depararnos el futuro.

Anticipando el futuro

La ciencia, los horóscopos, y los médiums espiritistas son algunas de las maneras en que los seres humanos intentan anticipar lo que sucederá. Pero la única forma de hacerlo con seguridad es consultando a Aquel que por naturaleza es dueño del futuro: Dios. Entonces, nuestra pregunta acerca de lo que nos depara futuro debiera ser: ¿Qué nos dice Dios acerca de lo que ocurrirá con nuestro planeta? Para poder contestar esta pregunta debemos considerar lo que nuestro Señor Jesucristo dijo acerca del futuro a sus discípulos.

¿Temor o esperanza?

¿Debemos temer las cosas que sobrevendrán a la tierra o podemos abrigar esperanza en un mundo mejor? En nuestros días asociamos la palabra “Apocalipsis” con la destrucción total del planeta Tierra, y por lo tanto la relacionamos con eventos extremadamente destructivos.[4] Una perspectiva tal solo puede generar temor y ansiedad acerca de las cosas que sobrevendrán.

Sin embargo, el mensaje del Apocalipsis no se centra en la destrucción del planeta sino en su restauración total física y espiritual (Apocalipsis 21:1). Pero de acuerdo con la Biblia, hay algo más importante en el futuro del planeta Tierra que la renovación a su perfección original. El Cristo quien ascendió a los cielos después de su muerte y resurrección prometió que retornaría en las nubes (Hechos 1:11) para morar con los seres humanos (S. Juan 14:1-3; Apocalipsis 21:3). Estos acontecimientos monumentales solo pueden generar esperanza y una visión altamente positiva del futuro de la humanidad.

La cercanía del futuro que anhelamos

Pero ¿cómo se relaciona la multiplicación de hechos catastróficos con la venida de Cristo y el futuro grandioso de nuestro planeta? Cuando sus discípulos le preguntaron cuándo su reino sería instaurado, Jesús mencionó, entre otras cosas, que antes de su retorno a la tierra habría guerras y rumores de guerras; se levantaría nación contra nación, y reino contra reino; y habría pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares (S. Mateo 24:6–8). Estos acontecimientos indicarían la cercanía de su venida, como los nuevos retoños de la higuera indican que el verano está a las puertas (S. Mateo 24:32, 33). Desde la perspectiva de la fe cristiana, entonces, las catástrofes se transforman en signos de esperanza. Ellas anuncian el pronto regreso del Salvador del mundo y la inauguración de su reinado eterno.

Accediendo al futuro eterno

Desde la perspectiva humana, las catástrofes que se suceden rápidamente y aumentan en intensidad auguran un futuro incierto y desesperanzador. Pero el poder creador y la fidelidad de Cristo garantizan el cumplimiento de su promesa de restaurar nuestro planeta a su perfección original (Apocalipsis 21:5). Pero, ¿quiénes participarán en el futuro glorioso de la humanidad cuando Cristo regrese? Cristo dejó claro que solo aquellos quienes por fe acepten la primacía de su voluntad y vivan permanentemente de acuerdo con ella participarán en su futuro reino. Consecuentemente, Cristo recomendó a sus discípulos que estuvieran preparados para el día de su venida (S. Mateo 24:42-44). La preparación es necesaria porque el mismo Cristo la tomará en cuenta cuando juzgue quienes participarán en su futuro reino y determine quienes serán excluidos de él para siempre (S. Mateo 25:31-46).

El futuro hoy

¿Qué preparación necesitamos para participar del futuro glorioso de la humanidad? Necesitamos poseer fe y amor en Cristo (Santiago 2:5) que nazcan sinceramente de lo profundo de nuestro corazón (Deuteronomio 6:5; S. Lucas 10:27). Tener fe significa confiar plenamente en Dios como los niños confían en sus padres (S. Mateo 18:3). Confiar en su voluntad, su ley y sus promesas expresadas en las Sagradas Escrituras. Amar a Cristo significa abrirle el corazón completamente y aceptar su consejo y dirección (ver Proverbios 23:26). Al depositar nuestra confianza en Dios y amarlo, nos arrepentimos de los errores de nuestra vida pasada y comenzamos una nueva manera de vivir bajo la dirección y compañía de Cristo (S. Mateo 3:2, S. Juan 3:5). Esta transformación interna y externa nos hace miembros del reino de Cristo ahora y nos asegura por su gracia una parte en la asombrosa renovación del planeta que Cristo ejecutará antes de establecer su reino eterno sobre la tierra.

Conclusión

Recientemente, una secuencia de catástrofes impresionantes ha llamado la atención del mundo y nos invita a pensar acerca del futuro. Al considerar estos hechos catastróficos, la mayoría de los seres humanos percibimos solo proporciones alarmantes de destrucción y desorden social. Nuestra aprensión crece cuando advertimos que la ciencia y la tecnología humanas son impotentes para anticiparlos, prevenirlos y evitarlos. No es de extrañar que la revista Newsweek preguntara: “¿Qué nos depara el futuro?”

Desde la perspectiva humana, el futuro parece ser una fuente inagotable de desastres que amenazan la vida y estabilidad del planeta. La noción que un mega desastre o una secuencia de ellos pueda destruir la vida en nuestro planeta parece ganar credibilidad. Esta situación inevitablemente engendra temor e inseguridad que solo pueden afectar nuestra existencia negativamente.

Pero desde la perspectiva de la fe cristiana, los mismos acontecimientos no se ven como heraldos de más calamidades y destrucción sino como señales de la pronta llegada del futuro eterno deseado por todas las naciones. Nos dicen que la historia como la conocemos se acerca a su final. La aurora de una nueva historia de la humanidad se aproxima vertiginosamente. Querido lector, te animo a considerar ambas perspectivas cuidadosamente. No olvides que el futuro eterno está disponible para ti ahora en la persona de Jesucristo. ¿Depositarás tu fe y amor en él? Lo que el futuro te deparará depende de la forma en que contestes a esta pregunta.


Fernando L. Canale (Ph.D. Andrews University)
Profesor de Filosofía y Teología en Andrews University
Berring Spring, Michigan, EE.UU.


* Publicado en la revista El Centinela, agosto 2011.
[1]Paul Theroux, Nightmare and Defiance, Newsweek, 20 de marzo, 2011.
[2]Tina Brown, The Mayhem Mounts: Meltdowns, Revolts, and Economic Stress, Newsweek, 20 de marzo, 2011.
[3]Portada de Newsweek, 20 de marzo, 2011.
[4]Véase por ejemplo Apocalypse, New Oxford American Dictionary, (Oxford: Oxford University Press, 2005).

13 jul 2012

La verdad acerca de la Verdad. Greg A. King


La verdad acerca de la Verdad[*]
“¿Qué es la verdad?” (Juan 18:38)


Greg A. King

La profunda pregunta de Pilato toca un tema de interés universal. En este artículo vamos a destacar seis verdades que la Biblia enseña acerca de la Verdad.

Verdad N°. 1: La verdad existe

La Biblia llama a Dios “Dios de verdad” (Salmo 31:5) y dice que Jesús vino a esta tierra “lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). Puesto que la verdad es una parte esencial de la naturaleza de Dios y Jesús es la verdad en persona y vino a revelarnos la verdad, podemos estar seguros de que la verdad existe. Hace algunas décadas no era necesario establecer este concepto. La existencia de verdades absolutas se daba por sentada. Sin embargo, hoy vivimos en una época en que muchos creen que todo es relativo y que no hay principios absolutos de moral. Sus principios morales son muy flexibles, y sostienen que lo que es verdad para una persona puede no serlo para otra. Pero esa no es la perspectiva bíblica. Las Escrituras enseñan que hay verdades absolutas que continúan siendo verdad, sea que uno concuerde con ellas o no.

En una de mis clases pedí a un grupo de universitarios que cerraran los ojos y apuntaran hacia lo que creían fuese el norte. Entonces les pedí que siguieran señalando en esa dirección mientras abrían los ojos. Este ejercicio demostró que no todos tienen buen sentido de la dirección. Algunos estaban apuntando hacia el este, el sur o el oeste. Tal vez alguno apuntara hacia arriba (después de todo, el norte está siempre arriba en los mapas). Y algunos estaban en lo cierto y señalaban hacia el verdadero norte. Pero no importa hacia dónde estuvieran apuntando, eso no cambiaba la posición del norte.

El director de un centro de aviación me explicó que es posible que un piloto volando entre nubes pierda la sensación de dónde está la tierra. En otras palabras, que no sepa dónde es arriba y dónde es abajo. Esta desorientación espacial se llama vértigo. Obviamente, se trata de una situación peligrosa para un piloto. Si cree que está ascendiendo cuando en realidad está por estrellarse, el avión está en grave peligro.

Esta situación mortal que a veces viven los pilotos es una metáfora del mundo contemporáneo. El mundo en que vivimos está sufriendo de vértigo moral. Muchos están confundidos y desorientados. Vemos los resultados en la desintegración de nuestras familias y la sociedad. Oímos historias horripilantes y atrocidades terribles que ocurren a nuestro alrededor. Pareciera que vivimos otra vez en los días del antiguo Israel, cuando “cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21:25).

Un piloto necesita ver el horizonte como punto de referencia o, si no es visible, tiene que consultar instrumentos de la aeronave tales como el altímetro para contrarrestar este vértigo. Del mismo modo, los cristianos necesitamos los puntos de referencia que nos da la Palabra de Dios, la voz guiadora del Espíritu Santo que oíamos al orar y el consejo y la compañía de amigos cristianos para poder vivir la verdad.

No importa lo que diga el mundo contemporáneo, la verdad existe. Hay una realidad objetiva. Hay principios morales absolutos y verdades eternas. Por ejemplo, la verdad de que Jesús murió por tus pecados y los míos. O la verdad de que viene otra vez, que tiene un plan para nuestra vida, que quiere que cada uno de nosotros sea parte de su familia, la iglesia, y que ayudemos a los necesitados. La verdad existe.

Verdad N°. 2: La verdad es importante

No sólo existe la verdad, sino también es importante. Es vital. Es significativa. En 2 Tesalonicenses 2:13 Pablo declara que Dios nos ha “escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad”. También 3 Juan 4 declara: “No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad”. Siendo que somos salvos al aceptar la verdad y que Dios se alegra al ver que sus hijos viven la verdad, es evidente que la verdad es importante. A veces estamos confundidos sobre qué es lo verdaderamente importante en la vida. Nos distraemos con los deportes, las películas, los negocios o la política. Pero la manera en que respondemos a la verdad de Dios es más importante que ninguna otra cosa. Importa más que nuestras buenas calificaciones o el haber completado estudios en una universidad prestigiosa. ¡La verdad importa!

¿Has notado que cuando te das cuenta que algo te afecta personalmente se vuelve de pronto mucho más importante? Imagínate que estás viajando lejos de tu hogar y súbitamente oyes por la radio que un terremoto o un tornado han golpeado a tu ciudad. De pronto eres todo oídos. Quieres saber todo lo posible sobre la magnitud del desastre. ¿Por qué? Porque te afecta. Y es por eso que la verdad es importante. Nos afecta a todos.

La manera en que respondemos a la verdad de Dios afecta la calidad de nuestra vida en la tierra. Dijo Jesús: “He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). La vida más feliz, más plena y más satisfactoria que se pueda vivir es la vida comprometida con la verdad. Por supuesto, cómo respondemos a la verdad nos afecta no sólo ahora, sino también por la eternidad. Nuestra respuesta a Aquél que encarna la verdad determina si podremos vivir eternamente.

A veces, cuando está por empezar un partido de fútbol y las cámaras enfocan el ambiente de fiesta, con los aficionados preparándose para alentar a su equipo favorito, el comentador dice: “No hay nada más lindo que esto”. Como sugiriendo que el partido es la cosa más importante sobre la faz de la tierra. Con todo el debido respeto para los comentaristas de fútbol y sus aficionados, yo diría que sí hay algo más lindo, mucho más lindo. Cuando se vive en una relación de amistad con Jesucristo y se tiene plena seguridad en su amor, cuando se espera con ansias su regreso, cuando se está casado con el cónyuge al que Dios nos condujo, cuando se tiene a un hijo en brazos, entonces es cuando se puede decir, “No hay nada más lindo que esto”. ¡La verdad es importante!

Verdad N°. 3: A la verdad hay que buscarla

La Biblia subraya el hecho de que tenemos que buscar la verdad. O sea, debemos ir tras ella hasta encontrarla. Siendo que la verdad es tan importante, sería ideal que la poseyéramos naturalmente, que fuera intrínseca a los seres humanos; que el conocimiento de la verdad fuera tan natural y automático para nosotros como lo es nadar para los peces.

Pero no es así; la verdad no nos es inherente, ni nos cae en nuestro regazo. El Señor declara: “Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jeremías 29:13). Lo que este versículo afirma respecto de encontrar a Dios también es cierto con respecto a encontrar la verdad, una de las cualidades sobresalientes de Dios. En otras palabras, encontramos la verdad cuando la buscamos de todo corazón.

Tal vez alguien se pregunte qué significa buscar la verdad, buscarla de veras, con todo el corazón. Voy a ilustrarlo con un relato personal. Hace algunos años me invitaron a predicar en un congreso campestre y mientras me encontraba allí con mi familia, hice algo que no debiera haber hecho. Mi esposa y yo habíamos terminado de comer y estábamos conversando con algunas personas. Mi hijito estaba inquieto, así que le dije que volviera solo a la cabaña donde estábamos hospedándonos. La cabaña se encontraba a unos 100 metros de donde estábamos, pero para llegar tenía que cruzar un camino que pululaba con visitantes. Cuando terminamos nuestra conversación volvimos a la cabaña, pero nos sorprendimos al no encontrar allí a nuestro hijo. Lo buscamos y lo llamamos en voz alta, pero no aparecía por ninguna parte. Entonces nos pusimos a buscarlo frenéticamente, preocupados, en las cabañas, en el centro del campamento, haciendo todo lo posible para encontrarlo. Cada gramo de energía que teníamos lo concentramos en esa búsqueda. ¡Eso es lo que significa buscar algo con todo el corazón! Y qué increíble el gozo que tuvimos al encontrar a nuestro hijito.

Cada uno de nosotros necesita examinar su propio corazón. ¿Qué estamos buscando en la vida? ¿En qué estamos concentrados en nuestra educación o profesión? Dios nos está llamando a más que simplemente prepararnos para una carrera o lograr éxito en ella. Quiere que nos ocupemos seriamente en buscar la verdad hasta encontrarla.

Verdad N°. 4: La verdad es una persona

La cuarta verdad que la Biblia afirma respecto de la verdad es la siguiente: La verdad está encarnada en una persona y emana de ella. Para ser más explícito, la verdad no es sólo un conjunto de principios, ni ciertas doctrinas de la Biblia. En vez, la verdad se encuentra en Alguien. Leamos las palabras de Juan 14:6: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre, sino por mí”.

Al margen de mis clases, a veces proveo aconsejamiento prematrimonial. Vienen a verme parejas que quieren asegurarse de que todos los detalles de su nueva vida como esposos estén listos antes de la boda: que tengan buenos empleos, seguridad económica y un lugar donde vivir. Si bien todas estas cosas tienen su importancia y es útil ocuparse de ellas, no son ni de cerca tan importantes como el saber que el matrimonio es más que nada asunto de una relación permanente con otra persona, de estar atento a sus necesidades y de tomarse tiempo para escuchar y ocuparse del cónyuge para asegurar su felicidad.

Esencialmente, un cristiano es un seguidor de Cristo. Un cristiano adventista es un seguidor de Cristo que espera con entusiasmo su pronto regreso. Y un cristiano adventista del séptimo día es un seguidor de Cristo que lo ama tanto que quiere tener un anticipo del cielo cada sábado mientras espera su regreso. El hecho de que la verdad está encarnada en una Persona no disminuye la importancia de las enseñanzas bíblicas. No minimiza las doctrinas. Por el contrario, muestra que todas las doctrinas bíblicas irradian de Aquel que se declaró el camino, la verdad y la vida.

Verdad N°. 5: La verdad nos exige tomar una posición

La Biblia recalca que la verdad exige que asumamos una posición. Es cierto que muchas veces no es fácil vivir por la verdad. Con frecuencia exige valentía y coraje. En un pasaje emocionante, Pablo exhorta a los creyentes en Éfeso: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. . . . Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad” (Efesios 6:10-14). En este pasaje se usa tres veces la expresión “estar firmes”. El apóstol nos exhorta a estar firmes y, habiendo acabado todo, a permanecer firmes.

Al pensar en seguir firmes por la verdad, nos vienen a la mente los héroes de la Biblia. Personajes como Sadrac, Mesac y Abednego, que desafiaron la orden del rey para postrarse y adorar la imagen al son de la música (ver Daniel 3). Hubieran podido buscar excusas para postrarse. Pudieron haber razonado: ¿Cómo vamos a servir al Señor si se nos ejecuta? Podrían haberse dicho: “Vamos a postrarnos, pero en nuestro corazón vamos a orar al verdadero Dios del cielo. ¿Qué tiene de malo?” Sin embargo, no buscaron subterfugios o componendas. Permanecieron firmes por la verdad. Quedaron en pie, valientes, haciendo frente a las consecuencias. Y por causa de esto, cuando fueron arrojados en el horno de fuego, no estuvieron allí solos.

Recordamos a Esteban, que oró para que fuesen perdonados sus verdugos mientras lo golpeaban las piedras que le quitarían la vida (ver Hechos 7:59, 60), y también a Pedro, que dijo: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (5:29). Estos relatos son hermosos e inspiradores, pero también hay gente que está firme por la verdad aún hoy.

Conozco a un joven adventista que terminó la carrera de derecho y solicitó trabajo en una prestigiosa firma de abogados. En ese tiempo la firma estaba representando a la industria del tabaco en un juicio. Se le preguntó qué pensaba respecto de trabajar para defender a esa industria. Pudo haber matizado u ocultado sus opiniones sobre el daño que causan los cigarrillos para obtener el trabajo, pero no lo hizo. Al final, no consiguió ese empleo, pero tuvo la satisfacción de permanecer firme por la verdad.

¿Cómo actuamos nosotros? Cuando nos asalta la tentación sexual, cuando nos tienta el alcohol, cuando se nos invita a hacer algo que compromete nuestra relación con Jesucristo, ¿cómo respondemos? La verdad exige que, con valentía, permanezcamos firmes por ella.

Verdad N°. 6: La verdad nos libera

Jesús declaró: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Recuerdo un momento importante en mi propia emancipación. Ocurrió en un grupo de oración cuando estudiaba en el Colegio Secundario de Georgia-Cumberland, en Octubre de 1975. Mientras estaba de rodillas con algunos de mis amigos, orando juntos, le entregué mi vida a Dios y la paz y el amor de Jesús me inundaron. Sentí su presencia y compañía como nunca antes lo había experimentado.

Si alguien me preguntara: ¿Puedes describir este momento de conversión de modo analítico y desapasionado?, mi respuesta sería, No. Sería como pedirle a alguien que explicara mediante una ecuación cómo se siente uno cuando está enamorado. Si bien tuve muchas sensaciones en los días y años que siguieron a ese encuentro con mi Señor, una de las más profundas es la de libertad. Liberación de la carga de pecado. Liberación de los hábitos y las pasiones que querían esclavizarme. Libertad para transformarme en la persona que Dios quiso que yo fuera. Libertad para vivir una vida de relación amistosa con mi Creador y Redentor.

Todo el que quiera puede tener esa misma experiencia de liberación, seguridad y esperanza. Como declaró Jesús, cuando conocemos y abrazamos la verdad, alcanzamos la libertad plena.


Greg A. King (Ph.D., Union Theological Seminary)
Se desempeñaba como director del Departamento de Religión en Pacific Union College cuando escribió este artículo.


*Publicado en la revista Diálogo Universitario 17/3 (2004), 5-7.