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24 mar 2013


La Educación Adventista, como sistema, posee objetivos definidos; el principal es guiar a Cristo a todo alumno y padre de familia.


14 mar 2013


Elena de White y la Iglesia Adventista del Séptimo Día están totalmente integrados. Los adventistas han buscado el consejo de Elena de White para casi cada problema que confrontó la iglesia.


2 nov 2012

El pluralismo y la Iglesia Adventista


Gerhard Pfandl

A principios del siglo 20, la Iglesia Adventista había sobrevivido las tensiones de la Conferencia General de 1888 en Minneapolis y su teología se consideraba establecida. Durante  los siguientes 50 años, la Iglesia se concentro en su misión y creció de 75.000 a más o menos 500.000 miembros. Durante este tiempo su teología cambio muy poco. Hubo unos pocos disidentes como A. F. Ballenger  en América, W. W. Fletcher en Australia y L. R. Conradi en Europa pero, en general, administradores y teólogos seguían el mismo camino.

Las cosas comenzaron a cambiar en la década de 1950, con la publicación del libro Preguntas sobre Doctrina. De repente, uno de los teólogos adventistas más destacados, M. L. Andreasen, desafió la teoría del liderazgo. El se mostro en desacuerdo con la enseñanza de los libros sobre la naturaleza de Cristo y la expiación y, al no ser escuchado en la Conferencia General, lo hizo público con su cartas a las iglesias.

Durante los años 60 y 70, el abismo entre teólogos y administradores comenzó a profundizarse. Los teólogos en sí mismos experimentaron una separación entre los profesores conservadores y liberales. Más y más puntos de vista alternativos aparecieron, y durante los 40 años anteriores, diferentes ramas teológicas aparecieron dentro del adventismo.

Algunos teólogos adventistas del séptimo día han comenzado a usar ciertos aspectos del método histórico-critico. Otros están impresionados con las teorías científicas y, cuando las escrituras y la ciencia parecen chocar, siguen a la ciencia en lugar de las Escrituras.

En 1994, R. F. Cottrell, antiguo editor asociado de la Adventist Review, presento cuatro diferentes ramas de la teología adventista en su revista Adventist Today. Él les pregunto a varios representantes de los diferentes puntos de vista para escribir los artículos. Cada una de estas perspectivas clamaba representar al verdadero adventismo.

Para leer el documento completo, click aquí.



20 ago 2012

Mujer y Ministerio
Perspectivas bíblicas e históricas


Nancy W. de Vyhmeister, ed.

Los objetivos y el método del libro están expresados en el Prólogo. La primera parte del libro se ocupa del ministerio en la Biblia. Como fundamento está el concepto del “sacerdocio de todos los creyentes”. Si bien el ministerio tomó formas diferentes en tiempos del Nuevo Testamento, en ambos testamentos aparece la imposición de manos.

Si bien existe claramente la imposición de manos en el Nuevo Testamento, no hay “ordenación” como tal. Sin embargo, con el correr de los siglos la ordenación se tornó parte vital de la vida de la iglesia, sobre todo porque se entendió que los sacerdotes ofrecían el sacrificio de la misa. Los primeros adventistas debieron vérselas con el tema en los mismos comienzos de la denominación. Elena de White escribió sobre la ordenación y su significado. El tema del ministerio, tanto de hombres como mujeres, está estrechamente ligado a la teología de la ordenación.

A través de los siglos, las mujeres han participado en el ministerio y el liderazgo del pueblo de Dios. La Biblia claramente así lo indica, y Elena de White así lo prescribe. En el siglo XIX muchas hermanas adventistas ayudaron a evangelizar y a liderar la iglesia; sus historias son fascinantes. En el último cuarto del siglo XX, mujeres adventistas, sobre todo en Norteamérica, reclamaron que se reconociera su trabajo en la iglesia.

Quienes se oponen a la participación de las mujeres en el ministerio pastoral han propuesto varios impedimentos. El primero es que la mujer debe siempre estar sumisa a los hombres. Este tema se trata desde el punto de vista bíblico y de los escritos de Elena de White. Los escritos de Pablo, sobre todo en 1 Corintios 11 y 14, en 1 Timoteo 2 y en 1 Timoteo 3, se han interpretado como prohibición de la actividad pública de la mujer en la iglesia. Estos temas se analizan en tres capítulos, encontrándose que esos pasajes regulan la actuación de la mujer pero no la prohíben. Finalmente, se ha usado una cita de Elena de White, según la cual el abogar por los derechos de la mujer equivaldría a negar el mensaje del tercer ángel. Se encontró que esa interpretación dista mucho de la realidad.

Descargar el libro: aquí.


Nancy W. de Vyhmeister
Profesora de Misión Mundial
Con 35 años de experiencia en preparar a jóvenes ministros,
Vyhmeister ha enseñado Griego y Teología Bíblica, así como también Métodos de Investigación para alumnos de teología.
Ha participado en el ministerio en tres continentes.

13 jul 2012


Yo sé en quien he creído[*]


Niels-Erik Andreasen

Elena White murió en 1915 a la edad de 87 años, en su residencia de “Elmshaven”, en Deer Park, California. Se dice que las últimas palabras de esta sierva de Dios fueron: “Yo sé en quien he creído”.

¿Cuán bien conocemos al Dios en que creemos? Es una pregunta importante y personal. Creo que podemos conocer a Dios, pero conocerlo no significa entenderlo. Conocer a Dios personalmente significa sentirse seguro en su presencia y buscar su compañía. Permíteme compartir tres verdades que he aprendido acerca de Dios en mi experiencia.

Dios es mi Creador

En primer lugar, conozco a Dios como mi Creador.

La creación es un evento extraño, único y maravilloso. Aun la Biblia lo admite. Sólo Dios puede crear. Él hizo todo el mundo por su palabra. Nosotros no podemos imitarlo. La creación es un milagro. Se encuentra ante nuestros ojos en la primera página de la Biblia, sin introducción alguna. En el principio Dios creó, declara sin preámbulos. No es de extrañar que inclusive a algunos cristianos les cueste aceptar la creación como explicación del mundo y todo lo que está en él. Existen muchos interrogantes.

Para intentar responder algunos de ellos, la Iglesia Adventista estableció el Instituto de Investigaciones en Geociencia. He participado de dos de sus estudios de campo, que fueron amenos e informativos. Se presentaron evidencias de una catástrofe grande y terrible, el Diluvio. Pero entre conferencias, tuve tiempo de contemplar el mundo de Dios: el mar y las estrellas. Comencé a sentirme seguro en presencia de mi Creador y a buscar su compañía con más asiduidad.

Consideremos otro relato de la creación, esta vez desde la visión de un niño. En el Salmo 8:1-5 conversan dos personas: imaginemos a un padre o una madre y un niño. Acaso era el salmista, el rey David, y uno de sus hijos, Absalón o Salomón. Caminan sobre la terraza del palacio. Es de noche. Al mirar el cielo, el niño pregunta: “Papá, ¿cuántas estrellas hay? Y ¿quién las puso allí? Mira, una está cayendo”. Con ese trasfondo, el salmista escribió: “Has hecho que brote la alabanza de labios de los pequeñitos y de los niños de pecho” (NVI). Y más adelante: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria?”. Fíjate en la expresión “la obra de tus dedos”. Para el salmista, la obra creadora de Dios no es sino obra de sus dedos; simple, como un juego de niños.

Los niños conocen a Dios instintivamente porque son curiosos y siempre miran hacia arriba. Si tienen buenos padres, saben lo que es sentirse seguros en su presencia. Nos enseñan, por lo tanto, a sentirnos seguros en la presencia divina y a buscar su compañía cada día.

Puedes creer, sin embargo, que eso es muy simplista. Ya no somos niños. ¿Cómo conocer a nuestro Creador sin resolver primero los interrogantes acerca del mundo que creó, acerca de los primates fósiles del África, las edades glaciales de Escandinavia, la columna geológica y los dinosaurios, entre otros?

Reconozco que son preguntas difíciles y, francamente, no he hallado respuestas satisfactorias para todas ellas. Pero entonces recuerdo el Salmo 8, y pienso en una niña que en una esquina aguarda para cruzar la calle transitada. Se toma de la mano de su padre y se siente segura. De esa forma me relaciono con mi Creador. Hay interrogantes y problemas. Hay misterios sin resolver. Pero cuando nos tomamos de su mano, nos sentimos seguros.

Cuando conocemos a Dios de esta forma, podemos confesar sin reservas: Creo en Dios Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Yo sé en quien he creído, me siento seguro en la presencia de mi Creador y busco su compañía.

La voluntad de Dios para mi vida

En segundo lugar, conozco a Dios al aceptar su voluntad.

La voluntad de Dios es buscar nuestro bien, y su voluntad se revela en su ley. Esto parece sencillo, pero hay muchos que no conocen su voluntad. Algunos piensan que su voluntad es estricta, opresiva, legalista y severa. Es por eso que aun algunos cristianos no procuran conocer y obedecer su voluntad. Más bien prefieren ignorarla para seguir sus propios caminos.

En la breve historia de la Iglesia Adventista, observo dos fases diferentes en la manera en que hemos enfocado la enseñanza de la voluntad y la ley divinas.

Primera fase: En una primera etapa, y sin intención, hemos alejado a muchos miembros de la voluntad de Dios según se revela en su ley. En 1888, Elena White se refirió a ese énfasis legalista, cuando nos instruyó respecto de la ley y la gracia. Al principio prestamos atención a su consejo, pero después nos olvidamos.

Combinamos directamente la ley de Dios con el juicio venidero, lo que atemorizaba a nuestros oyentes. Algunos de mis alumnos solían decirme: “Si en el juicio Dios compara mis pecados con su ley, estoy perdido. No vale la pena esforzarse. Ya no quiero oír de la ley divina”. Mi tarea era hacerlos cambiar de parecer.

Segunda fase: Hacia fines del siglo XX, los adventistas comenzamos a enfatizar una vez más la gracia divina y la justificación por la fe. Enseñamos, correctamente, que en nuestra relación con Dios la gracia está antes que cualquier otra cosa, y que una vez que aceptamos su gracia, conoceremos a Dios y su voluntad. Pero ese descubrimiento maravilloso en realidad no restableció la ley divina como guía de nuestras vidas. De hecho, pareciera que hablamos mucho menos de la ley de Dios, pero por una razón diferente: no porque le tengamos miedo, sino porque la dejamos de lado e ignoramos su valor.

Al pensar en esto he llegado a dos conclusiones. En primer lugar, en los pasajes que hablan del juicio, especialmente en los profetas, vemos que Dios no juzga a su pueblo por no poder obedecer su ley sino por no permanecer fieles al pacto. Miqueas 6:6-8 habla del fracaso de Israel y enumera a continuación las muchas maneras en las que el pueblo de Israel podría haber sido más obediente. “¿Deberíamos ofrecer más holocaustos, aceite y sacrificios?”, preguntó el pueblo. “No”, respondió Dios. “Sólo les pido tres cosas (v. 8): hacer justicia, amar misericordia y ser humildes, es decir, leales a mí”. Eso es lo que pide Dios.

En base a pasajes como éste, expliqué a mis alumnos que el juicio es una importante enseñanza bíblica, pero cuando nuestros nombres aparezcan en las cortes celestiales, Dios no nos preguntará cuán buenos hemos sido, sino cuán leales a él hemos sido en nuestra vida. Eso es lo que más le importa a Dios. De hecho, no son nuestros pecados lo que nos afectará ante Dios en el día del juicio, sino nuestra rebeldía. Dios ya sabe que hemos pecado, pero tiene un remedio para el pecado: su perdón (Miqueas 7:19). Pero ¿qué puede hacer Dios si somos desleales o rebeldes? ¿Cómo puede perdonarnos y ayudarnos si le damos la espalda? Precisamente de eso trata el juicio: ¿Le dimos la espalda a Dios en desacato a su tribunal, o con confianza nos acercamos al trono en busca de su aceptación y perdón a través de Cristo, nuestro amigo y abogado? Eso es ser leal en el juicio.

Mi segunda conclusión es que la ley divina está creada para mostrarnos cómo vivir y obrar con mayor responsabilidad. La ley de Dios consta de 10 mandamientos en dos tablas. Pensemos primero en la parte fácil, la segunda tabla, que nos enseña a cómo relacionarnos con otros. No desees la propiedad de otros: conténtate con lo que tienes. No mientas respecto de tu prójimo: di la verdad. No robes lo que pertenece a otros. Respeta al cónyuge de tu amigo: no cometas adulterio. No asesines: no debes quitar una vida que no es la tuya.

“¿Pero cómo podemos aprender a vivir en armonía con prohibiciones tan exigentes?”, nos preguntamos. La respuesta se encuentra en el mandamiento positivo de la segunda tabla, que apunta a lo fundamental en toda relación: Honra a tu padre y a tu madre. Allí comienza todo, en un hogar con un padre, una madre y niños. Si las cosas van bien en el hogar, entonces irán bien en el vecindario, en el país y entre las naciones. Dios es nuestro creador y, por lo tanto, nuestro Padre. Su voluntad para nosotros no es un misterio, y tampoco produce temor.

Pero, preguntamos: ¿Quién nos dio estos principios, y por qué deberíamos prestarles atención? La respuesta se halla en la primera tabla, en los cuatro mandamientos que hablan de nuestra relación con Dios. No cualquiera es el autor de estos mandamientos. Provienen de Dios y representan su voluntad. ¿Quién es este Dios? No es un personaje insignificante, sino el Creador de todo lo que existe. No lo podemos ver, y no tratemos de representarlo en una imagen. Pero, ¿puedo hablar con él? Sí, es decir, por medio de la oración y la meditación, pero sin utilizar su nombre en vano. ¿Qué hacer entonces, para conocer a Dios y su voluntad? Eso nos lleva al correspondiente mandamiento positivo de la primera tabla, el cuarto, que contiene un mensaje extraordinario: El Dador de la ley, que nos propone normas de conducta tan elevadas y pide tanto de nosotros, comienza con un don: un día libre, tiempo sagrado sin trabajo, tiempo de reposo. En ese día aprendemos a conocer mejor a Dios. Una vez que asimilamos el profundo significado del cuarto mandamiento, se resuelven todos los interrogantes previos. Lo conocemos al sentirnos seguros en su presencia y al buscar su compañía en ese día (Isaías 58:13, 14).

Dios me ama

En tercer lugar, conozco a Dios porque me ama.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Cuando era joven me impresionó mucho el pensar que nuestro Señor y Salvador diera su vida para salvar a un pecador. A esto se suma el pensamiento de Pablo: Es comprensible que alguien dé su vida por un amigo, pero Cristo dio su vida por nosotros mientras éramos aún sus enemigos (Romanos 5:7, 8).

Necesitamos pensar con cuidado acerca de la palabra amor, especialmente porque expresa la tercera dimensión de nuestro conocimiento de Dios.

En primer lugar, el amor divino no está motivado por emociones o pasiones. Su amor es un principio. Eso es lo que necesitamos saber y, cuando lo hacemos, nos sentimos seguros en su presencia y buscamos su compañía, es decir, amamos a Dios de la misma manera. Algunos cristianos desarrollan una relación con Dios basada en un amor pasional y emocional. Los jóvenes, y aun los niños, a veces caen en la trampa de pensar que el cristianismo es meramente un asunto del corazón. “Entrega tu corazón a Jesús”, les decimos cuando son pequeños. Pero cuando maduren, ¿permanecerá firme y constante su amor por Dios?

Una de las experiencias más tristes que he tenido es ver a jóvenes y no tan jóvenes que reemplazan su amor pasional por Dios por un fuerte rechazo a todo lo religioso y cristiano. El profeta Oseas también habla de esa experiencia cuando, en nombre de Dios, reclama que el amor de Israel es como el rocío matutino. Se evapora con los primeros rayos del sol (Oseas 6:4). Para clarificar por contraste el amor divino, el profeta introdujo una palabra especial, hesed, que es el amor basado en un principio. A menudo esta palabra se traduce como “amor constante”, o “amor del pacto” o “amor duradero”.

Todos nosotros tenemos algo que aprender del amor de Dios. Él nos ama por principio pero, a diferencia de nuestro amor, su amor nunca decae. Permanece cálido y atento, aun apasionado, pero por principio. Dios es un ser que siempre nos ama. Es alguien cuyo amor es constante, sin tomar en cuenta las circunstancias. Es alguien que nos ama de manera muy diferente de aun nuestras mejores imitaciones de ese amor.

Eso es lo que Jesús explicó en la parábola del hijo perdido que regresó a su padre, su madre y su hermano (Lucas 15). El pintor holandés Rembrandt reflejó la escena en un cuadro famoso que se expone en el Museo Hermitage de San Petersburgo, Rusia. El teólogo Henri Nouwen escribió un libro acerca del cuadro del hijo rebelde que finalmente regresa a casa. La lección de la parábola, el cuadro y el libro es que, contra toda probabilidad, Dios el Padre amó a este joven y lo amó con amor de madre y con amor de padre. Este punto inusual está implicado en la parábola de Cristo donde ambos padres amaron al hijo que había regresado. Uno lo vistió y el otro le preparó una comida casera, lo cual se expresa explícitamente en la pintura de Rembrandt y en su interpretación por parte de Nouwen. Rembrandt pintó las dos manos del padre en los hombros de su hijo, de manera que una semeja la mano fuerte de un hombre y la otra se parece a la mano delicada de una mujer. Y colocó a la mujer ligeramente en el fondo del cuadro para indicar también su presencia. Dios ama a todos sus hijos de esa manera. Te ama a ti y a mí sin importarle la edad, el sexo, o el trasfondo étnico, religioso o geográfico. ¡Somos sus hijos!

En momentos difíciles no es fácil recordar con claridad nuestro conocimiento de Dios. Pero de todas maneras debemos fijarnos en él. En momentos de destrucción catastrófica, a medida que este mundo llega a su fin, debemos saber con seguridad que él es nuestro Creador y el Creador de todo el mundo. En momentos cuando prevalece la violencia, cuando los injustos son arrogantes y los enemigos de Dios pecan deliberadamente, debemos conocer la voluntad divina y sus demandas éticas, porque sólo ellas pueden traer el orden a nuestra vida, a nuestras familias y a la sociedad. Cuando el amor se transforma en odio o decae por la ausencia y la falta de atenciones, y los que hemos abrazado se vuelven nuestros enemigos, necesitamos conocer al Dios que ama a todos sus hijos siempre, sin condiciones. Eso, creo yo, es lo que Elena White tenía en mente cuando pronunció sus últimas palabras: “Yo sé en quien he creído”.


Niels-Erik Andreasen (Ph.D., Vanderbilt University)
Rector de Andrews University.
Este artículo está basado en un devocional presentado durante el Concilio Anual de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día.


*Publicado en la revista Diálogo Universitario 16/2 (2004), 15-17.

10 jul 2012


Elena G. de White y sus críticos*


Leonard Brand

¿Se comunica Dios con los seres humanos? ¿Hay evidencias de que lo ha hecho por medio de los profetas? El libro The Prophet and Her Critics,[1] procura responder a estos interrogantes.

Elena White fue una líder destacada durante los comienzos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Su ministerio se extendió desde la década de 1840 hasta su muerte en 1915. Los adventistas creen que recibió información de origen divino a través de visiones sobrenaturales para beneficio de este grupo cristiano y del público general. Ella registró esta información y la publicó en numerosos artículos y libros, lo que la convierte en una de las escritoras más prolíficas de la historia.

Los críticos no han aceptado su aseveración de que recibía comunicaciones de origen divino, manteniendo en cambio que copiaba sus ideas de otras fuentes. Existen porciones de sus escritos que muestran similitudes con lo que han publicado otros autores en libros que sabemos que ella poseyó o leyó. El punto clave de la cuestión es determinar si los otros autores fueron la fuente de sus ideas o si, como ella afirmó, la lectura de otros libros sólo la ayudó a expresar mejor los conceptos que Dios le había comunicado.

¿Es válido cuestionar a un profeta de Dios? 1 Tesalonicenses 5:20, 21, Deuteronomio 18:22 y Mateo 7:15-20 declaran que habrá verdaderos y falsos profetas, y que tenemos el derecho y la responsabilidad de distinguir unos de otros. También tenemos la obligación de evaluar críticamente la obra de los que aducen haber juzgado a un supuesto profeta y haberlo declarado falso.

He evaluado la obra de los críticos de Elena White. A la vez, he examinado las investigaciones realizadas por el doctor Don McMahon, las cuales podrían determinar si los principios de salud enunciados por White provenían de Dios, como ella afirma, o de los abundantes escritos de otros reformadores de la salud del siglo XIX.[2] El estudio exhaustivo de McMahon puede constituir la primera evidencia científica de la naturaleza de la inspiración.

Los críticos de Elena White

Mi evaluación de tres de los más prominentes críticos de Elena White, a saber, Walter Rea,[3] Jonathon Butler[4] y Ronald Numbers[5] se concentró en la calidad de sus investigaciones. ¿Utilizaron un buen diseño de pesquisa? ¿Reunieron sus datos de manera correcta? ¿Apoyan estos datos sus conclusiones? Si hubieran presentado sus trabajos en forma de tesis para obtener un título de posgrado, ¿habrían sido aprobados?

La aseveración básica de Walter Rea es que algunas frases o incluso párrafos de los libros de Elena White son idénticos o muy similares a otros libros de su biblioteca. Rea aduce que esto niega su afirmación de que sus escritos tienen un origen divino, y muestra que copió ideas de otros. Sin embargo, existen varias razones por las que sus pruebas no apoyan esta aseveración. En primer lugar, las similitudes no son tantas ni tan próximas como trata de probar. Esto puede determinarse después de analizar cuidadosamente las muestras de su libro. En segundo término, Rea cita dos argumentos en contra de sus propias conclusiones, pero sus esfuerzos por refutar estos argumentos no resultan convincentes. En tercer lugar, la línea principal de razonamiento de su libro se basa en una lógica defectuosa. Rea presenta pruebas que refutan la idea de que los escritos de White eran completamente originales, y de que el material provenía de una inspiración verbal, o que era dictado por Dios. El problema de Rea es que entonces llega a la conclusión opuesta de que ella no puede haber recibido ningún tipo de comunicación divina.

Pero este razonamiento polarizado, sin matices, deja de considerar una explicación intermedia, que puede ser hallada en la descripción de White acerca de cómo escribió sus libros. White afirma que Dios le comunicó ideas que ella luego redactó empleando sus propias palabras. Dice que a menudo se sentía incapaz de expresar adecuadamente estos conceptos, pero que se la instruyó de que sería más capaz de escribir con claridad al leer otros libros acerca del tema.[6] Esta explicación es consistente con todos los datos de Walter Rea, por lo que sus argumentos no logran contradecir el papel de la inspiración divina en la obra de White. Se necesita un tipo diferente de evidencias para evaluar la aseveración de inspiración.

Un artículo de Butler,[7] que afirma que la comprensión de Elena White de los eventos finales de la historia humana proviene de los acontecimientos de sus días, tampoco resulta convincente debido a su lógica defectuosa y a evidencias inadecuadas.

Vamos a referirnos ahora al libro Prophetess of Health de Ronald Numbers. Este autor quiere mostrar que Elena White extrajo todos sus principios de reforma pro salud de las obras de otros reformadores de la salud de sus días. Durante el siglo XIX hubo un grupo de reformadores que publicaron muchos libros y artículos, varios de los cuales se encuentran en la biblioteca de Elena White y están subrayados por ella.

Elena White recibió su principal visión sobre temas de salud en junio de 1863, y al año siguiente comunicó los principios de una vida saludable en su libro Spiritual Gifts. Ella declaró que después de redactar esta obra, leyó esos otros libros y se sorprendió al hallar tantos conceptos similares a los suyos. Numbers rechaza esta aseveración y afirma que antes de la visión de 1863 “los adventistas del séptimo día ya poseían los lineamientos básicos del mensaje de la reforma pro salud”.[8]

Los datos que aporta Numbers sobre estos eventos son útiles, pero la manera en que los utiliza para determinar si los principios de White le fueron revelados por Dios indica serios errores de lógica y evidencias inadecuadas. En primer lugar, una investigación tal debe basarse en una lista completa de sus principios de salud, así como en los principios de salud de sus supuestas fuentes. Estos deben ser compilados con el mismo enfoque, a fin de proporcionar datos objetivos. De esta manera se podrían comparar estos principios con los hallazgos médicos modernos para determinar cuáles han sido verificados. Por supuesto, la medicina continúa avanzando y cambiando con nuevos descubrimientos, de manera que no constituye un estándar absoluto. Sin embargo, tales listas paralelas permitirían una comparación del nivel relativo de exactitud de los diferentes reformadores de la salud. Numbers no hizo esto, sino que utilizó evidencias anecdóticas (la comparación de unos pocos principios de salud), sin indicar por qué eligió estos ejemplos por sobre muchos otros que dejó de lado.

En segundo lugar, Numbers se concentró en similitudes entre los principios de salud de White y de otros reformadores, pero no analizó las diferencias significativas que existen entre ellos. Esto es inapropiado, ya que un diseño de investigación imparcial debe comparar tanto las similitudes como las diferencias.

En tercer lugar, Numbers no analizó objetivamente la hipótesis de la inspiración divina, sino que expresó con claridad su suposición de que los datos debían ser evaluados sin recurrir a esa hipótesis. Pero un estudio erudito que procure determinar la verdad de una hipótesis no puede comenzar asumiendo que la hipótesis es falsa.

En resumen, los diseños de investigación utilizados por estos críticos son insatisfactorios, y no proveyeron los datos necesarios para apoyar sus aseveraciones. Se han publicado varios libros en respuesta a estos críticos. Y aunque resultan útiles, no constituyen el estudio cuidadoso y objetivo que se necesita para probar la hipótesis de la comunicación divina como la fuente de los escritos de Elena White. Sin embargo, el trabajo de Don MacMahon, un médico que ha estudiado los principios modernos para una vida saludable, se basa en un diseño apropiado de investigación y ofrece la posibilidad de probar si los escritos de White sobre salud tienen o no un origen divino.

La hipótesis de la inspiración divina

Primero McMahon compiló una lista de todos los conceptos sobre salud en los escritos de Elena White y en los de otros prominentes reformadores de la salud de su época. Utilizó el mismo criterio para compilar cada una de estas listas. Luego los comparó a todos con la ciencia médica moderna y evaluó cada concepto como verificado o no por la medicina moderna. Cada concepto de salud fue ubicado entonces en categorías paralelas como un principio de salud o una explicación fisiológica de un principio. Por ejemplo, “beber mucha agua” es un principio, una declaración acerca de qué hacer. Una explicación fisiológica no diría qué hacer, sino por qué hacerlo. McMahon llamó a los principios los “qué” y a las explicaciones, los “porqué”. Finalmente, se utilizaron las opiniones de la medicina moderna para decidir si cada principio (cada “qué”) tenía un efecto menor o significativo sobre la salud.

Este método sí nos ofrece los datos necesarios para demostrar una de estas dos hipótesis: (1) “Los conceptos de salud expuestos por Elena White pueden ser explicados satisfactoriamente como extraídos de los reformadores de su época”, o (2) “Los escritos de Elena White sobre salud contienen información que no puede ser explicada como proveniente de los conceptos de salud de sus días; lo que probaría que ella debe haber recibido información de una fuente sobrenatural”.[9]

En la década de 1950 las opiniones médicas estaban claramente en contra de los principios de salud comunicados por Elena White; sin embargo, las nuevas investigaciones médicas en la segunda mitad del siglo XX han cambiado el cuadro. Veamos. De los 46 “qué” sobre salud que se encuentran en Spiritual Gifts, el 96 por ciento ha sido verificado por la medicina moderna (un 70 por ciento es significativo para la salud y un 26 tiene una influencia menor). En contraste, los principios de salud de los otros cinco reformadores estudiados poseen una verificación de entre 35 y 45 por ciento. Cuando se comparan las listas de los principios sin verificar de los demás reformadores, se nota aún más la diferencia entre White y sus contemporáneos. Los dos principios de White que McMahon considera sin verificar son: evitar la levadura en el pan y comer por lo general dos comidas al día. En contraste, estos son algunos de los principios de salud sin verificar de los otros reformadores: no calentar la casa, si se come carne, comerla cruda: no consolar a los niños (es bueno que lloren); que los niños no coman fruta; no beber agua (sino sólo jugo de fruta); no utilizar absolutamente nada de sal; usar ropa liviana aun cuando hace frío; no usar jabón; bañarse sólo una o dos veces por semana; la relación sexual entre esposos es perjudicial para la salud; los niños no deben comer papa; evitar aromas fuertes (aunque sean agradables, como el perfume de las flores).

Siendo que Elena White tenía muy poca educación formal y ninguna formación médica, ¿cómo supo evitar esos principios que pueden haber parecido válidos 150 años atrás pero que, ahora se sabe, son errados? ¿De dónde obtuvo ella los numerosos principios de salud que los otros reformadores no adoptaron? Este último punto es especialmente significativo, ya que los principios que le son únicos tienen un nivel más alto de exactitud que los demás principios tanto de sus escritos como de uno o más de los demás reformadores y que no puede ser derivada de ninguna fuente humana disponible en su tiempo. Esto parece refutar la primera hipótesis, y es consistente con la segunda hipótesis: la comunicación proveniente de una fuente sobrenatural. ¿Tiene alguien otra explicación?

Elena White afirma que después de haber redactado los principios de salud que recibió en 1863 leyó otras publicaciones de los reformadores y utilizó parte de ese material. Esto puede explicar que el porcentaje de los principios de salud verificados en su libro The Ministry of Healing, de 1905, había descendido del 96 a 87 por ciento. Aun así, los principios no verificados de ese libro podrían discutirse, pero no incluyen ninguno de los extraños conceptos propuestos por otros reformadores.

Los “porqué” presentan un cuadro diferente y revelan otro aspecto de la naturaleza de la inspiración. Los “porqué”, vale decir, las explicaciones que ofrece Elena White, no son más exactos que los “porqué” de los otros reformadores, lo cual sugiere que provienen de una fuente de información diferente. Pareciera que Dios nos comunicó los principios de salud para que tengamos una vida más saludable, pero nos dejó la tarea de descubrir las explicaciones fisiológicas. De hecho, a menudo hubiera sido imposible dar explicaciones fisiológicas correctas de muchos principios de salud en el siglo XIX sin utilizar la terminología médica y conceptos desconocidos hasta bien avanzado el siglo XX.

Los principios de salud tales como “beber mucha agua” o “no beber alcohol” son fáciles de comunicar y pueden ser comprensibles en cualquier época de la historia, aun si no se conocen sus razones. Nuestra vida y nuestra relación con Dios se beneficiarán si seguimos los principios de vida que él nos ha comunicado, aun si no entendemos el porqué de todos ellos.

Los principios de las relaciones sexuales

Los críticos de Elena White han aducido que defendía conceptos desequilibrados de las relaciones sexuales maritales; pero esto parecer estar basado en una lectura superficial de sus escritos. En sus días era común que los reformadores de salud limitaran el contacto sexual a quizá una vez al mes. Contrariamente a lo que Ron Numbers deja entrever, Elena White nunca defendió una restricción tal. En cambio se refiere a los problemas causados por las “pasiones animales” y por maridos “peores que los brutos”, y aconseja a las esposas a que desvíen la mente de sus esposos de las “gratificaciones de las pasiones lujuriosas”. Cabe preguntarse: ¿Condena ella las relaciones sexuales normales de las parejas casadas que se aman y respetan? ¿O describe la conducta insensible de esposos egoístas y exigentes, o quizá algún tipo de conducta abusiva? La respuesta es obvia.

Elena White se refiere a la calidad de las relaciones maritales, no a la frecuencia de las mismas. En cierta ocasión un hombre trató de conseguir su aprobación para publicar un folleto en que declaraba que la relación sexual debía limitarse a la procreación. El único comentario que le hizo Elena White al autor, después de escuchar su presentación, fue “vaya a su casa y sea un hombre”. Él entendió el mensaje y nunca publicó el folleto.

Conclusiones

Dios nos permite tomar decisiones y aceptar las consecuencias de ellas. Esto incluye nuestra actitud hacia lo que Dios ha comunicado a través de sus mensajeros. Por eso, si alguien decide cuestionar los mensajes que contiene la Biblia o los escritos de Elena White, tenemos el derecho de exigir que ese cuestionamiento se base en una investigación cuidadosa y objetiva. Los críticos de Elena White aquí analizados han basado sus investigaciones en un diseño inadecuado y una lógica defectuosa, por lo que tenemos el derecho de dudar de sus conclusiones.

El estudio exhaustivo del doctor Don McMahon satisface los requisitos de una investigación seria y refuta la aseveración de que los principios de salud comunicados por Elena White fueron copiados de otros reformadores. Cuando aplicamos estos principios, expresamos tácitamente nuestra gratitud al Creador que no sólo se interesa en nuestra salvación eterna, sino también desea que vivamos vidas más saludables y felices. Todo esto revela su amor por sus criaturas. La exactitud de los principios de salud comunicados por Dios a sus profetas puede animarnos a confiar en sus mensajes respecto de otros temas.


Leonard R. Brand 
(Ph.D., Cornell University)
Profesor de biología y paleontología en Loma Linda University, Loma Linda, California, EE.UU.



*Publicado en la revista Diálogo Universitario 17/2 (2005), 24-26.

[1]Leonard Brand y Don McMahon, The Prophet and Her Critics (Nampa, Idaho: Pacific Press Publ. Assn., 2005).

[2]Ibíd; Don S. McMahon, Acquired or Inspired? Exploring the Origins of the Adventist Lifestyle (Warburton, Australia: Signs Publishing Co., 2005). Incluye un disco compacto con todos los datos de la investigación y sus interpretaciones.

[3]Walter Rea, The White Lie (Turlock, California: M & R Publications, 1982).

[4]Jonathon Butler, “The World of E. G. White and the End of the World”, Spectrum, 10/2 (1979), 2-13.

[5]Ronald Numbers, Prophetess of Health: A Study of Ellen G. White (New York: Harper and Row Publishers, 1976).

[6]Elena White, “The Great Controversy”, Introducción (Mountain View, California: Pacific Press Publ. Assn., 1911).

[7]Butler.

[8]Numbers, 80, 81.

[9]Brand y McMahon, 41.