La Educación Adventista, como sistema, posee objetivos definidos; el principal es guiar a Cristo a todo alumno y padre de familia.
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24 mar 2013
La Educación Adventista, como sistema, posee objetivos definidos; el principal es guiar a Cristo a todo alumno y padre de familia.
14 mar 2013
Elena de White y la Iglesia Adventista del Séptimo Día están totalmente integrados. Los adventistas han buscado el consejo de Elena de White para casi cada problema que confrontó la iglesia.
2 nov 2012
El pluralismo y la Iglesia Adventista. Gerhard Pfandl
Posted by Joel Iparraguirre | 3:59 | Adventistas, Elena White, Evangélico, Historicismo, Iglesia, Progresismo
El pluralismo y la Iglesia Adventista
Gerhard Pfandl
A principios del siglo 20, la Iglesia Adventista
había sobrevivido las tensiones de la Conferencia General de 1888 en
Minneapolis y su teología se consideraba establecida. Durante los siguientes 50 años, la Iglesia se
concentro en su misión y creció de 75.000 a más o menos 500.000 miembros.
Durante este tiempo su teología cambio muy poco. Hubo unos pocos disidentes
como A. F. Ballenger en América, W. W.
Fletcher en Australia y L. R. Conradi en Europa pero, en general,
administradores y teólogos seguían el mismo camino.
Las cosas comenzaron a cambiar en la década de
1950, con la publicación del libro Preguntas
sobre Doctrina. De repente, uno de los teólogos adventistas más destacados, M. L. Andreasen,
desafió la teoría del liderazgo. El se mostro en desacuerdo con la enseñanza de
los libros sobre la naturaleza de Cristo y la expiación y, al no ser escuchado
en la Conferencia General, lo hizo público con su cartas a las iglesias.
Durante los años 60 y 70, el abismo entre teólogos
y administradores comenzó a profundizarse. Los teólogos en sí mismos
experimentaron una separación entre los profesores conservadores y liberales.
Más y más puntos de vista alternativos aparecieron, y durante los 40 años anteriores,
diferentes ramas teológicas aparecieron dentro del adventismo.
Algunos teólogos adventistas del séptimo día han
comenzado a usar ciertos aspectos del método histórico-critico. Otros están
impresionados con las teorías científicas y, cuando las escrituras y la ciencia
parecen chocar, siguen a la ciencia en lugar de las Escrituras.
En 1994, R. F. Cottrell, antiguo editor asociado
de la Adventist Review, presento
cuatro diferentes ramas de la teología adventista en su revista Adventist Today. Él les
pregunto a varios representantes de los diferentes puntos de vista para
escribir los artículos. Cada una de estas perspectivas clamaba representar al
verdadero adventismo.
Para leer el documento completo, click aquí.
20 ago 2012
Mujer y Ministerio
Perspectivas bíblicas e
históricas
Nancy W. de Vyhmeister, ed.
Los
objetivos y el método del libro están expresados en el Prólogo. La primera
parte del libro se ocupa del ministerio en la Biblia. Como fundamento está el
concepto del “sacerdocio de todos los creyentes”. Si bien el ministerio tomó
formas diferentes en tiempos del Nuevo Testamento, en ambos testamentos aparece
la imposición de manos.
Si
bien existe claramente la imposición de manos en el Nuevo Testamento, no hay
“ordenación” como tal. Sin embargo, con el correr de los siglos la ordenación
se tornó parte vital de la vida de la iglesia, sobre todo porque se entendió
que los sacerdotes ofrecían el sacrificio de la misa. Los primeros adventistas
debieron vérselas con el tema en los mismos comienzos de la denominación. Elena
de White escribió sobre la ordenación y su significado. El tema del ministerio,
tanto de hombres como mujeres, está estrechamente ligado a la teología de la
ordenación.
A
través de los siglos, las mujeres han participado en el ministerio y el
liderazgo del pueblo de Dios. La Biblia claramente así lo indica, y Elena de
White así lo prescribe. En el siglo XIX muchas hermanas adventistas ayudaron a
evangelizar y a liderar la iglesia; sus historias son fascinantes. En el último
cuarto del siglo XX, mujeres adventistas, sobre todo en Norteamérica,
reclamaron que se reconociera su trabajo en la iglesia.
Quienes
se oponen a la participación de las mujeres en el ministerio pastoral han
propuesto varios impedimentos. El primero es que la mujer debe siempre estar
sumisa a los hombres. Este tema se trata desde el punto de vista bíblico y de
los escritos de Elena de White. Los escritos de Pablo, sobre todo en 1
Corintios 11 y 14, en 1 Timoteo 2 y en 1 Timoteo 3, se han interpretado como
prohibición de la actividad pública de la mujer en la iglesia. Estos temas se
analizan en tres capítulos, encontrándose que esos pasajes regulan la actuación
de la mujer pero no la prohíben. Finalmente, se ha usado una cita de Elena de
White, según la cual el abogar por los derechos de la mujer equivaldría a negar
el mensaje del tercer ángel. Se encontró que esa interpretación dista mucho de
la realidad.
Descargar
el libro: aquí.
Nancy W. de Vyhmeister
Profesora de Misión Mundial
Con 35 años de experiencia en preparar a jóvenes ministros,
Vyhmeister ha enseñado Griego y Teología Bíblica, así como
también Métodos de Investigación para alumnos de teología.
Ha participado en el ministerio en tres continentes.
13 jul 2012
Yo sé en quien he
creído[*]
Niels-Erik Andreasen
Elena
White murió en 1915 a la edad de 87 años, en su residencia de “Elmshaven”, en
Deer Park, California. Se dice que las últimas palabras de esta sierva de Dios
fueron: “Yo sé en quien he creído”.
¿Cuán
bien conocemos al Dios en que creemos? Es una pregunta importante y personal.
Creo que podemos conocer a Dios, pero conocerlo no significa entenderlo.
Conocer a Dios personalmente significa sentirse seguro en su presencia y buscar
su compañía. Permíteme compartir tres verdades que he aprendido acerca de Dios
en mi experiencia.
Dios es mi Creador
En
primer lugar, conozco a Dios como mi Creador.
La
creación es un evento extraño, único y maravilloso. Aun la Biblia lo admite.
Sólo Dios puede crear. Él hizo todo el mundo por su palabra. Nosotros no
podemos imitarlo. La creación es un milagro. Se encuentra ante nuestros ojos en
la primera página de la Biblia, sin introducción alguna. En el principio Dios
creó, declara sin preámbulos. No es de extrañar que inclusive a algunos
cristianos les cueste aceptar la creación como explicación del mundo y todo lo
que está en él. Existen muchos interrogantes.
Para
intentar responder algunos de ellos, la Iglesia Adventista estableció el
Instituto de Investigaciones en Geociencia. He participado de dos de sus
estudios de campo, que fueron amenos e informativos. Se presentaron evidencias
de una catástrofe grande y terrible, el Diluvio. Pero entre conferencias, tuve
tiempo de contemplar el mundo de Dios: el mar y las estrellas. Comencé a
sentirme seguro en presencia de mi Creador y a buscar su compañía con más
asiduidad.
Consideremos
otro relato de la creación, esta vez desde la visión de un niño. En el Salmo
8:1-5 conversan dos personas: imaginemos a un padre o una madre y un niño.
Acaso era el salmista, el rey David, y uno de sus hijos, Absalón o Salomón.
Caminan sobre la terraza del palacio. Es de noche. Al mirar el cielo, el niño
pregunta: “Papá, ¿cuántas estrellas hay? Y ¿quién las puso allí? Mira, una está
cayendo”. Con ese trasfondo, el salmista escribió: “Has hecho que brote la
alabanza de labios de los pequeñitos y de los niños de pecho” (NVI). Y más
adelante: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas
que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria?”.
Fíjate en la expresión “la obra de tus dedos”. Para el salmista, la obra
creadora de Dios no es sino obra de sus dedos; simple, como un juego de niños.
Los
niños conocen a Dios instintivamente porque son curiosos y siempre miran hacia
arriba. Si tienen buenos padres, saben lo que es sentirse seguros en su
presencia. Nos enseñan, por lo tanto, a sentirnos seguros en la presencia
divina y a buscar su compañía cada día.
Puedes
creer, sin embargo, que eso es muy simplista. Ya no somos niños. ¿Cómo conocer
a nuestro Creador sin resolver primero los interrogantes acerca del mundo que
creó, acerca de los primates fósiles del África, las edades glaciales de
Escandinavia, la columna geológica y los dinosaurios, entre otros?
Reconozco
que son preguntas difíciles y, francamente, no he hallado respuestas
satisfactorias para todas ellas. Pero entonces recuerdo el Salmo 8, y pienso en
una niña que en una esquina aguarda para cruzar la calle transitada. Se toma de
la mano de su padre y se siente segura. De esa forma me relaciono con mi
Creador. Hay interrogantes y problemas. Hay misterios sin resolver. Pero cuando
nos tomamos de su mano, nos sentimos seguros.
Cuando
conocemos a Dios de esta forma, podemos confesar sin reservas: Creo en Dios
Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Yo sé en quien he
creído, me siento seguro en la presencia de mi Creador y busco su compañía.
La voluntad de Dios
para mi vida
En
segundo lugar, conozco a Dios al aceptar su voluntad.
La
voluntad de Dios es buscar nuestro bien, y su voluntad se revela en su ley.
Esto parece sencillo, pero hay muchos que no conocen su voluntad. Algunos
piensan que su voluntad es estricta, opresiva, legalista y severa. Es por eso
que aun algunos cristianos no procuran conocer y obedecer su voluntad. Más bien
prefieren ignorarla para seguir sus propios caminos.
En
la breve historia de la Iglesia Adventista, observo dos fases diferentes en la
manera en que hemos enfocado la enseñanza de la voluntad y la ley divinas.
Primera
fase: En una primera etapa, y sin intención, hemos alejado a muchos miembros de
la voluntad de Dios según se revela en su ley. En 1888, Elena White se refirió
a ese énfasis legalista, cuando nos instruyó respecto de la ley y la gracia. Al
principio prestamos atención a su consejo, pero después nos olvidamos.
Combinamos
directamente la ley de Dios con el juicio venidero, lo que atemorizaba a
nuestros oyentes. Algunos de mis alumnos solían decirme: “Si en el juicio Dios
compara mis pecados con su ley, estoy perdido. No vale la pena esforzarse. Ya
no quiero oír de la ley divina”. Mi tarea era hacerlos cambiar de parecer.
Segunda
fase: Hacia fines del siglo XX, los adventistas comenzamos a enfatizar una vez
más la gracia divina y la justificación por la fe. Enseñamos, correctamente,
que en nuestra relación con Dios la gracia está antes que cualquier otra cosa, y
que una vez que aceptamos su gracia, conoceremos a Dios y su voluntad. Pero ese
descubrimiento maravilloso en realidad no restableció la ley divina como guía
de nuestras vidas. De hecho, pareciera que hablamos mucho menos de la ley de
Dios, pero por una razón diferente: no porque le tengamos miedo, sino porque la
dejamos de lado e ignoramos su valor.
Al
pensar en esto he llegado a dos conclusiones. En primer lugar, en los pasajes
que hablan del juicio, especialmente en los profetas, vemos que Dios no juzga a
su pueblo por no poder obedecer su ley sino por no permanecer fieles al pacto.
Miqueas 6:6-8 habla del fracaso de Israel y enumera a continuación las muchas
maneras en las que el pueblo de Israel podría haber sido más obediente.
“¿Deberíamos ofrecer más holocaustos, aceite y sacrificios?”, preguntó el
pueblo. “No”, respondió Dios. “Sólo les pido tres cosas (v. 8): hacer justicia,
amar misericordia y ser humildes, es decir, leales a mí”. Eso es lo que pide
Dios.
En
base a pasajes como éste, expliqué a mis alumnos que el juicio es una
importante enseñanza bíblica, pero cuando nuestros nombres aparezcan en las
cortes celestiales, Dios no nos preguntará cuán buenos hemos sido, sino cuán
leales a él hemos sido en nuestra vida. Eso es lo que más le importa a Dios. De
hecho, no son nuestros pecados lo que nos afectará ante Dios en el día del
juicio, sino nuestra rebeldía. Dios ya sabe que hemos pecado, pero tiene un
remedio para el pecado: su perdón (Miqueas 7:19). Pero ¿qué puede hacer Dios si
somos desleales o rebeldes? ¿Cómo puede perdonarnos y ayudarnos si le damos la
espalda? Precisamente de eso trata el juicio: ¿Le dimos la espalda a Dios en
desacato a su tribunal, o con confianza nos acercamos al trono en busca de su
aceptación y perdón a través de Cristo, nuestro amigo y abogado? Eso es ser
leal en el juicio.
Mi
segunda conclusión es que la ley divina está creada para mostrarnos cómo vivir
y obrar con mayor responsabilidad. La ley de Dios consta de 10 mandamientos en
dos tablas. Pensemos primero en la parte fácil, la segunda tabla, que nos
enseña a cómo relacionarnos con otros. No desees la propiedad de otros:
conténtate con lo que tienes. No mientas respecto de tu prójimo: di la verdad.
No robes lo que pertenece a otros. Respeta al cónyuge de tu amigo: no cometas
adulterio. No asesines: no debes quitar una vida que no es la tuya.
“¿Pero
cómo podemos aprender a vivir en armonía con prohibiciones tan exigentes?”, nos
preguntamos. La respuesta se encuentra en el mandamiento positivo de la segunda
tabla, que apunta a lo fundamental en toda relación: Honra a tu padre y a tu
madre. Allí comienza todo, en un hogar con un padre, una madre y niños. Si las
cosas van bien en el hogar, entonces irán bien en el vecindario, en el país y
entre las naciones. Dios es nuestro creador y, por lo tanto, nuestro Padre. Su
voluntad para nosotros no es un misterio, y tampoco produce temor.
Pero,
preguntamos: ¿Quién nos dio estos principios, y por qué deberíamos prestarles
atención? La respuesta se halla en la primera tabla, en los cuatro mandamientos
que hablan de nuestra relación con Dios. No cualquiera es el autor de estos
mandamientos. Provienen de Dios y representan su voluntad. ¿Quién es este Dios?
No es un personaje insignificante, sino el Creador de todo lo que existe. No lo
podemos ver, y no tratemos de representarlo en una imagen. Pero, ¿puedo hablar
con él? Sí, es decir, por medio de la oración y la meditación, pero sin
utilizar su nombre en vano. ¿Qué hacer entonces, para conocer a Dios y su
voluntad? Eso nos lleva al correspondiente mandamiento positivo de la primera
tabla, el cuarto, que contiene un mensaje extraordinario: El Dador de la ley,
que nos propone normas de conducta tan elevadas y pide tanto de nosotros,
comienza con un don: un día libre, tiempo sagrado sin trabajo, tiempo de
reposo. En ese día aprendemos a conocer mejor a Dios. Una vez que asimilamos el
profundo significado del cuarto mandamiento, se resuelven todos los
interrogantes previos. Lo conocemos al sentirnos seguros en su presencia y al
buscar su compañía en ese día (Isaías 58:13, 14).
Dios me ama
En
tercer lugar, conozco a Dios porque me ama.
“Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Cuando
era joven me impresionó mucho el pensar que nuestro Señor y Salvador diera su
vida para salvar a un pecador. A esto se suma el pensamiento de Pablo: Es
comprensible que alguien dé su vida por un amigo, pero Cristo dio su vida por
nosotros mientras éramos aún sus enemigos (Romanos 5:7, 8).
Necesitamos
pensar con cuidado acerca de la palabra amor, especialmente porque expresa la
tercera dimensión de nuestro conocimiento de Dios.
En
primer lugar, el amor divino no está motivado por emociones o pasiones. Su amor
es un principio. Eso es lo que necesitamos saber y, cuando lo hacemos, nos
sentimos seguros en su presencia y buscamos su compañía, es decir, amamos a
Dios de la misma manera. Algunos cristianos desarrollan una relación con Dios
basada en un amor pasional y emocional. Los jóvenes, y aun los niños, a veces
caen en la trampa de pensar que el cristianismo es meramente un asunto del
corazón. “Entrega tu corazón a Jesús”, les decimos cuando son pequeños. Pero
cuando maduren, ¿permanecerá firme y constante su amor por Dios?
Una
de las experiencias más tristes que he tenido es ver a jóvenes y no tan jóvenes
que reemplazan su amor pasional por Dios por un fuerte rechazo a todo lo
religioso y cristiano. El profeta Oseas también habla de esa experiencia
cuando, en nombre de Dios, reclama que el amor de Israel es como el rocío
matutino. Se evapora con los primeros rayos del sol (Oseas 6:4). Para
clarificar por contraste el amor divino, el profeta introdujo una palabra
especial, hesed, que es el amor basado en un principio. A menudo esta palabra
se traduce como “amor constante”, o “amor del pacto” o “amor duradero”.
Todos
nosotros tenemos algo que aprender del amor de Dios. Él nos ama por principio
pero, a diferencia de nuestro amor, su amor nunca decae. Permanece cálido y
atento, aun apasionado, pero por principio. Dios es un ser que siempre nos ama.
Es alguien cuyo amor es constante, sin tomar en cuenta las circunstancias. Es
alguien que nos ama de manera muy diferente de aun nuestras mejores imitaciones
de ese amor.
Eso
es lo que Jesús explicó en la parábola del hijo perdido que regresó a su padre,
su madre y su hermano (Lucas 15). El pintor holandés Rembrandt reflejó la
escena en un cuadro famoso que se expone en el Museo Hermitage de San
Petersburgo, Rusia. El teólogo Henri Nouwen escribió un libro acerca del cuadro
del hijo rebelde que finalmente regresa a casa. La lección de la parábola, el
cuadro y el libro es que, contra toda probabilidad, Dios el Padre amó a este
joven y lo amó con amor de madre y con amor de padre. Este punto inusual está
implicado en la parábola de Cristo donde ambos padres amaron al hijo que había
regresado. Uno lo vistió y el otro le preparó una comida casera, lo cual se
expresa explícitamente en la pintura de Rembrandt y en su interpretación por
parte de Nouwen. Rembrandt pintó las dos manos del padre en los hombros de su
hijo, de manera que una semeja la mano fuerte de un hombre y la otra se parece
a la mano delicada de una mujer. Y colocó a la mujer ligeramente en el fondo
del cuadro para indicar también su presencia. Dios ama a todos sus hijos de esa
manera. Te ama a ti y a mí sin importarle la edad, el sexo, o el trasfondo
étnico, religioso o geográfico. ¡Somos sus hijos!
En
momentos difíciles no es fácil recordar con claridad nuestro conocimiento de
Dios. Pero de todas maneras debemos fijarnos en él. En momentos de destrucción
catastrófica, a medida que este mundo llega a su fin, debemos saber con
seguridad que él es nuestro Creador y el Creador de todo el mundo. En momentos
cuando prevalece la violencia, cuando los injustos son arrogantes y los
enemigos de Dios pecan deliberadamente, debemos conocer la voluntad divina y
sus demandas éticas, porque sólo ellas pueden traer el orden a nuestra vida, a
nuestras familias y a la sociedad. Cuando el amor se transforma en odio o decae
por la ausencia y la falta de atenciones, y los que hemos abrazado se vuelven
nuestros enemigos, necesitamos conocer al Dios que ama a todos sus hijos
siempre, sin condiciones. Eso, creo yo, es lo que Elena White tenía en mente
cuando pronunció sus últimas palabras: “Yo sé en quien he creído”.
Niels-Erik Andreasen
(Ph.D., Vanderbilt University)
Rector de Andrews
University.
Este artículo está basado en un devocional presentado
durante el Concilio Anual de la Asociación General de los Adventistas del
Séptimo Día.
10 jul 2012
Elena G. de White y sus críticos*
Leonard
Brand
¿Se comunica Dios con los
seres humanos? ¿Hay evidencias de que lo ha hecho por medio de los profetas? El
libro The Prophet and Her Critics,[1]
procura responder a estos interrogantes.
Elena White fue una líder
destacada durante los comienzos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Su
ministerio se extendió desde la década de 1840 hasta su muerte en 1915. Los
adventistas creen que recibió información de origen divino a través de visiones
sobrenaturales para beneficio de este grupo cristiano y del público general.
Ella registró esta información y la publicó en numerosos artículos y libros, lo
que la convierte en una de las escritoras más prolíficas de la historia.
Los críticos no han aceptado
su aseveración de que recibía comunicaciones de origen divino, manteniendo en
cambio que copiaba sus ideas de otras fuentes. Existen porciones de sus
escritos que muestran similitudes con lo que han publicado otros autores en
libros que sabemos que ella poseyó o leyó. El punto clave de la cuestión es
determinar si los otros autores fueron la fuente de sus ideas o si, como ella
afirmó, la lectura de otros libros sólo la ayudó a expresar mejor los conceptos
que Dios le había comunicado.
¿Es válido cuestionar a un
profeta de Dios? 1 Tesalonicenses 5:20, 21, Deuteronomio 18:22 y Mateo 7:15-20
declaran que habrá verdaderos y falsos profetas, y que tenemos el derecho y la
responsabilidad de distinguir unos de otros. También tenemos la obligación de
evaluar críticamente la obra de los que aducen haber juzgado a un supuesto
profeta y haberlo declarado falso.
He evaluado la obra de los
críticos de Elena White. A la vez, he examinado las investigaciones realizadas
por el doctor Don McMahon, las cuales podrían determinar si los principios de
salud enunciados por White provenían de Dios, como ella afirma, o de los
abundantes escritos de otros reformadores de la salud del siglo XIX.[2]
El estudio exhaustivo de McMahon puede constituir la primera evidencia
científica de la naturaleza de la inspiración.
Los
críticos de Elena White
Mi evaluación de tres de los
más prominentes críticos de Elena White, a saber, Walter Rea,[3]
Jonathon Butler[4]
y Ronald Numbers[5]
se concentró en la calidad de sus investigaciones. ¿Utilizaron un buen diseño
de pesquisa? ¿Reunieron sus datos de manera correcta? ¿Apoyan estos datos sus
conclusiones? Si hubieran presentado sus trabajos en forma de tesis para
obtener un título de posgrado, ¿habrían sido aprobados?
La aseveración básica de
Walter Rea es que algunas frases o incluso párrafos de los libros de Elena
White son idénticos o muy similares a otros libros de su biblioteca. Rea aduce
que esto niega su afirmación de que sus escritos tienen un origen divino, y
muestra que copió ideas de otros. Sin embargo, existen varias razones por las
que sus pruebas no apoyan esta aseveración. En primer lugar, las similitudes no
son tantas ni tan próximas como trata de probar. Esto puede determinarse
después de analizar cuidadosamente las muestras de su libro. En segundo
término, Rea cita dos argumentos en contra de sus propias conclusiones, pero
sus esfuerzos por refutar estos argumentos no resultan convincentes. En tercer
lugar, la línea principal de razonamiento de su libro se basa en una lógica
defectuosa. Rea presenta pruebas que refutan la idea de que los escritos de
White eran completamente originales, y de que el material provenía de una
inspiración verbal, o que era dictado por Dios. El problema de Rea es que
entonces llega a la conclusión opuesta de que ella no puede haber recibido
ningún tipo de comunicación divina.
Pero este razonamiento
polarizado, sin matices, deja de considerar una explicación intermedia, que
puede ser hallada en la descripción de White acerca de cómo escribió sus
libros. White afirma que Dios le comunicó ideas que ella luego redactó
empleando sus propias palabras. Dice que a menudo se sentía incapaz de expresar
adecuadamente estos conceptos, pero que se la instruyó de que sería más capaz
de escribir con claridad al leer otros libros acerca del tema.[6]
Esta explicación es consistente con todos los datos de Walter Rea, por lo que
sus argumentos no logran contradecir el papel de la inspiración divina en la
obra de White. Se necesita un tipo diferente de evidencias para evaluar la
aseveración de inspiración.
Un artículo de Butler,[7]
que afirma que la comprensión de Elena White de los eventos finales de la
historia humana proviene de los acontecimientos de sus días, tampoco resulta
convincente debido a su lógica defectuosa y a evidencias inadecuadas.
Vamos a referirnos ahora al
libro Prophetess of Health de Ronald Numbers. Este autor quiere mostrar que
Elena White extrajo todos sus principios de reforma pro salud de las obras de
otros reformadores de la salud de sus días. Durante el siglo XIX hubo un grupo
de reformadores que publicaron muchos libros y artículos, varios de los cuales
se encuentran en la biblioteca de Elena White y están subrayados por ella.
Elena White recibió su
principal visión sobre temas de salud en junio de 1863, y al año siguiente
comunicó los principios de una vida saludable en su libro Spiritual Gifts. Ella
declaró que después de redactar esta obra, leyó esos otros libros y se
sorprendió al hallar tantos conceptos similares a los suyos. Numbers rechaza
esta aseveración y afirma que antes de la visión de 1863 “los adventistas del
séptimo día ya poseían los lineamientos básicos del mensaje de la reforma pro
salud”.[8]
Los datos que aporta Numbers
sobre estos eventos son útiles, pero la manera en que los utiliza para
determinar si los principios de White le fueron revelados por Dios indica
serios errores de lógica y evidencias inadecuadas. En primer lugar, una
investigación tal debe basarse en una lista completa de sus principios de
salud, así como en los principios de salud de sus supuestas fuentes. Estos
deben ser compilados con el mismo enfoque, a fin de proporcionar datos
objetivos. De esta manera se podrían comparar estos principios con los
hallazgos médicos modernos para determinar cuáles han sido verificados. Por
supuesto, la medicina continúa avanzando y cambiando con nuevos
descubrimientos, de manera que no constituye un estándar absoluto. Sin embargo,
tales listas paralelas permitirían una comparación del nivel relativo de
exactitud de los diferentes reformadores de la salud. Numbers no hizo esto,
sino que utilizó evidencias anecdóticas (la comparación de unos pocos
principios de salud), sin indicar por qué eligió estos ejemplos por sobre
muchos otros que dejó de lado.
En segundo lugar, Numbers se
concentró en similitudes entre los principios de salud de White y de otros
reformadores, pero no analizó las diferencias significativas que existen entre
ellos. Esto es inapropiado, ya que un diseño de investigación imparcial debe
comparar tanto las similitudes como las diferencias.
En tercer lugar, Numbers no
analizó objetivamente la hipótesis de la inspiración divina, sino que expresó
con claridad su suposición de que los datos debían ser evaluados sin recurrir a
esa hipótesis. Pero un estudio erudito que procure determinar la verdad de una
hipótesis no puede comenzar asumiendo que la hipótesis es falsa.
En resumen, los diseños de
investigación utilizados por estos críticos son insatisfactorios, y no
proveyeron los datos necesarios para apoyar sus aseveraciones. Se han publicado
varios libros en respuesta a estos críticos. Y aunque resultan útiles, no
constituyen el estudio cuidadoso y objetivo que se necesita para probar la
hipótesis de la comunicación divina como la fuente de los escritos de Elena
White. Sin embargo, el trabajo de Don MacMahon, un médico que ha estudiado los
principios modernos para una vida saludable, se basa en un diseño apropiado de
investigación y ofrece la posibilidad de probar si los escritos de White sobre
salud tienen o no un origen divino.
La
hipótesis de la inspiración divina
Primero McMahon compiló una
lista de todos los conceptos sobre salud en los escritos de Elena White y en
los de otros prominentes reformadores de la salud de su época. Utilizó el mismo
criterio para compilar cada una de estas listas. Luego los comparó a todos con
la ciencia médica moderna y evaluó cada concepto como verificado o no por la
medicina moderna. Cada concepto de salud fue ubicado entonces en categorías
paralelas como un principio de salud o una explicación fisiológica de un
principio. Por ejemplo, “beber mucha agua” es un principio, una declaración
acerca de qué hacer. Una explicación fisiológica no diría qué hacer, sino por
qué hacerlo. McMahon llamó a los principios los “qué” y a las explicaciones,
los “porqué”. Finalmente, se utilizaron las opiniones de la medicina moderna
para decidir si cada principio (cada “qué”) tenía un efecto menor o
significativo sobre la salud.
Este método sí nos ofrece los
datos necesarios para demostrar una de estas dos hipótesis: (1) “Los conceptos
de salud expuestos por Elena White pueden ser explicados satisfactoriamente
como extraídos de los reformadores de su época”, o (2) “Los escritos de Elena
White sobre salud contienen información que no puede ser explicada como
proveniente de los conceptos de salud de sus días; lo que probaría que ella
debe haber recibido información de una fuente sobrenatural”.[9]
En la década de 1950 las
opiniones médicas estaban claramente en contra de los principios de salud
comunicados por Elena White; sin embargo, las nuevas investigaciones médicas en
la segunda mitad del siglo XX han cambiado el cuadro. Veamos. De los 46 “qué”
sobre salud que se encuentran en Spiritual Gifts, el 96 por ciento ha sido
verificado por la medicina moderna (un 70 por ciento es significativo para la
salud y un 26 tiene una influencia menor). En contraste, los principios de
salud de los otros cinco reformadores estudiados poseen una verificación de
entre 35 y 45 por ciento. Cuando se comparan las listas de los principios sin
verificar de los demás reformadores, se nota aún más la diferencia entre White
y sus contemporáneos. Los dos principios de White que McMahon considera sin
verificar son: evitar la levadura en el pan y comer por lo general dos comidas
al día. En contraste, estos son algunos de los principios de salud sin
verificar de los otros reformadores: no calentar la casa, si se come carne,
comerla cruda: no consolar a los niños (es bueno que lloren); que los niños no
coman fruta; no beber agua (sino sólo jugo de fruta); no utilizar absolutamente
nada de sal; usar ropa liviana aun cuando hace frío; no usar jabón; bañarse
sólo una o dos veces por semana; la relación sexual entre esposos es
perjudicial para la salud; los niños no deben comer papa; evitar aromas fuertes
(aunque sean agradables, como el perfume de las flores).
Siendo que Elena White tenía
muy poca educación formal y ninguna formación médica, ¿cómo supo evitar esos
principios que pueden haber parecido válidos 150 años atrás pero que, ahora se
sabe, son errados? ¿De dónde obtuvo ella los numerosos principios de salud que
los otros reformadores no adoptaron? Este último punto es especialmente
significativo, ya que los principios que le son únicos tienen un nivel más alto
de exactitud que los demás principios tanto de sus escritos como de uno o más
de los demás reformadores y que no puede ser derivada de ninguna fuente humana
disponible en su tiempo. Esto parece refutar la primera hipótesis, y es
consistente con la segunda hipótesis: la comunicación proveniente de una fuente
sobrenatural. ¿Tiene alguien otra explicación?
Elena White afirma que después
de haber redactado los principios de salud que recibió en 1863 leyó otras
publicaciones de los reformadores y utilizó parte de ese material. Esto puede
explicar que el porcentaje de los principios de salud verificados en su libro
The Ministry of Healing, de 1905, había descendido del 96 a 87 por ciento. Aun
así, los principios no verificados de ese libro podrían discutirse, pero no
incluyen ninguno de los extraños conceptos propuestos por otros reformadores.
Los “porqué” presentan un
cuadro diferente y revelan otro aspecto de la naturaleza de la inspiración. Los
“porqué”, vale decir, las explicaciones que ofrece Elena White, no son más
exactos que los “porqué” de los otros reformadores, lo cual sugiere que
provienen de una fuente de información diferente. Pareciera que Dios nos
comunicó los principios de salud para que tengamos una vida más saludable, pero
nos dejó la tarea de descubrir las explicaciones fisiológicas. De hecho, a
menudo hubiera sido imposible dar explicaciones fisiológicas correctas de
muchos principios de salud en el siglo XIX sin utilizar la terminología médica
y conceptos desconocidos hasta bien avanzado el siglo XX.
Los principios de salud tales
como “beber mucha agua” o “no beber alcohol” son fáciles de comunicar y pueden
ser comprensibles en cualquier época de la historia, aun si no se conocen sus
razones. Nuestra vida y nuestra relación con Dios se beneficiarán si seguimos
los principios de vida que él nos ha comunicado, aun si no entendemos el porqué
de todos ellos.
Los
principios de las relaciones sexuales
Los críticos de Elena White
han aducido que defendía conceptos desequilibrados de las relaciones sexuales
maritales; pero esto parecer estar basado en una lectura superficial de sus
escritos. En sus días era común que los reformadores de salud limitaran el
contacto sexual a quizá una vez al mes. Contrariamente a lo que Ron Numbers
deja entrever, Elena White nunca defendió una restricción tal. En cambio se
refiere a los problemas causados por las “pasiones animales” y por maridos
“peores que los brutos”, y aconseja a las esposas a que desvíen la mente de sus
esposos de las “gratificaciones de las pasiones lujuriosas”. Cabe preguntarse:
¿Condena ella las relaciones sexuales normales de las parejas casadas que se
aman y respetan? ¿O describe la conducta insensible de esposos egoístas y
exigentes, o quizá algún tipo de conducta abusiva? La respuesta es obvia.
Elena White se refiere a la
calidad de las relaciones maritales, no a la frecuencia de las mismas. En
cierta ocasión un hombre trató de conseguir su aprobación para publicar un
folleto en que declaraba que la relación sexual debía limitarse a la
procreación. El único comentario que le hizo Elena White al autor, después de
escuchar su presentación, fue “vaya a su casa y sea un hombre”. Él entendió el
mensaje y nunca publicó el folleto.
Conclusiones
Dios nos permite tomar
decisiones y aceptar las consecuencias de ellas. Esto incluye nuestra actitud
hacia lo que Dios ha comunicado a través de sus mensajeros. Por eso, si alguien
decide cuestionar los mensajes que contiene la Biblia o los escritos de Elena
White, tenemos el derecho de exigir que ese cuestionamiento se base en una
investigación cuidadosa y objetiva. Los críticos de Elena White aquí analizados
han basado sus investigaciones en un diseño inadecuado y una lógica defectuosa,
por lo que tenemos el derecho de dudar de sus conclusiones.
El estudio exhaustivo del
doctor Don McMahon satisface los requisitos de una investigación seria y refuta
la aseveración de que los principios de salud comunicados por Elena White
fueron copiados de otros reformadores. Cuando aplicamos estos principios,
expresamos tácitamente nuestra gratitud al Creador que no sólo se interesa en
nuestra salvación eterna, sino también desea que vivamos vidas más saludables y
felices. Todo esto revela su amor por sus criaturas. La exactitud de los
principios de salud comunicados por Dios a sus profetas puede animarnos a
confiar en sus mensajes respecto de otros temas.
Leonard R. Brand
(Ph.D., Cornell University)
Profesor de biología y paleontología en Loma
Linda University, Loma Linda, California, EE.UU.
[1]Leonard Brand y Don McMahon, The Prophet and Her Critics (Nampa, Idaho: Pacific Press Publ.
Assn., 2005).
[2]Ibíd;
Don S. McMahon, Acquired or Inspired?
Exploring the Origins of the Adventist Lifestyle (Warburton, Australia:
Signs Publishing Co., 2005). Incluye
un disco compacto con todos los datos de la investigación y sus
interpretaciones.
[3]Walter Rea, The White Lie
(Turlock, California: M & R Publications, 1982).
[4]Jonathon Butler, “The World of E. G. White and the End of the World”, Spectrum, 10/2 (1979), 2-13.
[5]Ronald Numbers, Prophetess of
Health: A Study of Ellen G. White (New York: Harper and Row Publishers,
1976).
[6]Elena White, “The Great Controversy”, Introducción (Mountain View, California: Pacific Press Publ. Assn.,
1911).
[7]Butler.
[8]Numbers, 80, 81.
[9]Brand y McMahon, 41.
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