8 jul 2012

La soberanía de Dios en el mensaje de Daniel


Joel Iparraguirre Maguiña

El mensaje de Daniel, ocupa un lugar importante en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Actualmente, tras los diversos seminarios sobre profecías a los que he podido asistir, me he percatado que las ponencias no estarían completas sin algún tema relacionado al libro de Daniel. Aunque mayormente estos temas tratan sobre (a) el bosquejo de la historia, (b) cronología, (c) los eventos, (d) los temas teológicos, y (e) la escatología; el ponente siempre busca resaltar la soberanía de Dios, y que Él tiene el control total de la historia, del conflicto entre el bien y el mal.[1] Éstas, al ser leídas “desde la perspectiva de la soberanía suprema de Dios”, nos muestra que Dios es el soberano de la historia, del poder humano, del tiempo, y de los resultados.[2]

Dios, soberano de la historia
                                                     
Al leer el capítulo 2 de Daniel, podemos notar rápidamente que Dios muestra su soberanía plena al rey Nabucodonosor. “No sólo en la providencia divina con respecto a su pueblo sino en el devenir de las demás naciones. Pero, esa soberanía es más certera al señalar el reino venidero de Dios, cuyo rey es el Hijo del Hombre, el Mesías”.[3] Asimismo, lo demuestra cuando Él le revela a Daniel la interpretación del sueño de Nabucodonosor, señalando la inutilidad de los sabios de Babilonia, dando testimonio que “hay un Dios en los cielo, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber… lo que ha de acontecer en los postreros días” (Dn. 2:28). La historia humana depende de la voluntad divina. “Para el hombre actual, la mayor parte de la revelación está en el pasado (Dn. 2:37-40; 7:17, 19-23; 8:20-26; 9:24-27; 11:2-39; 12:5-12). El presente no durará mucho (Dan 2:41-43; 7:24, 25; 11:40-44). El fututo está en manos de Dios, pues él lo ha revelado (Dn. 2:44, 25; 7:26, 27; 11:25); por lo tanto, cuando se ve la soberanía de Dios controlando los acontecimientos humanos se puede conocer la verdadera filosofía de la historia.[4]

¡Él es el soberano del poder humano!

Dentro de la historia y los relatos bíblicos, el poder humano crece con altivez y petulancia. En contraste, el profeta Daniel muestra a Dios como el que da sabiduría e inteligencia a los entendidos (Dn. 2:20-21; Job 12:13; Pr. 2:6-7); señalando también que los poderes humanos son transitorios, y sólo el poder de Dios perdura para siempre (Dn. 2:39-41; 7:17, 8:20-23 cf. Dn. 2:44, 7:27; 12:3). No hay duda de que Nabucodonosor reconoció esta verdad (Dan 2:47), y Elena G. de White expresó lo siguiente:

El poder ejercido por todo gobernante de la tierra es impartido del Cielo; y del uso que hace de este poder el tal gobernante, depende su éxito… reconocer el desarrollo de estos principios en la manifestación del poder de aquel que “quita reyes, y pone reyes”, es comprender la filosofía de la historia (Prov 14:34; 16:12; 20:28; Dan 2:21).[5]

Del mismo modo, el poder que se levanta contra el Altísimo y persigue de forma esquizofrénica a Su pueblo representado como el cuerno pequeño (Dn. 7:8, 20-25; 8:10-12; 11:31-39) tiene límites y es controlado por Dios. “Las profecías de Daniel enseñan que Dios pone límites al cuerno pequeño en el ejercicio de su poder, al declarar: ‘Pero se sentará el tribunal en juicio, y le quitarán su dominio, para que sea destruido por completo y para siempre’ (7:26 cf. 8:36; 11:36, 45; 12:1).[6]

¡Él es el soberano del tiempo!

Las profecías de Daniel se despliegan a partir del momento en que se dan, hasta el tiempo del fin. Dios señaló un tiempo específico para cada poder que se levantaría sobre la tierra, conocidos como: Babilonia, Medo-Persia, Grecia, Roma, y el poder religioso que surgiría de Roma (Dn. 2; 7; 8), que realizaría su obra de persecución al pueblo de los santos durante un tiempo determinado (Dn. 7:25; 12:5). Del mismo modo, especificó el tiempo de cautiverio del pueblo de Israel que sería por setenta años (Dn. 9:2), el tiempo de la llegada del Mesías, su obra salvífica, su muerte (Dn. 9:24-27) y la purificación del santuario (Dn. 8:14), donde finalmente, tras la secuencia de poderes terrenales, Él establecerá su reino –aunque no dice la fecha– para poner fin a la historia de pecado de la raza humana (Dn. 2:44; 7:11; 11:45; 12:1-2).

¡Él es el soberano de los resultados!

El conflicto entre el bien y el mal, ya tiene un resultado. Con su intervención, el reino valetudinario del hombre y los poderes perseguidores son destruidos por completo, y su reino celestial es establecido. En consecuencia, podemos afirmar que, quien pone su confianza, seguridad y esperanza en el Dios soberano, estará seguro de que los resultados son positivos (1 Ti. 6:15-16).

Conclusión

“El mensaje de Daniel proclamado inicialmente por él mismo en sus días allá en el lejano siglo VI a.C., sigue siendo el mismo en el presente siglo, y el mundo necesita oír su certeza en los días de hoy”.[7] El mundo necesita saber que las profecías de Daniel aseguran que Dios como Soberano, intervendrá en la historia de la humanidad en el tiempo que se ha fijado. Poner nuestra vida en sus manos, es la más sabia decisión que debemos tomar para poder pertenecer al pueblo de los santos del Todopoderoso, y recibir el reino eterno de manos del Hijo del hombre.


Joel Iparraguirre Maguiña
Estudiante de traducción e interpretación en la Universidad Cesar Vallejo,
Director del Ministerio de Investigación Adventista.
http://investigacionadventista.org


[1]Para una exposición más completa del tema, véase Paul Z. Gregor, “Daniel´s Message to a Modern Man”, Journal of the Adventist Theological Society 21/1-2 (2010), 99-113; Luis Santa Cruz, “El mensaje de las profecías de Daniel”, Theologika 17/2 (2002), 210-222; Merling Alomía, “El mensaje de Daniel”, Daniel, el varón muy amado por Dios, 2da ed. (Lima: Ediciones Theologika, 2010), 1:205-238.

[2]Santa Cruz, “El mensaje de las profecías de Daniel”, 215.

[3]Merling Alomía, “Invitación a la ciudadanía del reino celestial”, Daniel, el profeta mesiánico, 3ra ed. (Lima: Ediciones Theologika, 2010), 2:81. La cursiva es mía.

[4]Elena G. de White, Profetas y Reyes, 3ra ed. (Buenos Aires: ACES, 2007), 221-225.

[5]Ibid., 225.

[6]Santa Cruz, “El mensaje de las profecías de Daniel”, 218.

[7]Alomía, Daniel, el profeta mesiánico, 1:238.


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